José Luis Franco (*).- «Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo».
La frase del encabezado forma parte de la carta de despedida que escribe el Che Guevara a sus hijos. Tal vez uno de los pequeños textos que siempre me han conmovido por la profundidad de su sentido humano y por esa búsqueda de solidaridad a partir del dolor de la injusticia.
En el mundo, a cada instante, se producen hechos cruentos e inhumanos (guerras sin sentido, actos terroristas, pobreza creciente, etc.). Hechos que de una u otra forma despiertan miles de expresiones de solidaridad por parte de una ciudadanía global. Pero junto a ello surge una crítica que conlleva a plantearnos lo siguiente: ¿somos capaces de entender realmente el valor de la solidaridad, o es que también hacemos distinciones cuando se trata de ser solidarios?
La solidaridad es la capacidad de sentir empatía con el otro ante su dolor u angustia, o como afirmaba Pilar Coll, «una manera de vivir» que implica el compromiso de la persona con los demás. Pero la solidaridad puede perder su verdadero sentido cuando la parcializamos, cuando consecuentemente la desconfiguramos… y finalmente no podemos concebirla a plenitud.
La crítica mencionada descansa en las diferentes coyunturas y realidades que vivimos, y allí tenemos como ejemplo la época del conflicto armado interno, hoy en día no tan lejano en el tiempo, pero en aquel entonces lo que sucedía en Ayacucho resultaba muy distante para muchos en Lima –no sólo me refiero a la distancia geográfica sino emocional-.
No sería distinto si abordáramos un recuento de sucesos actuales, tragedia y dolor en el Perú y en el resto del mundo continuamente; a veces lo percibimos como algo cercano, otras como lejano. El asunto es cómo respondemos a ello y de qué manera expresamos con sinceridad nuestra solidaridad ante el sufrimiento ajeno.
Esta es entonces la pregunta y, por ende, hay que aprovechar la crítica para buscar la sinceridad con nuestras expresiones de solidaridad, porque un valor implica vivirlo en su real dimensión, sin distinciones a partir de cuestiones como la religión, el grupo étnico o la condición social. Es también esforzarse por encontrar el vínculo con ese dolor desde la experiencia personal y nacional. Es fácil culpar a los medios de comunicación por informarnos más sobre un determinado suceso trágico, pero es más complicado asumir nuestra propia responsabilidad por averiguar qué está aconteciendo en otras partes del planeta.
Finalmente, la solidaridad exige actuar, una respuesta tanto de palabra como de acción. Será por ello que dar un like es más sencillo, pues no implica mayor compromiso como sí lo exigiría una muestra de solidaridad con los que están más cerca. Porque el dolor que se suscita al otro lado de los océanos es el mismo que se padece a nuestro alrededor, y por ello debemos recordar la lectura del Buen Samaritano que intenta graficar lo que venimos debatiendo: aquel hombre se compadecía y actuaba, sin preguntarse sobre la persona que yacía herida.
Lo que pasa en el mundo a cada instante representa una llamada de atención a reforzar la solidaridad y a no dejarnos caer en el egoísmo de parcializarla. No olvidar que ella constituye uno de los mayores valores universales e implica actuar… y actuar con los que están más próximos a nosotros, sin dejar de conmovernos por los que están más lejos, porque sólo así ninguna realidad nos será inaccesible y nuestra vida será testimonio sincero de solidaridad.
* Teólogo. Instituto Bartolomé de las Casas
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