Frei Betto*.- El ser humano aún no ha encontrado una forma mejor de organizarse en sociedad que la actividad política. Como observó Aristóteles, ella es inherente a nuestra condición de seres sociales.
La política tiene que ver con la colectividad, con el bien común. Históricamente, ha sido apropiada para servir a intereses personales y corporativos. Ese es el caso de la política de los Estados Unidos, dominada por los dueños del dinero. En muchos países se la han apropiado oligarquías, dictadores, partidos, bancos, bandas de corruptos, y al pueblo le ha quedado el papel de figurante que recibe solo las migajas que caen de la mesa colmada de los poderosos.
Estamos en año de elecciones. Es hora de debatir los rumbos de la nación, el perfeccionamiento de la democracia, las reformas estructurales. Temo que el discurso electoral se deslice de lo público a lo privado. En vez de discutir las graves anomalías brasileñas, como la desigualdad social, la carencia de saneamiento, transporte público, salud y educación de calidad, las campañas priorizarán los temas caros al moralismo vigente: «ideología» de género, orientación sexual, censura, etc.
La despolitización de la política es una artimaña para impedirle a la población tener conciencia de clase y asumir su protagonismo histórico. Gracias a los sofisticados recursos del marketing, ya no se discuten programas de gobierno, sino la imagen mesiánica de un avatar que, como Trump, nunca fue político, abomina de los partidos, posa como un experimentado administrador de la iniciativa privada que, por tanto, está en condiciones de presentarse como salvador de la patria…
En su novela clásica Incidente en Antares, Érico Veríssimo escribió que aquello sobre lo que nadie habla o escribe no existe. Ese encubrimiento de la realidad se agrava en la era de la virtualidad, en la que se quiebra la frontera entre lo real y lo virtual, hasta el punto de que la versión del hecho predomina sobre el hecho. Una mentira que se repite exhaustivamente acaba teniéndose por verdad.
El elector tendrá que hacer un gran esfuerzo para discernir entre los candidatos y las propuestas, consciente de que no todo lo que brilla es oro. Ante el mapa electoral, su punto de partida será la respuesta a la siguiente pregunta: ¿votaré para mejorar la vida del pueblo brasileño o en función de mis intereses personales? La respuesta define el perfil ético del elector.
Quienes voten teniendo en cuenta sus negocios y ambiciones elegirán a los de siempre: corruptos, nepotistas y candidatos de la bancada de la B (bola, bala, buey, banco y Biblia).[1] Quienes voten para perfeccionar nuestra democracia deben estar atentos a los programas de los partidos y candidatos, a la historia de vida de los que esperan su voto, a los vínculos que los aproximan a los movimientos sociales progresistas.
La política brasileña ha sido privatizada y el actual gobierno ha hecho retroceder derechos sociales conquistados durante los últimos 70 años. La cereza del pastel de esa privatización de lo público sería la reforma de la Seguridad Social, una antirreforma que tendría como objetivo incrementar los fondos de pensión y los planes de seguridad social privada, eliminando la obligación del Estado de cuidar de los jubilados.
Votemos con la cabeza, no guiados por emociones y sensaciones pasajeras.
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[1] Grupos parlamentarios que se aglutinan en torno a intereses relacionados con clubes y federaciones de fútbol, la tenencia de armas, las grandes propiedades rurales y el agronegocio, los bancos y las iglesias evangélicas.
* Frei Betto es fraile dominico brasileño, teólogo, periodista y escritor, autor, entre otros libros, de Cartas da prisão (Companhia das Letras).