Por: Milán González.- La visita del Papa Francisco en enero del 2018 ha puesto sobre la mesa dos cuestiones interesantes sobre nuestro país: por un lado, una manifestación libre, cariñosa y masiva de fieles católicos; y por otro lado, el sentimiento que hay esperanza, renovada y con rostro joven. Pero no basta decir esto y quedarnos con una consolación que puede ser engañosa.
Esta visita papal nos plantea varios temas para mirar con atención, dialogo y discernimiento. Vamos a centrarnos en las preguntas que el Papa Francisco dejó a los jóvenes peruanos el domingo 21 de enero en la Plaza de Armas de Lima: ¿Qué tengo en mi corazón que me confió el Señor? ¿Cuánto amor tengo yo en mi corazón? Y si este amor es mucho, poco o «no sé si es amor». Porque desde el amor y una mirada amorosa, cada persona y cada joven, podría vivir las Bienaventuranzas que el Papa propone como «un camino nada fácil pero apasionante, es un camino que no se puede recorrer sólo, hay que recorrerlo en equipo, donde cada uno puede colaborar con lo mejor de sí.»
Entonces, ¿Por qué necesitamos del amor? ¿Cómo cada joven traduce ese amor en sus palabras y acciones? Podemos responder por partes citando nuevamente al Papa cuando dijo que «no podemos hacerle «photoshop» a los demás, a la realidad, ni a nosotros… el corazón no se puede «photoshopear»». Una mirada atenta y misericordiosa de los demás, la realidad y nosotros mismos es vital en el contexto actual; lleno de hechos y de episodios que duelen, desgastan y quitan la esperanza a muchos, en especial a los más jóvenes y a los más vulnerables.
No «photoshopear» a los demás es aprender a convivir, a respetar la dignidad de los demás, a ser empáticos y también superar estereotipos, prejuicios y dogmatismos que en muchos casos reducen a las personas a caricaturas y objetivos sin valor. ¿Qué pensamos y que decimos cuando una minoría reclama por sus derechos, por ejemplo, si son de una orientación sexual diferente o son de algún pueblo originario desconocido? Aunque entre los jóvenes la tolerancia y la aceptación se dan más orgánicamente, estructuralmente muchas vidas siguen encorsetadas y muchos pueblos olvidados.
No «photoshopear» la realidad es mirarla detenidamente, con afección y compasión, a pesar de todo el dolor y desconcierto que genera. No podemos olvidar casos terribles como el de Jorge Luis Huamán y Jovi Herrera, jóvenes que murieron calcinados en un contenedor en Las Malvinas en junio del 2017, trabajando de lunes a domingo, doce horas diarias, todo por 50 soles semanales. Tampoco el reciente caso de Jimena Vellaneda, niña de 11 años violada y quemada, destruyendo por completo una familia. No «photoshopear» es comprender qué hay detrás de cada caso: injusticias de todo tipo y deshumanización.
No «photoshopear» la propia vida, y en especial la vida de cada joven, es buscar permanentemente y con ánimo las raíces que den sostén, identidad y permitan soñar con libertad, creatividad y responsabilidad. Esta etapa llamada juventud, que está entre la adolescencia (condición natural) y la adultez (condición cultural), es toda una oportunidad para tomar el pulso y fijar la mirada en cosas que le den sentido a cada vida, a la construcción permanente de cada persona y desde la fe a buscar en cada corazón aquello que Dios puso.
Todo esto, con sus sumas y restas, son parte de la búsqueda de autenticidad, palabra tan falseada y mercantilizada en la actualidad. El antropólogo social Carles Feixa dice en una entrevista: «la gran contradicción de nuestra sociedad es que los jóvenes quieren ser adultos y no les dejan, y los adultos quieren ser jóvenes y no pueden».
Si algo distingue a la juventud o juventudes, ahora como categoría en revisión, es su inestabilidad en diferentes áreas y espacios: educativa, laboral, emocional, vital, etc. Entonces, lo que cada joven lleve en su corazón, aun siendo solamente una idea, ya es una idea poderosa que moverá todo su imaginario, sus apuestas y sus propios límites. El Papa Francisco invita a dejar hablar a Jesús en cada corazón, pasar del «no sé si es amor» a ser Buena Noticia.
Finalmente, nos preguntamos ¿Cómo ser Buena Noticia en cada lugar, con cada persona y en cada situación que vivimos? ¿Dónde poner la mirada y sobre todo la escucha atenta para seguir ese camino de las Bienaventuranzas? Existen otros Jorge Luis, Jovi o Jimena que tal vez conocemos, vidas que son destruidas o quedan desfiguradas y nosotros seguimos de espectadores. La vida no es como el ‘estado’ de WhatsApp, instantáneas que reducen todo a segundos. La vida es aprender a crecer, decidir, equivocarse, enamorarse, tender la mano, etc.; eso es más auténtico desde el corazón como propone el Papa.
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Iniciativa Eclesial 50° VAT II
Compartido por Diario La República, Perú.