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Una mirada esperanzadora de las juventudes

José Antonio Ulloa Cueva* .- En un reciente mensaje a los miembros de un canal de televisión italiano, el Papa Francisco habló de la necesidad de educar a los jóvenes en la escuela del Evangelio: «¡Cómo me gustaría que también los medios de comunicación prestasen más atención a los jóvenes, no contando solo sus fracasos, sino también sus sueños y sus esperanzas!».

Las palabras del Santo Padre me llevan a reflexionar sobre cómo percibimos a los jóvenes en la sociedad actual. Muchas veces los medios de comunicación nos imponen una imagen del joven violento, despreocupado, irresponsable, marginal e incapaz. Desde esa perspectiva construimos nuestro concepto de la juventud y lo replicamos en las familias, las escuelas y las comunidades; y así los tratamos -muchas veces sin pretenderlo- vamos limitándolos y coaccionándolos a estereotipos.

Los investigadores españoles Elena Rodríguez e Ignacio Megías señalan que esta imagen que muestran los medios es «simplificadora, estigmatizadora, caricaturizada y, sobre todo, no representativa del conjunto de la juventud». En una sociedad adultocéntrica esos estereotipos se refuerzan con discriminación, con etiquetas que los excluyen por sus formas de vestir, por la música que escuchan, por sus lugares de procedencia o por sus condiciones socio económicas.

En este tiempo en el que las y los jóvenes son más vulnerables y se enfrentan constantemente a diversos riesgos sociales como la drogadicción, la delincuencia, la violencia, las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos a temprana edad o la trata de personas, es necesario dotarles de herramientas espirituales para fortalecer su autoestima y el amor al prójimo. ¿Cómo nos estamos preparando para enfrentar un mundo cada vez más individualista, hedonista, relativista y corrupto? Las nuevas generaciones no son ajenas a este fenómeno; es más, se han convertido en protagonistas de un nuevo orden social y cultural, en el que construyen sus nuevas identidades desde nuevas redes virtuales.

Hay que canalizar esa energía natural de la juventud para reconectarla con lo realmente esencial en la vida, con los valores que deben conducir sus acciones, basados en el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la humildad y la compasión; pero sobre todo con la fe que debe verse traducida en convicción y compromiso. Cuando las y los jóvenes reciben y se generan oportunidades para desarrollar sus habilidades y fortalecer sus capacidades, pueden aportar al desarrollo desde una mirada crítica más fresca, lejos de la contaminación de las taras sociales que siempre nos aquejan, nos limitan y nos separan.

Este llamado de Francisco por una mayor atención a los jóvenes no debemos limitarlo solo a los medios de comunicación, hagámoslo extensivo a todas las personas y en todos los escenarios de nuestra sociedad. Es tiempo de valorar lo que las y los jóvenes tienen por brindar a sus comunidades. Soy testigo de la lucha de muchos de ellos y ellas que, desde las aulas, las calles, los escenarios, los campos deportivos, las plataformas de comunicación, los hogares y las organizaciones de base, buscan contribuir a la convivencia pacífica. Visibilicemos estas experiencias, mostremos referentes positivos, contagiemos las buenas acciones y celebremos todos los días la oportunidad de vivir la juventud intensa y responsablemente.

De cara a la próxima Jornada Mundial de la Juventud, a celebrarse en Panamá en enero de 2019, es oportuno preparar con esperanza nuestros corazones para acoger las diversas formas de vivir esta etapa de la vida. En este contexto global de diversidad e inclusión es necesario comprender que hay varias formas de vivir la juventud. Por eso, las juventudes deben valorarse desde las propias expresiones de los jóvenes que buscan construir su identidad. Y qué mejor que construirla a la luz del Evangelio.

* Director del Centro Latinoamericano de Investigación en Arte y Comunicación – CLIAC. Docente de la Universidad Católica de Trujillo

Redacción:
La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo – Universidad Antonio Ruiz de Montoya