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La vida cotidiana y la corrupción

Vannesa Custodio Quijano (*).- Si nos detenemos a reflexionar, generalmente concebimos el tema de la corrupción desde el ámbito público, desde una perspectiva más institucional y no individual. Percibimos el tema de la corrupción como algo aislado de nuestras vidas y negamos ser parte de ella, pero debemos comprender que la corrupción no es exclusiva de un sistema político ni institucional, también está o puede estar presente en nosotros mismos, en nuestras acciones cotidianas.

Hace poco más de un mes, mientras retornaba a casa en un taxi, conversaba con don Julio, quien me contaba que tenía 36 años trabajando como taxista, y durante todo ese tiempo no ha tenido ninguna papeleta, a lo que respondí con admiración: «¡Qué bien señor, lo felicito! Usted ha debido tener mucho cuidado»; él prosiguió: «Solo procuro actuar como es debido señorita. Siempre he sido respetuoso de las normas».

Continuó relatándome que en una oportunidad unos policías, en un patrullero, lo detuvieron al promediar las 7:30 p.m. Uno de ellos bajó del patrullero y le pidió sus documentos. Don Julio lo saludó y preguntó ¿qué sucedía, cuál era el motivo de que lo detuvieran? El policía vio que su documentación estaba en regla e inmediatamente le dijo que lo detuvieron porque la maletera de su auto se encontraba abierta, y que ello era una falta grave, situación que don Julio no se había dado cuenta. Bajó del auto y, efectivamente, su maletera estaba entreabierta, se disculpó por tal situación, pero el policía le dijo que eso le acarrearía una multa aproximada de 300 soles. Resumiendo el relato, los policías querían un «soborno». Don Julio le expresó que, si había cometido una falta, entonces asumiría la sanción. El policía, al darse cuenta de que no obtendría su ingreso «extra», lo dejó continuar diciendo que por esa ocasión solo sería una advertencia.

La situación narrada por don Julio seguramente no nos resulta sorprendente, pues este tipo de intervenciones que realizan algunos malos efectivos policiales es algo muy común; sin embargo, la acción concreta de don Julio sí que resulta una práctica muy poco común en estos tiempos; pues también he tenido la oportunidad de escuchar narraciones similares a la anterior, pero con acciones contrarias, en las que han preferido dar 20 o 30 soles para salir del paso y no perder tiempo para continuar trabajando.

Lo curioso de esto último es que la indignación que expresaban estos conductores era mayor, diciendo cosas como: «Las autoridades son corruptas (policías, políticos…). No podemos tener confianza en ellos. Son ellos los que nos están robando. Ellos tienen al país en estas condiciones». Viéndolo desde esa perspectiva, en todo momento son «ellos», pero… ¿qué hay de nosotros? ¿Nos resulta tan difícil juzgar y criticar nuestros propios comportamientos o acciones? En los otros casos les resultaba más sencillo darles a los policías un pequeño soborno que tener que pagar una multa. ¿Acaso sus acciones no contribuyen a fortalecer estas prácticas?

Recientemente nuestro país ha vuelto a ser titular de las noticias internacionales a causa de la renuncia del expresidente Pedro Pablo Kuczynski, quien aparentemente se encuentra implicado en actos de soborno y corrupción. Esta situación ha generado una serie de reacciones, desde críticas y rechazos hasta algunos apoyos. Este tema ha estado presente en los diversos espacios sociales (familia, amigos, trabajo, entre otros), por lo que muchos de nosotros seguramente hemos sido partícipes de algunas discusiones sobre este tema, pero habría que preguntarnos ¿de qué forma analizamos el tema de la corrupción?

La corrupción abarca un conjunto de actividades y relaciones que atraviesan la sociedad. Si nos detenemos a reflexionar, generalmente concebimos el tema de la corrupción desde el ámbito público, desde una perspectiva más institucional y no individual. Percibimos el tema de la corrupción como algo aislado de nuestras vidas y negamos ser parte de ella, pero debemos comprender que la corrupción no es exclusiva de un sistema político ni institucional, también está o puede estar presente en nosotros mismos, en nuestras acciones cotidianas. Si nos situamos en el ejemplo de que no respetamos la fila y nos valemos de conocidos para recibir atención antes que los otros, podemos entender dicha acción como una manifestación corrupta.

En este momento conviene recordar las palabras del Papa Francisco durante su visita a nuestro país: «Nadie puede estar ajeno a este proceso. La corrupción es evitable y exige el compromiso de todos». De modo que, si queremos transformar nuestra sociedad, debemos empezar por nosotros mismos, reconociendo que somos capaces de combatir la corrupción a través de la praxis de pequeñas y buenas acciones, haciendo lo correcto, de la misma forma en que lo hizo don Julio.

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* Coordinadora del programa ESPERE (Escuelas de Perdón y Reconciliación), Instituto de Fe y Cultura de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.