En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. (Juan 12,24).
Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. (Juan 15, 13)
El martes 21 de julio de 1987, la Hna. Inés Arango y Mons. Alejandro Labaka entregaron su vida al intentar contactar con los Tagaeri. Eran tiempos difíciles en los que se valoraba más, como hoy, el beneficio económico sobre la vida de los pobres y marginados. Una compañía petrolera se acercaba peligrosamente a esa comunidad y había amenaza de violencia. Sabían de los riesgos, días antes al encuentro con los Tagaeri, Mons. Alejandro dijo que “si no vamos nosotros, los matan a ellos”.
La espiritualidad de estos grandes misioneros se nota en que “Dios quiere que entremos hasta espiritualmente desnudos. Nuestra tarea fundamental y prioritaria es descubrir las ‘semillas del Verbo’ en las costumbres, cultura y acción del pueblo Huaorani”, escribió Mons. Alejandro; “Si muero me voy
feliz y ojalá nadie sepa nada de mí. No busco nombre… ni fama. Dios lo sabe” escribió en su Testamento la Hna. Inés. Juan Pablo II, en 1997, reconoció a Inés y Alejandro como «testigos de la fe». Actualmente se sigue la causa para su beatificación.
En la selva eran caminantes de mochila y botas, y navegantes en los caudalosos ríos de Orellana. Como buenos pastores, dieron la vida por su rebaño, ejemplo de una Iglesia en salida, en busca de marginados y descartados, como pide el Papa Francisco.
Han pasado 35 años y su ejemplo sigue vivo e inspira a muchas personas. Cada año se realizan caminatas hasta el Coca para celebrar su martirio, partiendo desde Orellana, Sucumbíos y Quito.
Caminan en un ambiente de alegría y de hermandad, también con botas y mochila. Son días de reflexión sobre Inés y Alejando, de oración a Dios y de defensa y celebración de la vida. Auténticas peregrinaciones en las que se establecen compromisos para continuar con la lucha en defensa de los derechos humanos, de las nacionalidades y pueblos, de las familias mestizas y de la naturaleza.
Los tiempos han cambiado y algunas amenazas siguen presentes: el extractivismo descontrolado aún es una opción inevitable para asegurar el sostenimiento de la economía nacional, por eso se priorizan los intereses de las multinacionales antes que el derecho de nuestra casa común.
Los ejemplos de vida de Inés y Alejandro han cambiado conciencias. Hoy sigue retando y dando frutos: los pueblos y nacionalidades indígenas hacen oír su propia voz y junto con las comunidades mestizas defienden sus derechos, el pueblo se moviliza para lograr una mayor justicia y equidad, las mujeres y jóvenes reclaman igualdad y la Iglesia de Aguarico es referente para esta esperanza. Las compañías ya
no tienen carta blanca para hacer lo que quieran sin rendir cuentas a nadie. Con los años, se ha configurado una espiritualidad muy particular y fuerte alrededor del legado dejado por Alejando e Inés.
Niños, jóvenes y adultos conocen de cerca y siguen los pasos de estos dos grandes misioneros. Muchas instituciones siguen a Inés y Alejandro, algunas de inspiración cristiana, otras desde los derechos humanos, de los pueblos y el cuidado y preservación de la naturaleza. Hay organizaciones indígenas y populares creadas con el apoyo de la Iglesia, y que, poco a poco, van conquistando sus propias reivindicaciones.
Nos hacemos eco del himno de la caminata: “Hoy nuestro camino no tiene fronteras, ni de tiempo ni lugar. Somos caminantes, somos misioneros, mensajeros de Jesús. ¡Vamos a arriesgar la vida por el Evangelio, sin reservas ni temor, Con Cristo! hoy es nuestro reto: construir un mundo de justicia e igualdad, es nuestro destino: la misión.
Somos de esa gente que no tiene miedo a la muerte y al dolor. Somos los profetas de los nuevos tiempos, mensajeros de la paz. Somos muy conscientes de lo que implica ser testigos de Jesús. No queremos nunca ser indiferentes al dolor de los demás”.
Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe.
carta No. 143– 31 de julio 2022