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Vivir con esperanza para no morir de miedo

Brigitte Ríos *.- «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva a hombros el principado, y es su nombre: Mensajero del designio divino.» (Is 9,6)

Y en un abrir y cerrar de ojos acabamos de abandonar el 2016 pero al parecer no hemos abandonado ciertas posturas consideradas humanas. El egoísmo, la intolerancia, el racismo, la violencia, el miedo y el odio siguen conviviendo con nosotros y se notan en su extremo máximo en los principales conflictos armados del mundo que siguen irresueltos.
Los observamos con mucha preocupación, sabemos que de una u otra manera el que estalle una guerra de grandes proporciones es sólo cuestión de tiempo y que las consecuencias de ésta no sólo alcanzarán a las partes implicadas sino que se harán sentir como propias en cada rincón de la Tierra.

Sólo por mencionar algunos conflictos: el histórico enfrentamiento entre Israel y Palestina; las guerras africanas de Mali, Sudán y Somalia; los recientes conflictos de Ucrania; el desgarrador estado Islámico con las guerras de Irak y Siria; la crisis post revuelta árabe de Yemen y Libia y la aún guerrilla Colombiana FARC son una muestra de lo enferma que se encuentra la humanidad.

El uso de armas y tecnologías por uno de los lados hace que el otro, tal vez inferior, busque cómo acrecentar su poder armamentista. Fue el miedo el que los hizo reaccionar con violencia y fue ésta la que trajo odio y temor.
Por otra parte, luego de más de cuatro años de conversaciones entre el Gobierno Colombiano y las FARC, la posibilidad de encontrar paz se avizoraba y se sentía ya real.

A pesar de lo controversial del primer acuerdo de paz y la primera negativa del pueblo colombiano, nos deja la esperanza de un próximo estrechamiento de manos que conduzcan a una Colombia hermanada. Y generalmente esto es lo que produce un año nuevo, la esperanza de comenzar de nuevo, la emoción de pensar en 365 oportunidades, la oportunidad de corregir errores, el entusiasmo de nuevos planes y sueños.

Es posible que durante el año pasado hayamos caído mil veces, hayamos fracasado en lo que emprendimos y, sin embargo, este año podemos volver a levantarnos y seguir el camino que nos hayamos trazado. Puedo arriesgarme a decir que mientras lees esto, tu mente viaja en las mil y un cosas que deseas para ti, tu familia y tus seres más cercanos. No obstante, el resto del mundo suele sernos muy lejano.

Si alguna desgracia no nos toca directamente, no es nuestro el sentir. Si dije «suele» es porque ésta no es una regla y es que nuestro ser más humano busca salir de lo más profundo y se reencuentra, acompaña, ayuda, une y lucha de la mano del otro.

Una muestra que nos dejó el 2016 en el Perú fue la multitudinaria marcha «Ni una menos» o la solidaridad que se vivió con la muerte de nuestros tres valerosos bomberos. Considero que lo más importante de éstos hechos es la reacción de miles de personas que piden un alto a la violencia y una súplica a la unión; lo que nos enseña que este año podemos lograrlo. No es una opción convivir con la indiferencia, el miedo y el odio.

El 2016 fue el año de aprendizajes y comienzos, ya que empezamos a pensar en que la utopía de un mundo en paz puede ser real. Este 2017 toca revestirlo de color, movimiento, sonido, valernos de las artes, la política, la conciencia… hablar del tema; alguna vez aprendí que «Toda realidad buena o mala fue antes utopía. No hay garantía de que la utopía de hoy sea realidad mañana, pero sí es seguro que si hoy no está, mañana no será».

(*) Brigitte Ríos Fuentes
Coordinadora Regional CVX Jóvenes Arequipa
Agente de la Pastoral de Cárceles Arzobispado de Arequipa

Iniciativa Eclesial 50° VAT II

Compartido por Diario La República, Perú.