Por Virginia Bonard-SIGNIS Argentina
En una preciosa alianza conceptual-episcopal, el cardenal Daniel Sturla SDB, arzobispo de Montevideo (Uruguay), citó en su alocución semanal por Radio Oriental al arzobispo Víctor Manuel Fernández, quien recientemente asumió la titularidad de la arquidiócesis de La Plata, Argentina:
«Sin embargo, no me atrevería a salir a festejar por el ‘no’ al aborto, porque creo que ni los legisladores ni la sociedad en general pueden irse a dormir tranquilos. Todavía no se ha discutido cómo haremos para acompañar los embarazos no deseados, para ayudar a las mujeres con problemas a no tener que llegar al extremo del aborto, para facilitar la adopción, para prevenir el embarazo adolescente, para fomentar una paternidad responsable, para mejorar el acceso a la salud de las mujeres pobres (son muchas más las que mueren por llegar al parto desnutridas o enfermas que las que mueren por aborto)… Si para algo sirvió este debate, es para reconocer las tareas pendientes». (Inicialmente publicado en el muro personal de Facebook de monseñor Fernández).
El tratamiento en el Congreso argentino de la legalización del aborto previsiblemente traería resonancias en países hermanos en toda paleta de opiniones y puntos de vista. Tal es el caso de esta intervención radial del cardenal Daniel Sturla. Destacamos algunas de sus expresiones:
• «Predomina una cierta desazón por el pronunciamiento del senado argentino, con algunos títulos muy sugestivos».
• «Como pasa siempre con el tema del aborto, se encrespan las posturas y también se dicen una serie de falacias. Ni qué decir cuando se habla de números y de la cantidad de abortos que se manejan; se dan con total desparpajo cifras absolutamente agigantadas».
• «El tema de fondo es si lo que existe en el vientre de una mujer que ha concebido es solamente un montón de células, una parte de su cuerpo o -como la ciencia nos demuestra fehacientemente- una nueva vida. Una vida humana con su carga genética propia, una individualidad única e irrepetible y que por tanto tiene el derecho a la vida, que es el primero de los derechos humanos».
• «Cuando se levanta el dedo acusador contra la Iglesia que defiende la vida. Y en esto se unen, una cierta izquierda con un liberalismo de tinte jacobino, que no reconoce que detrás de ellos hay poderosísimos intereses económicos, grandes magnates, grandes empresas. Y quizá, como algunos sostienen, la factibilidad o no de préstamos internacionales a los estados que adoptan determinadas políticas de población».
• «La Iglesia nuevamente ha salido a la defensa de la vida en Argentina, como lo hace y la hará en todos los países, siendo mayoría o minoría. Lo ha hecho públicamente en el marco de la sociedad plural y democrática, comprometida con la defensa de los derechos humanos y proclamando, al mismo tiempo, los deberes que todo cristiano tiene en la vida pública y privada».
• «¿Se blandirá con la resonancia mediática con la que se han manejado los pecados y abusos de los clérigos para tapar la boca de la Iglesia? (…) La Iglesia sufre por esta herida, ha pedido perdón y ha aprendido la lección, en medio de un malestar sin dudas creciente de la opinión pública».
• «La Iglesia no se puede callar, como no se calla hoy en Venezuela o en Nicaragua, ante los atropellos del poder. O como lo hizo para subsistir, de forma clandestina, en los países comunistas del este europeo, donde en algunos de ellos llegó a estar absolutamente prohibida».
• «Nos planteemos qué estamos haciendo en todas estas causas que tienen que ver con la salud total de la mujer que se encuentra ante la maternidad en condiciones que a veces son muy difíciles».
• «Que este debate nos ayude, no a encresparnos nuevamente con el tema, sino a buscar soluciones; soluciones que busquen la defensa de la vida de la madre y del niño por nacer».