Ciudad Juárez, México.- Este 17 de febrero de 2016, último día de la Visita Apostólica a México, Su Santidad Francisco arribó al Centro de Readaptación Social Estatal No. 3 para su encuentro con la población de internos. A este evento asistieron tanto los internos del CERESO, como las mujeres del CERESO femenil.
Al ingresar al penal saludó a familiares de los internos mientras estos cantaban: «Francisco, amigo. Chihuahua está contigo». El camino siguió hasta la Capilla del Penal la cual fue inaugurada por el Sumo Pontífice quien regaló un crucifijo de cristal, obra del Maestro Pierluigi Morimanno. Este regalo fue descrito en palabras de Francisco como «esa fragilidad [que] nos salva, nos ayuda, nos hace andar adelante.»
Terminada la ceremonia, el Santo Padre pasó a la explanada del penal donde 30 hombres y 20 mujeres, quienes por su buena conducta fueron seleccionados para saludar personalmente al Santo Padre. Un par de internos entregaron dos regalos a Francisco: una vasija típica de la zona y un báculo de madera.
A continuación se escuchó el testimonio de la Sra. Evelia Quintana Molina, una de las internas, quien describió la visita de Su Santidad como «un llamado para aquellos que se olvidaron que aquí hay seres humanos.» Cabe resaltar, que la transmisión de dicho mensaje se realizó en vivo en 389 penales de México y Estados Unidos y fue vista por 254 mil internos a través del canal de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
Tras su discurso, siguieron las palabras del Santo Padre. El Pontífice expresó su deseo por celebrar el Jubileo de la Misericordia con los internos: «Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia».
Asimismo, hizo una reflexión sobre el desarrollo de un sistema de «salud social» en el cual se procure la generación de una cultura que prevenga las situaciones que acercan a la población a la violencia y por tanto van deteriorando el tejido social. «El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social.» Agregó.
Francisco se dirigió a los internos pidiendo que hablaran con los suyos sobre sus experiencias y así revertir la situación actual. «Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir «experimentó el infierno», puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira no siga cobrándose víctimas.» Dijo.
De igual forma agradeció el esfuerzo de quienes laboran en el penal, de los capellanes y de los laicos y les alentó a «mantener viva la esperanza del Evangelio de la Misericordia en el reclusorio. «Nos necesitamos los unos a los otros para salir adelante. Mencionó.
El discurso terminó con las siguientes palabras: «Hermanos siempre me pregunto al entrar a una cárcel, ¿por qué ellos y no yo? y es un misterio de la misericordia divina, pero esa misericordia divina hoy la estamos celebramos todos mirando hacia adelante en la esperanza.»
Tras un momento de oración en silencio junto con los internos, el Papa se acercó a saludarles mientras una banda integrada por los mismos miembros del penal le despedía con cantos y aplausos.