Por: Jazmín Rojas Corro (*).- No es novedad poder resaltar la diversidad en el Perú, ya que es un país con gran pluralidad en distintos ámbitos como el cultural, religioso, lingüístico, entre muchos otros. Aquí resaltaré el ámbito lingüístico. A pesar de no ser una experta, me parece pertinente rescatar que, en el Perú, según el Ministerio de Educación (MINEDU), contamos con 48 lenguas originarias, de las cuales 44 son amazónicas y 4 andinas.
Hace poco, el 27 de mayo, se conmemoró el Día de las Lenguas Originarias del Perú. Este día se instauró en el año 1975 con el Decreto de Ley N° 21156, y ese mismo día se reconoció al quechua como una de las lenguas oficiales de la República. El MINEDU indica que «La finalidad de esta celebración es fomentar el uso, preservación, desarrollo, recuperación y difusión de las lenguas originarias en su calidad de patrimonio cultural inmaterial».
En ese sentido, para lograr esta finalidad, se necesita que, tanto los hablantes de estas lenguas originarias como todos los peruanos en general, le demos el valor necesario que merece al ser patrimonio cultural e inmaterial de nuestro país. Es por eso que el Papa Francisco, en su visita a Puerto Maldonado, nos recordó que «La Amazonía, además de ser una reserva de la biodiversidad, es también una reserva cultural que debe preservarse ante los nuevos colonialismos».
Durante muchos años, la hegemonía ha tenido al castellano como lengua principal, y el resto de lenguas quedaban relegadas. Los castellanos hablantes se preocupaban más por aprender lenguas extranjeras, que podían brindar mayor «prestigio» y/o oportunidades, antes que aprender lenguas originarias; incluso discriminando por el motoseo a los hablantes de estas lenguas; mientras que los hablantes de lenguas originarias se preocupaban por aprender castellano para poder acceder a la educación, salud y hacer valer sus derechos. Así pues, el Papa Francisco recoge de Yésica y Héctor, pobladores de la Amazonía, también en el discurso de Puerto Maldonado, lo siguiente: «¡Queremos que nuestros hijos estudien, pero no queremos que la escuela borre nuestras tradiciones, nuestras lenguas! ¡No queremos olvidarnos de nuestra sabiduría ancestral!»
Los tiempos han cambiado y el MINEDU indica que es necesario fomentar el uso y aprendizaje de estas lenguas para no perder esta riqueza cultural y lingüística heredada, «porque todas las lenguas originarias son la expresión de una identidad colectiva y de una manera distinta de concebir y de describir la realidad». Asimismo, debemos reconocer los esfuerzos que se realizan para impulsar los procesos de normalización de una lengua, donde se crea un alfabeto oficial y permite la creación de materiales didácticos en lenguas originarias.
Es verdad que el MINEDU no es la única entidad institucional de la sociedad civil que se preocupa por fomentar las lenguas originarias o la creación de materiales didácticos en estas. Podemos recordar también a Demetrio Túpac Yupanqui, natural de Cusco, quien falleció a comienzos de este mes. Él realizó la traducción de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, al quechua con el título Yachay sapa wiraqucha dun Qvixote Manchamantan y dedicó su vida a la difusión de su lengua nativa. Como él, muchas personas ya están entregando sus vidas a la difusión de tan variadas lenguas.
Que la presente reflexión pueda ser una invitación para seguir desarrollando acciones de visibilización, reconocimiento, sensibilización y movilización sobre la diversidad. Que los jóvenes con lenguas originarias sigan sintiéndose orgullosos de sus riquezas, como el Papa Francisco dijo: «El mundo los necesita a ustedes, jóvenes de los pueblos originarios, y los necesita no disfrazados sino tal y cual son».
Que el Perú y sus instituciones hagan valer los derechos de todos por igual y puedan atender las necesidades particulares. Que los profesionales, sobre todo los que trabajamos con personas, se preocupen no solo por aprender lenguas extranjeras sino también lenguas originarias. Y por qué no, que la Iglesia y sus colaboradores también continúen con esa labor, siguiendo el ejemplo de tantos, como el jesuita Antonio Ruiz de Montoya que se dedicó arduamente a los indígenas traduciendo innumerables obras al guaraní. Por ahora, lamentablemente es poco común encontrar la Biblia o celebraciones eucarísticas en otras lenguas.
(*) Estudiante de psicología en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Pertenece a la pastoral universitaria «Comunidades Íñigo» y al voluntariado Magis.