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Miguel Ángel Gullón, un sacerdote que acompaña la lucha social de los campesinos de El Seibo

Por Tania Molina*.- Sin más armamento que su fe en Dios, el sacerdote dominico Miguel Ángel Gullón libra una ardua batalla para hacer valer los derechos humanos de los residentes en una empobrecida comunidad del Este del país que padecen de todas las carencias.

Su Goliat es un gigante clonado que se les aparece en los caminos inservibles de las pequeñas localidades rurales de la provincia El Seibo, en la falta de empleo y la deficiencia en los servicios de salud, educación y, sobre todo, en las amenazas de desalojo que se ciernen sobre los campesinos.

El Seibo, con su principal municipio, Santa Cruz, a 147 kilómetros de distancia de la capital dominicana, ocupa el quinto lugar entre las diez provincias más pobres del país, con el 70.7% de hogares pobres, según el último Mapa de Pobreza de República Dominicana elaborado por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo en 2014.

La voz del sacerdote se hace eco de las demandas de un pueblo que aspira a que se respete su dignidad humana. No teme salir a las calles a protestar o, desde su espacio en la emisora católica Radio Seibo, demandar la atención que reclaman los residentes en el área de las parroquias en las que ejerce su misión sacerdotal.

Su imagen, cargando a la altura del pecho a un Cristo crucificado quedó expuesta al mundo en algunos medios periodístico a mediados de este año, cuando se apostó junto a los pobladores de Mata de Palma, a los que destruyeron los cultivos para presionarlos a dejar las tierras que habitan.

Su figura salió al frente entre los comunitarios que en febrero de este año protestaron en las calles demandando «un hospital terminado con lo necesario para que brinde buenos servicios». También reclamaban «una planta de tratamiento de aguas residuales, el asfaltado de los caminos vecinales, el traslado de la cárcel, la construcción de una universidad y justicia para todas las familias desalojadas brutalmente por el Central Romana».

El Central Romana, un emporio azucarero del Grupo Fanjul, que se define a sí misma como la empresa privada agroindustrial y turística «más importante del país», opera en la región Este.

La comunidad que colinda con sus cañaverales, y Gullón junto a ella, le atribuye destruir las casas de 80 familias en las comarcas Villa Guerrero y Los Cajuilitos.

El sacerdote y los comunitarios mantienen una lucha en la que tienen de frente a los Vicini, cabeza del grupo empresarial más influyente de República Dominicana, ahora conocido bajo el emporio INICIA, dueño del Consorcio Azucarero de Empresas Industriales (CAEI), también con operaciones en la región Este.

«Estos dos emporios de poder económico y político (los dueños de los ingenios Central Romana y CAEI) están amenazando de muerte a los líderes comunitarios en Pedro Sánchez y Mata de Palma», según el sacerdote católico.

Gullón llegó a República Dominicana hace 18 años, cruzando los océanos que le separaban, no solo de Caravia Baja, la comunidad española de Asturias que le vio nacer un 23 de junio del 1969, sino de Pilar y Ángel, unos padres amorosos que le cuidaron y se empeñaron en que a él y a su hermana María Jesús no les faltara lo necesario para desarrollarse.

Se formó con apenas 14 años de edad, en un colegio que los Dominicos de la Virgen del Camino tenían en la provincia de León, bajo la influencia de los frailes de las Comunidades de Caleruega, Villava, Valladolid, Salamanca y Babilafuente. Allí compaginaba los estudios y la misión pastoral.

A suelo dominicano trajo la experiencia acumulada en la Comunidad de Babilafuente, donde le enseñaron a «poner en práctica lo aprendido, a saborear el trabajo compartido, a disfrutar del encuentro con los más sencillos, a soñar con quemar las velas y cruzar el océano».

Cuando llegó a Dominicana en 1999, inició su labor pastoral en la Parroquia Santa Catalina de Siena del Ensanche Isabelita, una de las empobrecidas barriadas del municipio Santo Domingo Este, en la capital.

«Participé en la fundación de La Asociación Acción Verapaz, que articula el trabajo de la Familia Dominica (frailes, hermanas y laicos) en justicia y paz con numerosos proyectos en República Dominicana y en Haití. Gracias al acompañamiento de Caritas y de la reflexión compartida con líderes de la Comunidad surgió la idea de paliar tanta necesidad en el área de la salud».

Junto al Secretariado de Misiones «Selvas Amazónicas», la Asociación Acción Verapaz, la Fundación Anacaona y la ayuda de otras instituciones y familias amigas nació el Dispensario Médico «Santa Catalina de Siena» el 21 febrero de 2003 en el barrio «La Isabelita» de Santo Domingo.

Primero fueron la farmacia y las consultas de medicina general; luego llegaron las consultas de pediatría, odontología, ginecología, cardiología, oftalmología, sonografía y el laboratorio de análisis clínicos.

El programa llegaba a una población inmensa que acudía de todos los barrios de la región oriental. «La parroquia abría sus puertas desde un precioso ecumenismo a personas de todos los credos y procedencia social», narra.

Para 2004, el sacerdote se lanza a lo que sería un calentamiento para la misión que le vendría después. Libró una fuerte lucha acompañando a 30 familias de la parroquia que sufrían amenazas de desalojos. «Logramos que estas familias sigan viviendo en el mismo lugar hasta hoy», dice.

En 2005, Gullón pasa a la comunidad Dominicos, de El Seibo. Junto a la Familia Dominica, Acción Verapaz y personas comprometidas de ese lugar, ha impulsado la realización de varios proyectos comunitarios: el Centro de Salud «Fr. Luis Oregui», la Escuela «El Rosario», el Proyecto de Agricultura «Virgen de Covadonga» y Radio Seibo.

Pero eso es un pequeño paliativo en una comunidad con tantas carencias. Por eso, durante el año pasado, y en este, el padre decidió salir a las calles a protestar junto a los comunitarios que demandan atención del gobierno del presidente Danilo Medina.

Al mandatario le dirigieron una comunicación explicando sus reivindicaciones para con su dignidad humana, la cual fueron a depositar en procesión al Palacio Nacional.

Pero el mayor de los gigantes es la falta de tierra. «Nuestra provincia de El Seibo está empobrecida porque la tierra está ocupada por el Central Romana y los Vicini. Por esta sencilla y poderosa razón nadie tiene tierra para sembrar o para pastos de los animales, tampoco para construir su casa.

La ciudad de Santa Cruz de El Seibo tiene la caña de azúcar hasta la puerta de sus casas. No hay posibilidad de expansión habitacional. Tampoco hay terreno para construir una Universidad», dice.

«Debido a la falta de tierra no hay empresas que faciliten fuentes de trabajo dignas. Pero la esperanza está naciendo en la comunidad, una esperanza enraizada en una profunda fe en el Dios de la vida que quiere la felicidad para todos», añade.

Aunque se enfrente a gigantes, el padre ya no teme, porque tiene ángeles que le cuidan desde el cielo. Uno de ellos es Chantal, una niña de 12 años, que se fue al cielo empujada por un «xeroderma pigmentoso» que no tenía cura.

En tierra, cuenta con el apoyo de sus superiores. «Monseñor Nicanor Peña, obispo de esta Diócesis de Nuestra Señora de la Altagracia, Fr. José Hernando, Vicario del Vicariato Pedro de Córdoba, y Fr. Jesús Díaz, Prior Provincial de la Provincia de Hispania conocen de esta historia de luchas que viene de muchos años atrás cuando era más difícil y peligrosa que ahora».

«También -prosigue- el apoyo de la Conferencia Interprovincial de los Dominicos de América Latina y el Caribe (CIDALC) así como de Fr. Mike Deeb que es el Promotor de Justicia y Paz de la Orden y Delegado ante la Naciones Unidas (ONU)».

¿No siente temor de pensar que sacerdotes como Christopher Hartley Sartorius y Pierre Ruquoy terminaron teniendo que salir del país?

Soy un integrante más de la Familia Dominica, del equipo de Radio Seibo y de la Asociación Acción Verapaz. Todo lo hacemos en equipo y en familia dialogando democráticamente en los valores del respeto y la tolerancia. Siempre nos damos la fuerza y aliento necesario para seguir adelante en medio de las dificultades, las tentaciones y los miedos.

¿Qué final cree que tendrá su lucha?

Nuestra lucha pudiera parecer infructuosa y con un final de derrota conocido. Alguna vez lo pensamos y somos muy conscientes de lo que puede pasar porque así ha sido siempre. Pero ahora tenemos mucha esperanza porque sabemos que Dios está de nuestro lado, camina con nosotros y quiere que sigamos con fe en esta lucha por la dignidad de tantas personas que están sufriendo esta dominación y esclavitud. El miedo que teníamos al principio se ha tornado en valentía. ¿Qué final?, el restablecimiento de la dignidad de las personas en hechos tan concretos como que las familias recuperen su casa, tierra y trabajo. Se trata de un proceso delicado que está en las manos de Dios. Por eso tenemos la plena confianza en nuestra victoria que nos dará toda la fuerza para que impidamos que se vuelvan a dar estas injusticias.

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* Tania Molina, periodista de República Dominicana, miembro de SIGNIS RD