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Siempre hay una salida… con esperanza

El Ecuador vive una profunda crisis económico-social agravada, entre otras causas, por el confinamiento social dispuesto por las autoridades para controlar la expansión del covid-19, que ha transparentado profundas injusticias y desigualdades sociales derivadas del actual modelo de desarrollo.

Tras un manejo contradictorio de las finanzas públicas, durante décadas y especialmente en los últimos trece años, que incluyó la ausencia de un fondo de ahorro y reservas que hubiese servido para enfrentar y sostener al país durante esta emergencia, sumado a la caída del precio internacional del petróleo, la destrucción de los oleoductos, la baja de exportaciones de productos y de las remesas de nuestros hermanos inmigrantes, la corrupción e impunidad estructural campante, además de las políticas de austeridad definidas por el gobierno, nos han sumido en la más grave crisis de nuestra historia, que afecta dramáticamente las condiciones de vida de gran parte de la población.

La falta de empleo digno, problema ahora agravado por miles de despidos, el bajo acceso a los servicios básicos, particularmente del sistema sanitario y el déficit creciente de vivienda, son de las múltiples y dolorosas imágenes de la crisis, que además se muestran como de las más urgentes para el tiempo venidero.
En medio de esta difícil realidad, muchos hombres y mujeres han debido salir de casa, desafiando a la pandemia y arriesgando incluso su vida, en busca de medios que ayude a satisfacer sus necesidades básicas, alimentación principalmente.

Urgentemente necesitamos preservar la salud y la vida de todos, poniendo especial cuidado en los más vulnerables,. Y para cumplir esta responsabilidad general y particularmente del gobierno, requerimos de planes y acciones eficientes, efectivos y eficaces de las autoridades, de la ayuda de organismos multilaterales; de la renegociación de la deuda pública en condiciones favorables; de transparentar la gestión de préstamos, de donaciones e inversiones con la respectiva rendición de cuentas de manera pública. Es de máxima prioridad salvar al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Debemos promover el diálogo entre los distintos actores sociales para un Acuerdo Nacional y combatir sin tregua a la corrupción, desterrando la impunidad.

Los ciudadanos y particularmente los cristianos, debemos discernir y comprometernos a no volver a lo anterior como si fuera la «normalidad», podemos proyectar y construir un nuevo paradigma, basado en una armonía socio-económico-ambiental que vaya de la mano con el cuidado de la creación y la vida. Pues «sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes» señala el Papa Francisco (Laudato si’).

Desde nuestra fe, asumamos el compromiso ético de cuestionar, revisar y cambiar hábitos sociales, económicos, políticos, culturales dañinos como el consumismo, el desperdicio y el descarte. Siempre hay una salida con esperanza. Llevemos una vida sencilla, sobria y justa. Apoyemos la producción local, las iniciativas de comercio justo y eco responsables. Manejemos de mejor manera las finanzas familiares, priorizando el gasto en necesidades básicas y practicando el ahorro. Es tiempo de innovar y reinventarnos, de amar y compartir como individuos y como comunidades.

Es hora de ser conscientes de nuestra participación activa en cada una de nuestras acciones y decisiones cotidianas.

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Carta No. 31 – 7 de junio 2020 | Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe