Según la Constitución, “La Policía Nacional es una institución estatal de carácter civil, armada, técnica, jerarquizada, disciplinada, profesional y altamente especializada, cuya misión es atender la seguridad ciudadana y el orden público, y proteger el libre ejercicio de los derechos y la seguridad de las personas dentro del territorio nacional.(art. 163).
“Proteger y servir” es su lema y plan de acción institucional. Al proteger cuida la vigencia y práctica de los derechos e intereses de la comunidad y al servir atiende requerimientos ciudadanos a cualquier costo, incluso en perjuicio de sus propios intereses. Tarea sublime y heroica. Algunos policías han ofrendado su vida por servir y proteger a la ciudadanía.
“Los miembros de la Policía Nacional tendrán una formación basada en derechos humanos, investigación especializada, prevención, control y prevención del delito y utilización de medios de disuasión y conciliación como alternativas al uso de la fuerza” (art 163), para ello, la selección, formación, acompañamiento, monitoreo y desarrollo profesional de los policías es tarea trascendental, a sabiendas que los futuros policías provienen de una sociedad compleja y difícil y ellos reflejan las virtudes y los defectos del entorno social al que se pertenecen.
Algunas voces advierten la existencia de fuerzas que pretenden acabar con la Policía para dejar indefensa a la sociedad. Hay múltiples formas de atentar contra su integridad institucional, como la infiltración o contaminación de sus miembros, mediante la entrega de coimas y prebendas o de amenazas y chantajes a ellos o a sus familiares.
Igualmente la corrompen cuando los poderes económicos, ideológicos o políticos pretenden ponerla a su servicio con resultados que todos percibimos.
También existen personas e instituciones que buscan socavar la autoridad de la Policía mediante el escándalo, con algunas acusaciones injustas y sin pruebas, como cuando se universaliza una infracción o delito cometido por alguno de sus miembros.
Es cierto que hay abusos y atropellos de la Policía, como cuando violentan normas de convivencia, irrespetan la dignidad y los derechos humanos.
Uno de los desafíos es salvaguardar la institucionalidad policial por encima de intereses particulares,
ideológicos y de mafias. Éste es un objetivo fundamental. Hay que encontrar el camino para que sea autónoma e independiente, particularmente en relación con el poder partidista.
Los cambios sociales, comunicacionales, económicos, políticos, culturales que vivimos, exigen fortalecer a la institución policial con leyes, recursos, medios materiales y tecnológicos, pero principalmente asegurando un recurso humano sano, motivado, decidido, formado y capacitado para cumplir su tarea con sentido ético, patriótico, humanista, eficaz y siempre enmarcado en la Constitución y la ley.
El robustecimiento de la Policía debe, entre otros elementos, contemplar:
1.- Una clara línea de mando y responsabilidad jerárquica, que asegure eficacia y eficiencia en su tarea constitucional. La ciudadanía exige evidencias de que el Alto Mando y los policías sean honestos, resultante de una carrera profesional limpia, transparente y sin influencias de ningún tipo o naturaleza.
2.- La carrera policial es de riesgo, sacrificio, solidaridad, de alta exigencia y superación, por lo que la selección, formación, entrenamiento y desarrollo profesional debe ser alentadora, axiológica, autoexigente. Su vida profesional tiene que ser transparente y con una tutoría profesional y técnica permanente.
3.- Una disciplina personal y profesional que desarrolle hábitos de integridad ética y superación humana, táctica y estratégica que le conduzca a ser una Policía altamente calificada y respaldada por la ley. La disciplina y calidad dan seguridad, autoridad y jerarquía institucional.
Carta No. 152 – 2 octubre 2022. Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz