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Ni santos, ni difuntos: cristianos y ciudadanos ejemplares

Por: Eva Boyle Bianchi

 

Los días 1 y 2 de noviembre son especiales de celebración. El 1 la Iglesia católica celebra el día de Todos los Santos instituida en honor a aquellos hombres y mujeres que han dedicado su vida a seguir el ejemplo de Jesucristo y son declarados así, después de un proceso de canonización.

 

La Conmemoración de los Fieles Difuntos, llamada Día de los Muertos, es una celebración cristiana que tiene lugar el día 2, en ella se ora por aquellos que ya no están físicamente entre nosotros.

 

Recuerdo estas dos fechas porque en nuestra vida cotidiana encontramos personas que se esfuerzan por seguir las enseñanzas de Jesucristo, pero no van a ser oficialmente «santos». Cuando ellos mueran, van a ser recordados por sus familiares y amigos, pero no van a ser canonizados. A ellos les llamo cristianos ejemplares.

 

¿Por qué cristianos ejemplares? El serlo implica vivir en comunidad con otras personas procurando una convivencia armónica y pacífica. Significa también identificarse como un ciudadano que conoce sus derechos, pero especialmente sus deberes y participa activamente en su comunidad. Un cristiano ejemplar se comporta como un ciudadano ejemplar, sus actos son de servicio y solidaridad a su prójimo. Pone en práctica los valores y son reconocidos por su entrega a los demás. Su fe ilumina su comportamiento.

 

De igual manera, su relación con los demás, aún si hay conflictos, es dialogante y de cooperación; no discrimina, no segrega demostrando que practica la fraternidad. No agrede e injuria a los que contradicen lo que piensa o cree. Procura aportar para construir una sociedad en la que todos puedan tener posibilidades y vivir en paz. Son aquéllos que cuando emprenden una tarea la hacen lo mejor posible y no lo publican. Son un ejemplo para la comunidad en donde viven. La mayoría conserva su anonimato.

 

De otro lado, hay personas que se declaran seguidores y seguidoras de Cristo, que mencionan en sus discursos hasta textos de la Biblia y luego los vemos haciendo lo contrario a las enseñanzas de Jesús. Son personas que señalan lo que está «mal» en los demás cuando ellos hacen lo mismo.

 

Como ejemplo mencionaré uno de los principales problemas que afecta a nuestro país: la corrupción. En septiembre Proética presentó la X Encuesta Nacional sobre Percepción de la Corrupción, la cual permite apreciar que una de cada cinco personas opina que no se debe condenar a los funcionarios corruptos si hacen obras que benefician a la población.

 

También casi la mitad de la población piensa que es necesario algo de corrupción para facilitar el crecimiento de la economía, así como para facilitar los trámites y procedimientos en las instituciones públicas. Lo que llama la atención es que entre los encuestados había gente de fe, esto nos llama a hacer una revisión profunda de nuestras creencias para darnos cuenta de lo incoherentes que podemos ser.

 

Indignémonos como Jesús ante los mercaderes del Templo y asumamos que tenemos algo que hacer desde nuestras comunidades de fe porque sabemos que este mal causa el sufrimiento de mucha gente y no permite hacer las obras necesarias para el desarrollo de nuestro país. No somos ni santos, ni estamos aún muertos, pero si podemos esforzarnos en ser cristianos y ciudadanos ejemplares.

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Iniciativa Eclesial 50° VATICANO II