“Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses…” (Laudato si’, Papa Francisco, 2015)
Uno de los primeros recuerdos de la vida escolar, que guardamos como un tesoro en la memoria y el corazón, se relaciona con los símbolos patrios. Las notas del himno nacional, los colores de la bandera, el escudo, los nombres quienes marcaron nuestra historia. Así nace, se forma y desarrolla el sentido de pertenencia a una misma nacionalidad, que con diversidad de culturas, costumbres y tradiciones, responde a un mismo suelo llamado Patria.
Tras una jornada electoral intensa, en la que cumplimos con el deber cívico de elegir a nuestros gobernantes, debemos volver la mirada a lo inmediato. Volver los ojos a la familia, los amigos, al vecino, al compañero que junto a nosotros trabaja por el presente y el futuro de todos. Reconocer en el otro el esfuerzo y la voluntad para continuar dando lo mejor, en medio de una crisis sanitaria, económica, política y ética sin precedentes.
Como ecuatorianos debemos encontramos caminando juntos, compartiendo, construyendo, soñando, más allá de las discrepancias ideológicas o de preferencias políticas aún en disputa. Y es allí donde la presencia, la compañía, la cercanía, la sonrisa, el abrazo, el saludo, nos recuerdan que la vida sigue más allá de lo electoral y trasciende hacia lo humano. Esos gestos y actitudes nos permiten retomar el aliento y la fuerza para continuar trabajando en el proyecto de una nación justa, solidaria y equitativa.
Solo cuando estemos en capacidad de poner un límite a las diferencias y reconocer la dignidad de los demás, las necesidades y preocupaciones de quienes piensan, sienten y viven en condiciones distintas, podremos aspirar a un verdadero progreso como país. Una sociedad de justicia y paz. Es tiempo de cuestionar y superar aquello que causa división y genera odio. Necesitamos del aporte de todos para crear el país y el mundo que soñamos y que recibirán las futuras generaciones.
Recordando el terremoto del 2016, aún están las imágenes de niños, jóvenes y adultos gestionando donaciones y enviando desde los lugares más alejados víveres y medicinas a los hermanos afectados en la Costa ecuatoriana. La pandemia del covid 19 podría ser recordada en los hechos más trágicos y nefastos, o bien desde la valentía y el esfuerzo de tantos hermanos que han ofrecido, sin descanso, lo mejor de cada uno para salvar vidas, entregar alimentos, cuidar enfermos, etc. Los difíciles momentos que hemos superado como país, son la prueba tangible de que los ecuatorianos somos generosos, trabajadores, solidarios y honestos.
Esto no quiere decir que olvidemos la corrupción e impunidad y todas las atrocidades cometidas. Todo lo contrario, debemos exigir justicia.
Tenemos la opción de revivir una y otra vez los episodios que han fracturado y destruido al país o podemos priorizar las experiencias que nos han acercado. Es la hora de tender puentes, de estrechar las manos, de caminar juntos para derribar muros. Hay mucho que nos une como un pueblo con identidad propia, que aquello que nos separa. Todos somos ecuatorianos. Todos somos hermanos y esperamos un futuro de todos y para todos. ·
Carta de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz
Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe