Puebla, México, 31 de mayo (EVARED/ANF).- Hace 30 años, el sacerdote franciscano Leonardo Boff fue invitado a callar por el Vaticano. Es lo que se denomina elegantemente «silencio obsequioso». El motivo de aquella «santa» censura fue el contenido cuestionador de su libro: «Iglesia, Carisma y Poder». Un año después, las presiones sobre la Iglesia consiguieron que le fuera suspendida dicha prohibición. Ya podía volver a expresarse públicamente.
Sin embargo la tensión entre Boff y la jerarquía eclesiástica yacía irresuelta, de modo que en 1992, él mismo decidió abandonar el sacerdocio. Pese a ello, el brasileño sigue considerando que aquella es su «casa espiritual» y en los hechos, con el ascenso del Papa Francisco, se ha producido una sonada reconciliación entre el teólogo de la liberación y la Santa Sede.
Este lunes 30 de mayo, Leonardo Boff dio una conferencia magistral en la Universidad Iberoamericana de Puebla. Estuvimos en la primera fila tomando apuntes. En las casi tres horas en las que el disertante se mantuvo de pie a sus 78 años, recuperamos para ANF las anécdotas más divertidas sobre su relación con los poderes vaticanos. El acercamiento con la institución que lo condenó al silencio en 1985, estuvo marcada por la notable afabilidad del Papa Francisco, y la cercanía cultural entre Boff y el argentino.
1. Y, al fin, el Papa lo mandó a llamar. Le pidió que lo ayudara a redactar la próxima encíclica, una que versaría sobre nuestra «casa común», es decir, el planeta. Aún lastimado por la hostilidad de los predecesores de Francisco, Boff le dijo que mejor no, que si por ahí cerca andaba Ratzinger (el renunciante Papa Benedicto XVI), prefería no ocasionar molestias. La respuesta del Pontífice fue directa: «Leonardo… el Papa soy yo».
2. Se abrió entonces la línea de cooperación. Boff cuenta que le envió sus libros, pero que luego rectificó tal conducta: «Me di cuenta de que no hay que mandarle libros al Papa, el Papa no tiene tiempo. Lo mejor es enviarle frases». Y así se modificó el «modus cooperandi».
«Lo más increíble es que las puso, puso todas las que le mandé, incluso una que le mandé de broma». ¿Cuál es el párrafo-chiste de Boff en «Laudato Si»? Él la recuerda bien. Es uno donde se cuenta que San Francisco de Asís reservaba un espacio en su huerto hasta para las malas hierbas, bajo la idea de que incluso ellas, por ser creación divina, tenían derecho a un lugar entre lo existente. Hierba mala no solo que nunca muere, sino que tiene garantizado su florecimiento en las viñas del Señor.
3. Leonardo Boff considera que el Papa Francisco, «a pesar de ser argentino», es «una de las más grandes creaciones de la Humanidad» (más risas y memorias sobre la rivalidad futbolística varias veces desplegada entre el Maracaná y el Monumental).
Boff dice que Francisco no ha llegado a Roma para impartir doctrina, sino para mostrar actitudes que rescatan lo mejor de la tradición de Jesús, consistente en predicar con el ejemplo. Lo del Papa son entonces más gestos que regaños, es un modo tierno de sugerirnos cómo vivir. Y entonces brota la anécdota. Boff recuerda sonriente que él fue condenado por haber escrito un libro en el que critica a la jerarquía eclesiástica, pero que el actual Papa ha dicho cosas más fuertes. «Si comparamos lo que yo digo en mi libro y lo que ha dicho Francisco de algunos obispos, mi libro es un libro de piedad», bromea. «¿Es verdad su Santidad?», le preguntó una vez Boff. «No, ¿cómo Santidad?, Santidad, el Dalai Lama, yo soy Francisco», le habría respondido. «Pastores con cara de vinagre, quejosos, lo que es peor, aburridos’… yo nunca hablé así», coincide Boff con Francisco.
4. «Me siento dentro de la Iglesia», confiesa el exsacerdote. Rememora que tras su dimisión, una iglesia protestante brasileña le ofreció ser su obispo y que hasta la Coca Cola le pidió jurar como su vicepresidente. Por supuesto, les dijo que no. Hoy dirige numerosos ejercicios espirituales con monjas y sigue aportando para que el viraje que empuja su amigo el Papa, no pierda impulso.
Entonces recuerda cómo era antes la Iglesia: «estaba llena de pedófilos». «Primero lo negaban, hasta que poco a poco fueron reconociendo que había sacerdotes así, luego aparecieron tres obispos que lo eran, entonces ahí Ratzinger se desmayó, ya era demasiado», conjetura. Para Boff, a pesar de estas incongruencias, la Iglesia sigue siendo la única institución que conserva la memoria de su inspirador.
«Sin ella, Jesús sería un ser anónimo del pasado», destaca. Por eso, aunque ya no vista los hábitos, sigue haciendo «lo mismo que hacía antes» de 1992, entre otras cosas, hacer reír para intensificar el arte de pensar.