Pablo de Tarso, originalmente Saulo, conocido hoy como San Pablo – el Apóstol de los Gentiles, es considerado por muchos uno de los discípulos más importante de Jesús, a pesar de que nunca lo conoció personalmente.
Por el mismo San Pablo sabemos que nació en Tarso, en Cilicia, de un padre que era ciudadano romano, en el seno de una familia en la que la piedad era hereditaria y muy ligada a las tradiciones y observancias fariseas.
Dado que pertenecía a la tribu de Benjamín, se le dio el nombre de Saúl (o Saulo) que era común en esta tribu en memoria del primer rey de los judíos. En tanto que ciudadano romano también llevaba el nombre latino de Pablo (Paulo). Para los judíos de aquel tiempo era bastante usual tener dos nombres, uno hebreo y otro latino o griego.
Puesto que todo judío que se respetase había de enseñar a su hijo un oficio, el joven Saulo aprendió a hacer tiendas de lona o más bien a hacer la lona de las tiendas. Era aún muy joven cuando fue enviado a Jerusalén para recibir una buena educación en la escuela de Gamaliel. Parte de su familia residía quizá en la ciudad santa puesto que más tarde se haría mención de una hermana cuyo hijo le salvaría la vida.
Tras la muerte de Jesús, hacia el año 33, comienzan a formarse grupos de seguidores de Jesús. Pablo de Tarso fue un activo perseguidor de estas comunidades. En el año 36 se convirtió al cristianismo, que basados en el libro de Hechos de los Apóstoles, fue gracias a una aparición de Cristo, camino de la ciudad de Damasco. Luego de lo cual pide ser bautizado y adopta el nombre de Pablo.
Comenzó su actividad de evangelización cristiana en Damasco y Arabia. Es perseguido por los judíos y huye a Jerusalén, donde es visto por Bernabe quien lo lleva con Pedro y con Santiago el Hermano del Señor en el año 36. Huye de Jerusalén, escapando de los judíos de habla Griega. Se lo llevan a Cesarea y es enviado a refugiarse en Tarso. Bernabé acude a Tarso y se va con Pablo a Antioquía, donde pasaron un año evangelizando. Antioquía se convierte en el centro de los cristianos convertidos desde el paganismo. Aquí surge por primera vez la denominación de cristianos para los discípulos de Jesús.
Un episodio clave en la biografía de Pablo de Tarso, sin el cual la historia del Cristianismo probablemente sería bien distinta, es su famosa conversión, que él llamaba en sus epístolas «vocación».
Según los Hechos de los Apóstoles «le rodeó un resplandor de luz desde el cielo. El cayó en tierra y oyó una voz que le decía —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: —¿Quién eres, Señor? Y él Respondió: —Yo soy Jesús, a quien Tú persigues. Pero Levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que te es preciso hacer…A pesar de que había abierto los ojos, no veía nada»
Como resultado de esta experiencia, Saulo de Tarso, que se dedicaba a «perseguir sobremanera» y «asolar» con «celo» las comunidades cristianas, según sus propias palabras (Gálatas 1; 13; Filipenses 2; 6)), se convirtió en el principal difusor del cristianismo arriesgando su vida, sufriendo persecuciones, encarcelamientos y, finalmente, murió decapitado en Roma hacia el año 67 de la era cristiana.
Construir la Iglesia, en esos primeros años del cristianismo no fue nada fácil. En la segunda carta a los Corintios, Pablo nos narra algunas de las dificultades en su vida como Apóstol de Jesús:
“Cinco veces he recibido de los Judíos cuarenta azotes menos uno; tres veces he sido flagelado con varas; una vez he sido apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un Día he estado en lo profundo del mar.
Muchas veces he estado en viajes a pie, en peligros de Ríos, en peligros de asaltantes, en peligros de los de mi Nación, en peligros de los gentiles, en peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, en peligros en el mar, en peligros entre falsos hermanos; en trabajo arduo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en Frío y en desnudez.
Y encima de todo, lo que se agolpa sobre Mí cada Día: la Preocupación por todas las iglesias. ¿Quién se enferma sin que yo no me enferme? ¿A quién se hace tropezar sin que yo no me indigne?
Si es preciso gloriarse, yo me gloriaré de mi debilidad. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesús, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el gobernador bajo el rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme; pero fui descolgado del muro por una ventana en una canasta, y escapé de sus manos”.El apóstol San Pablo escribió diversas cartas a las primeras comunidades cristianas, entre las que encontramos: A los Romanos, Primera a los Corintios, Segunda a los Corintios, A los Gálatas, A los Filipenses, Primera a los Tesalonicenses, A Filemón.
En el libro Los Hechos de los Apostoles, podemos conocer más detalles de su vida.