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Loreto en el espejo de un estado indolente

Por: Manolo Berjón y Miguel Ángel Cadenas*.- El COVID-19 nos ha recordado que una «economía extractivista» genera perjuicios al planeta. La deforestación, las energías provenientes de combustibles fósiles y la pésima calidad del aire en las ciudades son algunos de los problemas. La pandemia nos abre los ojos para una «economía del cuidado».

Las dos obras más importantes en Loreto, anteriores a la pandemia, son un puente y un hospital, ambos inconclusos. El puente sobre el Nanay ejemplifica el extractivismo: una más que probable carretera hasta la frontera con Brasil y Colombia. Atravesará territorios indígenas, provocará deforestación, invasión de foráneos, fragmentación y destrucción de ecosistemas. El otro ramal proyectado unirá Iquitos con la costa peruana. De paso, posiblemente «conectará» el lote petrolero 192 en Loreto, maquinaria de contaminación y desestructuración de pueblos indígenas. ¿Se imaginan quiénes estarán más interesados en esta carretera?

Además de fragmentar los territorios, las carreteras sirven para la expoliación de recursos naturales. El COVID-19 ejemplifica que los ecosistemas naturales invadidos son el caldo de cultivo para que los virus salten a los humanos. Cada vez más investigadores señalan que el próximo virus puede salir de la Amazonía. Es decir, la intervención extractivista nos acarreará nuevas pandemias.

De otro lado, un hospital inconcluso nos señala la indolencia del Estado que no supo, o no quiso, prepararse para lo que se venía. Añadimos el elevado número de personal sanitario contagiado y muerto en Iquitos por falta de medidas de seguridad adecuadas. El grado de sufrimiento que soporta Iquitos raya lo indecible.

El hospital se terminará, esperemos. Pero esta pandemia también nos ha enseñado a ser un poco menos soberbios. No todo ha sido biomedicina. Estamos pensando en las plantas medicinales. Y acá conviene recordar dos cosas: primero, exigimos que el MINSA reconozca públicamente el papel de las plantas medicinales en esta pandemia. Sería una inyección de autoestima para la población indígena (incluida mucha clase media urbana); segundo, es una invitación a continuar investigando en serio por parte de universidades y organismos competentes.

Una de las condiciones de la economía del cuidado es la proximidad. Iquitos es una ciudad de 600 mil habitantes, en continuo crecimiento, donde gran parte de la comida proviene de la costa peruana o del departamento de San Martín. Esto aumenta nuestra dependencia y vulnerabilidad alimentaria. Hay que pensar en el mercado local. De acá extraemos dos convicciones: trabajar la proximidad y la configuración espacial de la Amazonía. El Estado propicia la migración de las comunidades a la ciudad donde se pierde calidad de vida. Hay que invertir más y mejor, con inteligencia, en las comunidades, en la proximidad. Servicios educativos, sanitarios o internet de calidad ayudarían mucho.

Los mismos que nos embarcaron en una economía extractivista nos repiten ahora la importancia de lavarnos las manos. Más del 40% de los ciudadanos de Iquitos, y la casi totalidad de las comunidades, carecen de agua potable en sus casas, pese a que se gastó más de S/. 800 millones en un sistema de agua ejemplar. Nos topamos con la corrupción, otra lacra que mata gente.

¿En qué pensaban las «fuerzas vivas» de Loreto antes de la pandemia? Es hora de cambiar. Debemos pensar en una economía del cuidado mutuo. Los mismos que proyectaron el puente son quienes han insultado por las redes a las personas de la periferia de Iquitos porque no respetaban el confinamiento: unos desde nuestras casas bien equipadas, y otros en una periferia olvidada. Un trato adecuado a la basura y atención a las aguas residuales serían otras obras propias de una economía del cuidado.

Concluimos con las palabras del Maestro: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?».

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* Misioneros Agustinos en Iquitos, Perú

Redacción La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo – Universidad Antonio Ruiz de Montoya.