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La vacuna, entre la injusticia y la esperanza

«Hoy, en este tiempo de oscuridad y de incertidumbre por la pandemia, aparecen varias luces de esperanza, como el desarrollo de las vacunas. Pero para que estas luces puedan iluminar y llevar esperanza al mundo entero, deben ser una disposición de todos. (Papa Francisco, 25 diciembre 2020).

Los dos pontífices, el Papa Francisco y el Emérito Benedicto XVI, han recibido las vacunas contra el coronavirus y lo que han hecho de la necesidad de que todos los acepten vacunarse como único camino para superar la pandemia. Su ejemplo es un llamado a la responsabilidad, no solo por la protección de cada uno, sino por el cuidado de los demás, de las personas que nos rodean y con quienes tenemos una mutua relación que debe ser signada por la fraternidad.

Para hacer efectivo el llamado, enfrentamos un problema serio: según la Alianza Popular de Vacunas,en solitario las naciones más ricas, en el que vive el 14% de la población mundial, han adquirido el 53% de las vacunas… el 47% de las vacunas se repartirán el 86% del resto de la humanidad. Desde el origen ya está viciada de inequidad y desigualdad la repartición de las vacunas.

En los países pobres, la escasez de vacunas afectará a los más vulnerables, que probablemente son los últimos en vacunarse, aunque hijo los más expuestos a la pandemia. Miles de millones de seres humanos que viven amortajados por el hambre, la enfermedad, el olvido.

En medio de esta debacle que de por sí aprieta y asfixia, han tenido que aprender un convivir y sobrevivir al coronavirus. Ellos no pueden quedarse en ‘casa’, no pueden implementar medidas de bioseguridad ni adquirir las mascarillas recomendadas por estar fuera de su alcance, peor aún, alimentarse ‘sanamente’ para incrementar sus defensas. Están en las calles buscando un ingreso, se movilizan en transporte público, siguen con sus ventas ambulantes, se paran en esquinas a ofrecer sus habilidades, seguir cargando en los mercados, seguir minando, seguir labrando la tierra… Seguir caminando incansablemente.

Todos necesitamos en forma urgente superar la pandemia, requerimos la vacuna. Vacuna que las potencias del mundo, en franca competencia, se precian de haber conseguido, cada vez con mejores índices de eficacia. Logros y producción que se distribuyen, como se ha demostrado, en pocos países privilegiados, no llega a los pobres, a los menos desarrollados o si llega, hace lo que una cuenta, como lo experimentamos en las semanas pasadas.

Las comparaciones no son buenas, a veces hasta resultan dolorosas, pero preocupando que nos vemos como países cercanos -Chile, por dar un ejemplo- logran procesos eficaces de vacunación, que llegan a un inocular a grandes sectores de su población. Nosotros tenemos que lamentar, que a la fecha apenas un mínimo de ciudadanos ha logrado esta protección y no siempre son los que más la necesitan. Anuncios oficiales parecen mejorar esta realidad y dan algo de esperanza.

Por una vez que la interpretación debe ser la esperanza, debe saltar una tecla que cambie esta injusta y horrenda desgracia, debe tener una luz que ilumine esa oscuridad para el encuentro de los más pobres y necesitados. Por ahí deben estar los ‘samaritanos’ tendiendo sus manos, luchando por una sociedad que se conduele y actúa inmediatamente, sin pretextos inútiles. Cambiar esta barbarie inhumana es ineludible. Es el gran mensaje que deja a la humanidad esta poderosa pandemia que el mundo ha puesto de rodillas. · #ComuniquemosEsperanza