José María Rojo*.- Nuestros inmigrantes venezolanos forman parte de los más pobres entre los pobres del país. La mayoría han optado por sobrevivir acá: conviven con nosotros, son nuestros hermanos.
-Padre, ha sido un «veneco» quien lo robó, lo vi yo. -No, lo conozco bien, es 100% peruano. Lo conozco del penal de San Juan de Lurigancho.
Así nos comentaba el nuevo obispo auxiliar de Lima, Guillermo Cornejo, un pequeño robo sufrido por él en San Juan de Miraflores. ¡Es tan fácil cargar todo lo malo a los inmigrantes!
Y es bueno no mirar hacia el otro lado, afrontar bien esa realidad de que tenemos un buen número de hermanos que nos han venido del país vecino Venezuela. Vayamos o no de acuerdo con Maduro y su política lo cierto es que para el 2019, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) reportó que la crisis en Venezuela había desplazado aproximadamente 4 millones de personas. En la actualidad, Colombia, Perú, Chile y Argentina albergan la mayor proporción de esta población. En nuestro país, a inicios del 2021 la plataforma de Respuesta a Venezolanos estimó que en los últimos años se han recibido a 1.4 millones de migrantes habiendo, por bastante tiempo, alrededor de un millón: entran legal o ilegalmente y luego tratan de regularizar.
Pensemos, en primer lugar, que es cierto: no nos han venido los más pobres ¡Ellos se tuvieron que quedar allá! No tenían cómo juntar dinero para los viajes, para las coimas, para afrontar el primer tiempo sin trabajo. Igual que los peruanos que emigraron a Europa o USA en décadas pasadas, fueron profesionales, mandos medios, enfermeras.
Eso coloca un par de inconvenientes de entrada. No pueden ellos esperar ser recibidos como «los más pobres» a quienes obligatoriamente hay que ayudar y, no tardando, son efectivamente competidores de los peruanos en determinados trabajos. Pero no nos quedemos ahí. Pasando poco tiempo, la mayoría llegan a engrosar las filas de los pobres de nuestro país. Y los encontraremos (no importan sus calificaciones) en muy malas condiciones laborales, hacinados y viviendo de cualquier manera, con hijos sin escolarizar, con graves dificultades de acceso a la salud y un largo etc.
En conjunto, nuestros inmigrantes venezolanos forman parte de los más pobres entre los pobres del país. Y el coronavirus jugó totalmente en su contra: devolvió al desempleo a los que empezaban a situarse, expulsó de sus viviendas a quienes no podían pagar, complicó su situación en educación y en salud.
Veamos el caso de la Educación. Un 74% de los niños de la diáspora venezolana en Perú no asiste a educación inicial, un 54% no va a primaria y un 60% no está matriculado en secundaria. No hablemos de la universidad a la que el 99% de los migrantes venezolanos de 17 a 25 años en Perú no tienen acceso. Unesco señala que, aunque en Lima antes de la pandemia había 339 colegios habilitados para recibir a migrantes, el Ministerio de Educación calcula que, en la capital, 37 400 venezolanos no están cubiertos por el sistema educativo.
Para otros datos nos basamos en una encuesta seria, dirigida desde la ONU:
– Alimentación: solo un tercio de las familias venezolanas afincadas en Perú come tres veces al día (32%), en tanto que 61% comen solo dos veces por jornada y 7% una vez. Y es que, en cuanto a ingresos, 70% de los venezolanos gana menos del sueldo mínimo oficial mensual.
– Vivienda: un 77% de los hogares venezolanos vive en situación de hacinamiento, en contraste con un 33% de los hogares peruanos. Y muchas familias han sido desahuciadas en los últimos meses.
– Salud: También representa un grave problema, ya que el 74% de los hogares venezolanos no cuenta con un seguro de salud y el 51,2% de las embarazadas no recibe control prenatal.
La xenofobia también ha sido un factor clave, ya que, por el simple hecho de ser venezolanas o venezolanos, se les hace casi imposible acceder a servicios básicos como educación, salud o incluso el alquiler de viviendas. El 45% indicó que ha sufrido de estos episodios, o algún miembro de su familia también. De hecho, las niñas y adolescentes migrantes venezolanas sufren una triple discriminación: por su género, por su edad y por su nacionalidad. Esto las lleva a estar más expuestas a explotación sexual, trata de personas y todo tipo de sexualización.
Cierto que unos cuantos miles se han visto obligados a volver a su país a raíz del coronavirus y sus consecuencias. Más de 50 mil venezolanos han pedido al Consulado de Venezuela acogerse al plan «Vuelta a la Patria» destinado a repatriar a los compatriotas en condición vulnerable y ello hizo realidad, hace muy poco, el regreso de 221 de ellos. Pero la mayoría han optado por sobrevivir acá: conviven con nosotros, son nuestros hermanos.
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(*) Miembro del Observatorio Socio Eclesial «Signos de los Tiempos», socio de APC-SIGNIS Perú
Redacción La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo – Universidad Antonio Ruiz de Montoya