Frei Betto*.- En esta época del año florecen las tibuchinas. Lindas y tristes las flores moradas, delicadas cuentas de un collar inconsútil.
En los cuarenta días previos a la Pascua, la fe cristiana celebra anticipadamente la victoria de la vida sobre la muerte. Una resurrección experimentada cada mañana al despertar. Venidos de la inercia y la inconsistencia, de la perdida de nosotros mismos en el sueño, ¡de súbito revivimos! En la curva final de la existencia, se proclama la fe, despunta la eterna bienquerencia.
Tiempo de inflexión y reflexión. ¿De qué vale abstenerse de carne terrestre o aérea si las marítimas nos repletan la panza? Sacrificio: oficio de reverenciar lo sagrado. No a Dios, que se basta a sí mismo, sino a nosotros los humanos, huesos revestidos de carne, lo más sagrado que existe. Hechos de polvo cósmico, de partículas elementales consustanciadas en átomos, congregadas en moléculas, revitalizadas en células. Cuarenta billones de células en un cuerpo humano. Unas revestidas de seda pura, fragancias raras y joyas preciosas. Otras tiradas en las calzadas, fétidas, famélicas, entorpecidas por la química de la fuga.
Ayunar, pero no de alimentos en esta era de dietas anoréxicas que no transfieren al plato ajeno lo que se evita en el propio. Valen los ayunos de maledicencia, de ira gratuita, de soberbia autoritaria, de prejuicio arrogante, de discriminación insultante. Ayuno del monólogo solipsista en el celular para prestarle atención al diálogo con el prójimo.
Vale abstenerse de la indiferencia y abrazar causas solidarias. Dejar de maldecir el mundo y tratar de transformarlo. Esperar más de uno mismo que de los demás. Ahorrarse las críticas a los efectos y denunciar las causas. Evitar el pesimismo de la razón y alentar al optimismo de la voluntad. Atreverse a convertir la protesta en propuesta.
Tiempo de penitencia. De bajar del pedestal y admitir los graves pecados contra la naturaleza: contaminación del aire y del agua, agrotoxicidad de los alimentos. Admitir la corrupción en dosis cínicas, porque mientras se clama por la higienización de la política, se enloda el día a día con el fraude impositivo, el hurto de objetos en el centro de trabajo, el salario injusto que se paga a la sirvienta, el soborno al policía de tránsito, las trapacerías que inflan el lucro personal y lesionan la colectividad.
Tiempo de refluir hacia la interioridad. De dedicarse a las flexiones de la subjetividad. De recorrer sendas espirituales. De extirpar tumefacciones del alma. De arrancar la viga del ojo propio antes de señalar el cisco en el ajeno. De arrojar los camellos que ciegan el corazón antes de vociferar ante quien engulle mosquitos.
¡Ah, qué cómodo es ser juez del mundo y proferir duras sentencias condenatorias! Qué fácil señalar al supuesto delincuente y qué difícil erradicar las causas de la delincuencia. Qué fácil identificar a los malos políticos y qué difícil abandonar la zona de confort propia para renovar la política.
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* Frei Betto es fraile dominico, teólogo, periodista y escritor brasileño. Autor de 60 libros de diversos géneros literarios -novela, ensayo, policíaco, memorias, infantiles y juveniles, y de tema religioso en dos acasiones- en 1985 y en el 2005 fue premiado con el Jabuti, el premio literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. Es autor, entre otros libros, de Cartas de prisão (Companhia das Letras).
Asesor de movimientos sociales, de las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, participa activamente en la vida política del Brasil en los últimos 50 años.
www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.