Marco Prieto *.- Este esquema nos invita a repensar el sistema político electoral; los liderazgos precarios que surgen en la sociedad peruana; y la desigualdad de la sociedad en la que vivimos.
El 6 de junio elegiremos al presidente que gobernará nuestro país los próximos cinco años; sin embargo, la incertidumbre sobre el/la posible gobernante nos desafía tanto como la polarización desencadenada en la sociedad civil. En el primer caso, la incertidumbre de los proyectos políticos de ambos candidatos son significantes vacíos que ponen en entredicho no solo cómo gobernarán; sino también cuánto tiempo lo harán. En el segundo caso, la polarización política ha tomado cuerpo desde el 12 de abril generando tensión por tres razones: el sistema político electoral, los liderazgos políticos y la sociedad civil. En esa línea, sostendré que al entrelazarse estos tres factores han generado la polarización política aguda durante la segunda vuelta en el Perú.
En primer lugar, el sistema político electoral está generando condiciones para la polarización. Desde 1990 tenemos un sistema político de primera y segunda vuelta electoral que produce dos problemas: por un lado, en la primera vuelta tenemos un sinnúmero de minicandidatos que endosan porcentajes de votos de alta dispersión (con porcentajes mínimos cada uno); y, por otro lado, en la segunda vuelta existe un alto porcentaje de votantes que deciden por candidatos que no son de su preferencia. Consecuencia: polarización de las elecciones de 1990, 2001, 2006, 2011, 2016 y, sin duda, 2021. Sin embargo, lo particular de las elecciones del 2016 y, probablemente, del 2021, es que la reducida diferencia de votos entre el ganador y el perdedor genere condiciones de posibilidad para no aceptar la legitimidad del nuevo gobernante y optar por caminos de obstaculización y caos político. Una pincelada es hurgar en nuestra historia reciente: 4 presidentes, 2 congresos, censuras de gabinetes, movilizaciones sociales, matanzas, entre otros, en menos de 5 años.
En segundo lugar, los precarios liderazgos políticos son autoritarios, conservadores y tienen ligazón con la corrupción. Ello ha impactado en que la elección del voto hacia un candidato genere válidos rechazos de los demás votantes dentro de sus círculos más próximos minando la socialización. La imposibilidad de encontrar argumentos y razones suficientes para validar el voto trae como consecuencia la transferencia: «mi voto se justifica en el antivoto». La relación de intensidad, rechazo y polarización es directa: cuanto más visibles son los errores de los dos liderazgos políticos, más duro y estable es el antivoto. Por un lado, prácticas populistas, dádivas a cambio de votos, medios de comunicación justificando prácticas autoritarias; por otro lado, vacíos de propuestas, discurso de un cambio radical sin dirección clara y con problemas partidarios. Consecuencia: dos debates que fueron, en realidad, acusaciones sobre el autoritarismo fujimorista de los 90 y obstaculización en el congreso; y el fracaso de las izquierdas radicales en el plano internacional y apelación al comunismo.
En tercer lugar, la fragmentación de una sociedad civil que está atravesada por la desigualdad, las clases sociales y las regiones del país. Si en las clases sociales el sector A y B tienden a votar por Fuerza Popular y los sectores D y E propenden a votar por Perú Libre; en las regiones observamos que Lima es de Fuerza Popular y el Centro, Sur y Oriente es de Perú Libre (Tanto la clase C y el Norte del país el voto es compartido). Ello muestra los intereses fragmentados de nuestra sociedad marcados por condiciones de desigualdad que impiden la realización de los seres humanos más empobrecidos. Además de la tensión que se exacerba debido a los proyectos económicos de cambio (PL) y continuidad (FP), también existen miedos de ambos lados: miedo a la posibilidad del uso del poder desmedido (KF); o el miedo al cambio radical de sistema económico que ha beneficiado a un sector de la población (PC).
Esta radiografía de la polarización política nos invita a repensar el sistema político electoral; los liderazgos precarios que surgen en la sociedad peruana; y la desigualdad de la sociedad en la que vivimos. En el primer y segundo caso deberá haber reformas políticas desde arriba para crear institucionalidad y estabilidad en nuestro país; sin embargo, en el tercer caso no hay otra forma de construir una sociedad con mayores libertades e igualdades para todas y todos si no existe una transformación donde el reverso de la historia tenga voz después de 200 años de vida republicana.
* Docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
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