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SIGNIS ALC

08 febrero 2022

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“Que nadie se sienta tranquilo…”

“Que nadie se sienta tranquilo…”

«Exhorto a las instituciones y a cuantos tienen responsabilidad pública y social a que promuevan cada vez más una cultura cuyo objetivo sea la reducción de la exposición a los riesgos y peligros naturales… ¡Que las acciones concretas, encaminadas al estudio y a la defensa de la casa común, reduzcan progresivamente los riesgos para las poblaciones más vulnerables!» (Papa Francisco, 2017).

 

 

Es frustrante no tener vivienda ni trabajo ni tierra para cultivar… en esas condiciones, no se tiene ingresos suficientes ni paz ni seguridad, no se puede planificar el presente y menos el futuro.  Solo hay espacio para la angustia, el engaño, la explotación….  Los carroñeros de la pobreza se aprovechan de esas necesidades insatisfechas para ‘vender humo’; los traficantes de tierras les ‘organizan’ para invadir terrenos en lugares peligrosos, sin ninguna infraestructura básica…. Ellos saben que el pueblo ‘sufrido y aguantador’ lo único que quiere es tener algo propio donde guarecerse.  Así, desde hace décadas, nuestras ciudades se han expandido sin ningún control por cualquier lugar, desafiando a la naturaleza y en sitios que nunca debieron poblarse.

 

Las tragedias de La Comuna y La Gasca en Quito; El Palmar, Pucayacu y Guasaganda en Cotopaxi; las inundaciones y deslaves por las crecientes de los ríos; la deforestación, el relleno de las quebradas de manera indiscriminada y antitécnica, afectan directa y principalmente a sectores populares de las ciudades y poblaciones en todo el país. Son manifestaciones de la geoeconomía de la inequidad, de la politiquería, del clientelismo, del tráfico de influencias y de tierras, de la corrupción sistemática en instituciones encargadas del ordenamiento territorial y del uso del suelo. La improvisación, las invasiones, los riesgos inminentes son el denominador común de estos desajustes urbanísticos que crean peligro y generan riesgo e inseguridad.

 

Las áreas de protección (bosques, laderas, quebradas, riberas, esteros, etc.) son espacios para la invasión, donde las políticas municipales están ausentes, por lo que ‘viven a la buena de Dios’, pero en un estado de vulnerabilidad permanente.  Cuando la desgracia llega, provocada por algún «fenómeno natural», según las autoridades, pero también generada por irresponsabilidades institucionales históricas, la factura es alta y quedan en evidencia todas las anomalías estructurales.

 

Millones de ecuatorianos viven en esta incertidumbre, tanto que la sociedad ve estas disfuncionalidades como algo normal. Cuando hay tragedias como las mencionadas, nos escandalizamos y solidarizamos con las víctimas, pero la manipulación de la información y la corrupción de las autoridades de turno, producen impunidad y a corto plazo se cometen los mismos errores, a veces criminales.

 

Estamos sumergidos en un caos de proporciones inimaginables, tropezamos en la misma piedra una y mil veces, la historia la repetimos, las equivocaciones las multiplicamos, estamos en una desbandada nacional, cada uno agarra por su lado.  Nada nos identifica ni nos une.  A pesar de estar sumidos en la incertidumbre, trabajar para superarla es una consideración ausente del imaginario social.

 

Frente a esta situación, vale recordar las palabras de Juan Pablo II en el Guasmo (Guayaquil, 1985): «Que nadie se sienta tranquilo mientras haya en el Ecuador un niño sin escuela, una familia sin vivienda, un obrero sin trabajo, un enfermo o un anciano sin adecuada atención».

 

La realidad exige superar, como sociedad, la incertidumbre y el individualismo, para construir un país que se identifique con un proyecto común, integral e inclusivo.  Que se consolide y venza, de a poco, todos estos acontecimientos que estremecen al país, que lo desangran, que lo mutilan.  Y lo más importante, que no perdamos la memoria, para que sancionemos a los culpables, rectifiquemos lo que hicimos mal y todos cuidémonos de no cometer a futuro los mismos errores que incluso costaron vidas y reclaman justicia.

 

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Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe.