Caracas, Venezuela.- La Conferencia Episcopal Venezolana hizo público un comunicado en el que expresan su preocupación por el fuerte impacto que sobre las comunidades indígenas está teniendo la pandemia de la COVID-19. Según el episcopado, «esta situación sanitaria viene a profundizar el grave deterioro de las condiciones de vida de los pueblos indígenas en general y de los amazónicos en particular, producto de la sistemática exclusión de sus derechos a los bienes y servicios necesarios para una vida digna».
Así también cuestionaron firmemente el deficiente cuadro sanitario en estas poblaciones, lo cual se suma a la devastación de sus territorios y condiciones de vida por las operaciones del extractivismo, práctica que «bajo todas sus formas de explotación, parece decidido a destruir los territorios ancestrales de los pueblos originarios, cuyo daño es ya muy grande, en principio para los indígenas, pero también para toda la población venezolana en su conjunto».
Agregan el gran riesgo de que el año escolar se pierda para los estudiantes indígenas porque no ha funcionado el programa oficial de «Cada Familia Una Escuela» en virtud de las fallas eléctricas y la inexistencia del servicio de internet.
Esta denuncia de la Iglesia venezolana está sustentada por el trabajo que constantemente llevan a cabo a en estas zonas obras misioneras y organizaciones sociales y de derechos humanos.
En el comunicado también recogen testimonios e historias de vida de los mismos indígenas y advierten que:
1. No se conoce sobre un protocolo específico para la atención de los pueblos indígenas en caso de contagio del virus SARS-CoV-2. En algunas comunidades se realizan operativos de prevención y se exigen medidas de higiene sin garantizar el servicio de agua potable e ignorando la precariedad económica de las familias, que les impide invertir en artículos de limpieza o higiene, tan necesarios para la prevención de la enfermedad del COVID 19.
2. Los dispensarios y puestos de salud, en las comunidades indígenas, no cuentan con la mínima presencia de personal sanitario y dotación que permita resolver situaciones médicas básicas.
3. Con contadas excepciones, como el regreso a sus comunidades por río de un grupo de Yekuanas desde Puerto Ayacucho (46), muchos indígenas han quedado atrapados en las cabeceras de los municipios donde se encontraban y no existe una propuesta para volver a sus hogares.
4. En poblaciones pequeñas la cuarentena obligatoria impide a los indígenas trabajar en sus conucos y dedicarse a la pesca, reduciéndolos así al hambre y a otras consecuencias. En los lugares de mayor densidad poblacional la falta de transporte y de suministro de combustible dificulta la comercialización de los productos agrícolas, pescados y artesanías, intensificando la ya precaria realidad que viven los pueblos indígenas.
5. La situación educativa es alarmante. Desde el inicio de este año escolar, los educadores han denunciado que la falta de combustible impide a los estudiantes llegar a los establecimientos educativos. La llegada de la Pandemia agravó esta situación. El plan «Toda Familia una escuela» del MPPE es impracticable en las comunidades indígenas.
En la mayoría de ellas no hay electricidad, no hay señal de televisión ni de internet. Nos preguntamos. ¿Qué pasará? ¿Se perderá todo el año escolar? ¿La desigualdad y asimetría en el acceso a la educación retrocederá a niveles del pasado? ¡No es justo! La inacción y el silencio no pueden ser una opción de políticas públicas.
6. La impunidad está a la orden del día. La «sed del oro del sur», no tiene límites llegando a niveles de una «renovada idolatría». Esta actividad minera desbocada hace revivir dantescas escenas de incursiones violentas y armadas para oponerse a poblaciones que se resisten a ver destruidas sus tierras, sus aguas y sus culturas.
La resistencia indígena tan alabada en otros momentos, ahora, no es tolerada. Hay también que decir que algunos indígenas se siguen arriesgando al trabajo en las minas y a la posibilidad de contaminación con el virus.
Sus exigencias
Ante este panorama desolador los obispos exigen que se detenga esta barbarie, y se realice ante la Pandemia un plan de atención para los pueblos indígenas, so pena de ser partícipes de este genocidio en desarrollo.
Pero no solo se quedan con la denuncia. También proponen pensar cómo asistir a las comunidades indígenas en el caso de un confinamiento prolongado y en la etapa de Post Pandemia.
Es prioritario adelantar planes de vacunación masiva para las enfermedades endémicas ya presentes en sus regiones.
Al Estado lo exhortan a subsidiar con apoyo económico y alimenticio a las familias indígenas reducidas a la miseria y al hambre.
Por otra parte, se hace impostergable dotar a los centros de salud de lo necesario para garantizar la lucha contra el SARS-CoV-2 y las otras enfermedades típicas de la región.
Finalmente le hacen un reconocimiento al trabajo silencioso y heroico de tantos misioneros y misioneras quienes enfrentando dificultades inmensas, en medio de tantos sufrimientos y corriendo la misma suerte de nuestros hermanos indígenas, hacen presente el amor misericordioso de Dios que alimenta, cura, consuela y restablece la dignidad humana.
«Y a nuestros hermanos indígenas una vez más les recordamos que no están solos, sus anhelos y pesares son también los de la Iglesia».
Fuente: IRFA