José María Rojo García (*).- Escribo con un pie en cada orilla del charco: uno en Perú, donde he pasado más de la mitad de mi vida y el otro en España, donde nací y donde vivo desde hace cuatro años…
Ayer mismo me decía una amiga peruana: «Hace tiempo que no oigo hablar nada de las inundaciones de Perú…» «Amiga, eso hace mucho tiempo que dejó de ser noticia en España, le dije, no importa si murieron muchos o pocos, ni si hay miles sin casa donde poder cobijarse… Lo de Colombia duró un poco más –no mucho- pues fueron más de 300 muertos en Mocoa, en una sola avalancha… Lo otro ¡ya no es noticia, no vende!».
Por desgracia así es. Y a uno le duele. Pero la cosa es más grave y lo vivo a diario. Van algunos ejemplos recientes:
-Desde hace unos 15 días vienen sucediéndose muertes colectivas en la República Centroafricana. Ahora les ha tocado a los musulmanes, asesinados a sangre fría por los «antibalakas» (milicias cristianas). Y no son noticia aquí en España estando de Obispo en Bangassou, capital de la zona, el comboniano español monseñor Aguirre, quien se está jugando la vida a diario defendiendo a los musulmanes, junto con el cardenal de Bangui, D. Nzapalainga, originario de la zona. ¡No es noticia! Son negros africanos los que mueren enfrentados unos contra otros. No importa si hay niños…
– Yihadistas asesinan a 28 cristianos coptos en un autobús en Egipto, al negarse a abjurar de su fe. Salió en los telediarios dos días, ¡ya nadie lo menciona, son africanos!
– Docenas de asiáticos y africanos, que tratan de llegar en «pateras» a las costas europeas, mueren cada semana en el Mediterráneo. Más de 5,000 en el 2016 (14 por día de promedio). Y sigue aumentando: 1,200 había ya en los 3 primeros meses del 2017. Son emigrantes y refugiados huyendo del hambre y de la guerra. Salen en las noticias una o dos veces, no más.
-22 personas han muerto y otras 59 han resultado heridas en atentado al salir de un concierto en Manchester, el lunes 22 de Mayo. Desde ese día no ha dejado de ser titular. Ayer, día 28, aparecía aún en TVE con un amplio reportaje. El atentado yihadista –contra niños, adolescentes y jóvenes especialmente- es horrible, incalificable, por supuesto. Pero los muertos son blancos y europeos, la noticia sigue vendiendo…
Basta con esos botones de muestra. Y hay que morderse la lengua pues si uno dice que «a muchos más matan en otros lugares y no se dice nada», lo miran como raro y lo tildan de insensible, cuando menos. Pero es la pura y cruda verdad: Los muertos no valen todos igual (tampoco los vivos, por supuesto).
Y los comunicadores lo sabemos muy bien: hay una escala por categorías, donde cuenta la geografía, la raza, la coyuntura, etc. Y entonces se necesita distinto número de muertos para que sean noticia o para que la noticia se mantenga algún día más.
Y, volviendo al comentario de mi amiga, el Perú no está tan bajo como África pero sí bastante abajo en el ranking: nuestros muertos no valen mucho, máxime si son muertos del pueblo, del común. (Con perdón, tampoco valían mucho los indígenas de la sierra y la selva asesinados o desaparecidos en la época del terrorismo hasta que sucedió lo de Tarata…)
Sí, ya sé que poco pueden ustedes hacer desde ahí para cambiar el chip de los europeos y su escala de valores. Tampoco yo mucho desde acá, pero debemos tener otros criterios distintos ¡y no callarnos sin más!
Para los cristianos la dignidad de toda persona está por encima de cualquier consideración, toda vida es sagrada y –por el mismo motivo- todo muerto merece el mismo respeto y la misma consideración. Más aún, creemos los cristianos en un Dios que no es imparcial, que optó y opta por el pobre, el humilde, el excluido, el descartable o descartado… un Dios para el que «la vida de los pobres es preciosa ante sus ojos» (Salmo 71).
(*) José Mª Rojo G. es sacerdote y teólogo; Superior General del Instituto Español de Misiones Extranjeras
Iniciativa Eclesial 50° VAT II
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