En la isla griega de Lesbos, el Papa Francisco estuvo frente a los prófugos, a los refugiados, a los migrantes a todos aquellos que son los protagonistas de «la catástrofe humanitaria más grande después de la Segunda Guerra Mundial», estas son las palabras del Papa durante el vuelo que lo lleva de Roma hacia Lesbos que con pocas palabras explica que este viaje es diferente a otros, porque «este viaje en Grecia está marcado por la tristeza, es un viaje triste».
Francisco habla de la gente que sufre, que no sabe a dónde ir, que ha tenido que huir, habla de este pedazo de mar transformado en un cementerio con tantas personas ahogadas. He aquí el deseo de llevar su cercanía a tantas personas que huyen de las guerras se concreta en uno de los lugares símbolo de los dramáticos éxodos: el Papa entra a Mória, uno de los campos de refugiados más tristemente famosos. Lo acogen centenares de migrantes, niños, mujeres con el velo. A su lado el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Jerónimo, abraza a los niños, saluda a los jóvenes y recibe cartas y dibujos que el Papa dice colocará en su escritorio.
Lo acogen felices estas personas, migrantes que no son número, sino rostros y nombres, lo escribe Francisco en un tuit son imágenes de alegría en un lugar de inmensa tristeza. Para muchos de ellos, de fe no cristiana, esta presencia no tendrá un significado religioso, seguramente saben que tienen de frente la única voz que se alza en defensa de sus derechos de seres humanos, y con él, las voces de Bartolomé y Jerónimo. Tres líderes religiosos que han viajado a un lugar de frontera para recordar al mundo que no se deben cerrar los ojos delante a los sufrimientos de quien busca una vida mejor, de quien ha estado obligado a huir de situaciones de conflicto y persecución, que lo ha hecho sobre todo por los hijos.
Francisco está entre ellos simplemente -explica él mismo- para estar con ellos y escuchar sus historias. El Papa habla a los migrantes pero sus palabras son un mensaje para todos. «Sabemos por experiencia qué tan fácil es -dice- para algunas personas ignorar los sufrimientos de los otros y explotar sus vulnerabilidades, pero también estas crisis pueden hacer remerger lo mejor de nosotros «.
El compromiso y la generosidad del pueblo griego están al centro del pensamiento del Papa, lo dijo al Primer Ministro griego Tsipras en el encuentro de pocos minutos en el aeropuerto al llegar, cuando Francisco ha agradecido al pueblo griego que a pesar de la grave crisis económica demuestra solidaridad y dedicación a los valores universales. «La cuestión a los refugiados -es la cuestión que surgió en el coloquio- es un problema europeo e internacional que solicita una respuesta comprensiva que respete las leyes europeas e internacionales».
«Queda mucho por hacer» admite Francisco a los huéspedes en Mória, pero hay siempre alguien que puede dar la mano y ayudarnos. Como aquella mano que él tiende a quien, como un joven prófugo o una mujer prófuga, se inclinan a sus pies llorando y pidiendo su bendición.
«Para los cristianos el modelo a seguir es aquel del buen samaritano, aquel de su misericordia, y el llamamiento es -continúa Francisco- a mostrar aquella misericordia a aquellos que se encuentran en la necesidad». «Es una llamada a Europa», dice el Papa. Un llamamiento plenamente compartido por el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Jerónimo que están al lado del Papa Francisco para gritar al mundo esta tragedia de la crisis de los refugiados «quien tiene miedo a los refugiados, no ha mirado sus ojos, ni sus rostros» lo dice el Patriarca y «el mundo -denuncia Bartolomé- será juzgado en el modo en que ha sido tratado». «Nuestras voces están unidas -dice Jerónimo- en el condenar la erradicación, en el denunciar cada forma de devaluación de la persona humana y la bancarrota de la solidaridad y de Europa».
(Mercedes De La Torre – Radio Vaticano).