Se confunde la Seguridad Social con el Seguro Social. Los gobiernos de turno siempre han manipulado de manera oportunista esa aparente identidad. Sin embargo, son dos instituciones diferentes, con objetivos distintos, aunque complementarios.
La Seguridad Social busca el bienestar de toda la población, finalidad de la sociedad y responsabilidad del Estado. A su vez, el Seguro Social se creó para prever y ahorrar, y así enfrentar las complejas realidades de la enfermedad y la vejez.
Con ese fin, los trabajadores aportan, y con el ahorro y la capitalización solidaria, acumulan para cuando se enfermen o lleguen a ancianos y ya no trabajen.
Al inicio fueron “cajas comunes de pensiones”, que más tarde se llamaron “cajas de seguridad social”, hoy Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social – IESS.
El IESS debe proteger a sus afiliados, especialmente a los más pobres, los ancianos y los enfermos, por esa razón, el Estado establece legalmente un aporte obligatorio de los patrones y de los trabajadores; y el propio Estado, de sus recursos, destina un fondo compensatorio como estímulo al ahorro interno de las cajas de pensiones.
Con los aportes recibidos, los fondos crecen geométricamente, y esto despierta la codicia, avaricia y ambición de los politiqueros que se han aprovechado de esos recursos acumulados: – captan los órganos directivos para tomar decisiones, muchas fraudulentas, y casi todas ineficientes y populistas, como el aumento desmedido de la burocracia; – mantienen una cartera vencida no cobrada; – dan bienes en préstamos y comodatos en condiciones irrisorias; – realizan inversiones con rendimientos mínimos; – asignan prestamos vinculados a los intereses de amigos y coidearios; – adquieren bienes e insumos innecesarios, de baja calidad y con sobreprecios…
Se ha denunciado la existencia de verdaderas mafias al interior del IESS y se ha dicho que cuando alguna autoridad pretende sanear la corrupción, entorpecen su gestión hasta que renuncie y abandone el cargo.
Al interior del IESS, se toman decisiones arbitrarias, demagógicas y populistas, y sin sustento técnico ni financiero, desfinancian los diversos fondos, haciendo insostenible el cumplimiento de obligaciones que aseguren la supervivencia institucional.
La quiebra se precipita cuando, a más del pésimo manejo administrativo, el Estado no solo que no aporta los recursos, sino incluso, toma dinero ajeno, con variados pretextos para después negar la deuda, cuyo valor no se conoce exactamente.
Desterrar la politiquería, el amiguismo, el clientelismo y el nepotismo es la primera acción que debe incluir una propuesta seria de reestructuración.
Provocar o permitir la quiebra del IESS sería quebrar al país, pues los problemas personales, familiares y sociales que se ocasionarían serían incalculables y de tal magnitud, que el propio Estado no podría enfrentarlos.
Las decisiones por tomarse son urgentes y tienen que ser técnicas, viables y justas, para responder a su finalidad, esto es: ser un fondo mutual, privado y social que desde la solidaridad busque primariamente asistir y atender a sus miembros, oportuna y eficientemente.
Para que esto sea posible, el gobierno nacional como política de Estado tiene que privilegiar la salud y la educación. Toda argucia que pretenda esquivar la responsabilidad del Estado y transferir las responsabilidades que le corresponden a otras instituciones es fraudulenta y mentirosa.
Salvar al Seguro Social exige sacrificios, que debemos asumir todos, con medidas sistémicas que terminen con todas las causas de la crisis institucional y aseguren soluciones definitivas a corto, mediano y largo plazo. La ciudadanía sabrá ponderar las ventajas y asumir los costos.
Basta de vacilaciones evasivas y discursos demagógicos, por parte de las autoridades, que nos llevan al despeñadero. Dejar morir al IESS por politiquería, por inanición o por golpes mortales es perverso con una gravedad de crimen de lesa humanidad. • #ComuniquemosEsperanza
Carta No. 151 – 25 septiembre 2022. Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz