Jennifer Karen Ponce Cori *.- ¿Quién no sabe dónde quedan las cárceles de «San Pedro» y «Miguel Castro Castro»? ¿Quién no tiene miedo de caminar, conducir o visitar a un amigo porque en San Juan de Lurigancho matan, roban y es un distrito con altos índices de inseguridad ciudadana en las calles? ¿Quién no ha oído de los escándalos de corrupción de los ex alcaldes Ricardo Chiroque y Carlos Burgos? ¿Quién no sabe que la línea 1 del tren eléctrico atraviesa casi todo el distrito desde Caja de Agua hasta Bayóvar?
Pero San Juan de Lurigancho es más que sus cárceles, políticos e infraestructura. San Juan de Lurigancho es un distrito populoso y periférico que ha pasado de formar parte del «cono este» a ser un distrito de «Lima Este», donde está resurgiendo una nueva identidad «luriganchina», pero donde nuevos problemas también saltan a la luz, como el debate entre los pros y los contras de seguir siendo un distrito, o el de convertirse en una Provincia especial, así como entender porque ganó el fujimorismo en las pasadas elecciones presidenciales de 2016.
San Juan de Lurigancho festeja su 50° aniversario este viernes 13 de enero de 2017, siendo el distrito más poblado de Lima, el Perú y Sudamérica, con un registro de más de un millón de habitantes (1 millón 91 mil 303 personas) de acuerdo a la estimación 2015 del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
Su historia arqueológica y cultural data desde los períodos: prehispánico (las huacas de Canto Chico, Campoy y Mangomarca), colonial (el «Pueblito» y el «Aras Lurigancho») y republicano (la creación del distrito Lurigancho, el 21 de enero de 1825 por Simón Bolívar, que abarcaba el territorio del actual San Juan de Lurigancho). El histórico comité vecinal llamado «Unión Cívica», entre 1950 y 1960 se organizó para gestionar y participar, en 1967, en la creación política del distrito.
En este contexto, queremos reflexionar sobre la realidad social de los «hijos e hijas de migrantes», que hoy son los ciudadanos y ciudadanas de este distrito. Desde una mirada cristiana San Juan de Lurigancho ha sido escenario de lo que el Papa Francisco expresó, en su discurso a los movimientos populares en Bolivia (2015): como la lucha por los «derechos sagrados de tierra, techo y trabajo».
Según el INEI, dicho distrito contaba con una población de 89 206 habitantes entre 1967 y 1972, que aumentó exponencialmente a 693 867 habitantes entre 1973 y 1998; debido, principalmente, a la explosión migratoria por la guerra interna en los ochenta, y sobre todo por la incesante búsqueda de mejores oportunidades y calidad de vida: vivienda, alimentación, oportunidades de educación y trabajo.
Asimismo, el nivel de pobreza en San Juan de Lurigancho es de 27%. El gobierno local está parece desbordado y ausente frente: a la falta de cobertura del acceso a los servicios públicos (agua potable y luz eléctrica) en los asentamientos humanos, la inseguridad ciudadana en las calles, la falta de mejores oportunidades para acceder a una educación de calidad y los alarmantes niveles de violencia familiar, alcoholismo y consumo de drogas.
Por ello, nos preguntamos: ¿Quiénes no gozan plenamente de sus derechos como ciudadanos aquí en San Juan de Lurigancho? ¿Y qué hacemos por ellos? ¿Cuál es nuestro granito de arena en la construcción de un mundo mejor a nivel barrial-distrital-local? Muchos luriganchinos y luriganchinas, se unen para impulsar el rostro sonriente, colorido, pujante, sorprendente y de paz que existe en San Juan de Lurigancho. Buscan salir adelante, a pesar de las trabas y dificultades, trabajando, estudiando, organizándose. Su gente, la sociedad civil, participa en diversas organizaciones sociales, culturales, artísticas, juveniles, religiosas, de mujeres, LGBTI y ambientales, cuya razón principal es trabajar para construir un distrito mejor en el encuentro con los conciudadanos, «hermanos y hermanas» de la tierra que habitamos.
Finalmente, en este distrito es posible encontrar la confluencia intergeneracional en el trabajo de las organizaciones, vivir el impulso de poner en práctica nuevas ideas, construir una ciudadanía de cara al compromiso con su gente, sembrar semillas de paz en los niños, así como ofrecer más alternativas culturales y artísticas para los jóvenes, las familias y para todo ciudadano, luchando contra la violencia en todos los sentidos, despertando el accionar del gobierno local.
¡Celebremos la periferia, para muchos el centro! ¡Celebremos San Juan de Lurigancho!
(*) Jennifer Karen Ponce Cori
Licenciada en Ciencia Política, Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Iniciativa Eclesial 50° VAT II
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