La Universidad encuentra su preeminencia en cuanto sede de la razón, porque de las instituciones sociales, es la única en la que dos características esenciales del ser humano se encuentran como constituyentes igualmente fundamentales: el diálogo y la indagación. (Hernán Malo González sj).
La universidad actual enfrenta una difícil misión para constituirse, conforme a su razón de ser, en auténtica comunidad de diálogo e indagación. La verdad, la ciencia y la técnica son tres rasgos que le caracterizan y diferencian de cualquier otra institución. Ser una comunidad académica de docentes y estudiantes que, desde la investigación y diálogo, trabaje arduamente por alcanzar y hacer realidad estas características, le proyecta como alternativa de desarrollo integral.
La experiencia comunitaria académica, complementariamente deriva otra tarea muy importante: formar, capacitar y entrenar nuevos profesionales en las diferentes áreas que respondan a las necesidades nacionales. Contemporáneamente se insiste en que cualquier ejercicio humano y más si es racional debe realizarse en forma ética; en consecuencia, la universidad, debe incentivar una reflexión y compromiso deontológico en todos sus miembros. En el caso de las universidades católicas hay una tarea adicional: que busque una síntesis entre razón, ética y fe.
El ser y tarea de la universidad, adquiere pleno sentido cuando está comprometida con las realidades concretas del país y de su gente. Su responsabilidad ineludible es comprometer y exhortar a todos sus miembros para que con rigurosidad, laboriosidad, exigencia y cumpliendo con los más altos cánones de calidad a nivel universal, describan, expliquen y busquen salidas viables y factibles encaminadas a solucionar los problemas y necesidades del país y de su población.
La universidad ecuatoriana tiene grandes retos: retomar el camino de la ciencia, la investigación rigurosa y la tecnología, para dinamizar el desarrollo nacional. Debe ser crítica y autónoma frente a las prácticas político-partidistas y a los gobiernos de turno. Reivindicar su rol de formadora de líderes leales al pueblo, seres humanos coherentes y éticamente incorruptibles, eficaces y eficientes en las competencias de su profesión y altamente comprometidos con la sociedad y el bien común.
Una universidad clara en sus objetivos, académicamente solvente, seria y responsable en lo que oferta y produce, incorruptible en todos sus frentes, sensible al pueblo más pobre y vulnerable. Una universidad que, desde y para la sociedad, labore incansablemente para convertirse en agente que genere cambios, bienestar y que promueva caminos para mejorar la calidad de vida de todos.
El gobierno nacional y la propia universidad tienen que fortalecer el sistema educativo, cuyo nivel superior será la propia universidad, pero esta prioridad nacional tiene que ser objeto de políticas de Estado por encima de políticas gubernamentales transitorias.
Al ser la educación uno de los servicios fundamentales del Estado, tiene que ser de máxima calidad, tanto en establecimientos públicos como privados. No podemos aceptar la mercantilización de la educación particular en cualquiera de sus niveles, como tampoco la desvalorización y masificación de la educación pública.
Los difíciles tiempos en que vivimos, reclaman con urgencia el pronunciamiento de la academia – las universidades. Una reflexión rigurosa y comprometida que presente soluciones viables a la múltiple crisis que estamos viviendo y soportando.
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Carta de la Comisión Ecuatoriana es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz. Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe