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La salud no siempre viene de la medicina

Monseñor Rafael Cob*.- La salud no siempre viene de la medicina la mayoría de las veces viene de la tranquilidad, la paz en el corazón el alma y el espíritu.

Al leer esta frase me pregunto ¿qué tranquilidad ofrecemos hoy a nuestro pueblo cuando está pasando esta dura prueba de la pandemia del coronavirus esperando una medicina que cure y frene esta enfermedad?

Si bien los médicos trabajan incansablemente por encontrar una vacuna que de seguridad a los enfermos y que de momento no llega. Creemos que la mejor medicina es la que viene de la tranquilidad en las personas, cosa que por lo que vemos no es fácil de conseguir porque cuando se siembran vientos solo se recogen tempestades.

La paz del corazón es una tarea que todos debiéramos buscar cada día porque todos hemos experimentado que cuando hay paz en nuestro corazón las adversidades se vencen mejor y se facilita la salud corporal y espiritual porque las dos se necesitan para tener una tranquilidad que no se quiebre por voces que en vez de sembrar paz, sosiego calma serenidad quieren sembrar enfrentamiento conflicto, hurgar en las heridas haciéndolas sangrar en vez de cicatrizar. No queremos alterar el orden de la colmena cuando las abejas están trabajando para producir una rica miel, no queremos levantar avisperos que aloquen a las abejas y abandonen la colmena. Más bien queremos aprender de ellas en su orden y armonía para levantar nuestro país con la solidaridad y ayuda de todos.

Ante el mal que arrastra al mundo a vivir en sobresaltos es fácil que puedan darse infartos físicos o mentales, para ello pensamos la mejor medicina es la tranquilidad y paz del corazón buscando cada uno cumplir su misión a pesar que otros quizá no la cumplan, extender la mano de la caridad y el amor de un corazón generoso y abierto que no se cierre al auxilio de los que más sufren o necesitan.

Estos días hemos celebrado la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús al cual fue consagrada nuestra nación buscando su protección, el corazón es la parte más importante del cuerpo y si descuidamos el corazón todo el cuerpo se resiente y no funcionan los miembros de ese cuerpo.

La República del Ecuador, el 25 de marzo de 1873, fue el primer país en el mundo que se consagró oficialmente al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. Esto se hizo en la Presidencia del doctor Gabriel García Moreno. Corresponderá a Gabriel García Moreno el gesto de consagrar a nuestro país al noble Corazón. Fue durante su segunda presidencia cuando el gobernante, profundamente católico, dio este paso, como respaldo a la Santa Sede, que acababa de ser despojada de los Estrados Pontificios; García Moreno fue el único presidente de América que respaldó al Papa en tan duro trance.

En tal sentido, la devoción al Sagrado Corazón refiere en particular a los sentimientos de Jesús, y en especial a su amor por la humanidad, según lo resume el Evangelio de San Juan: Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Evangelio de Juan 13:1.

Esta devoción insta a quienes la practican a tener, en palabras de San Pablo de Tarso, «tened los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Carta a los filipenses 2:5).

Podemos preguntarnos nosotros cristianos ¿cuáles son los sentimientos que tiene nuestro corazón? y ¿cuáles son los sentimientos del corazón de Jesús?

Para diagnosticar los sentimientos que tiene una persona lo podemos hacer a través de sus palabras y de sus obras.

Si escuchamos las palabras de Jesús y vemos las obras de Jesús todas ellas están envueltas en sentimientos de amor, de compasión y ternura con los pobres y necesitados, sus parábolas de la misericordia nos hablan de ello, el hijo prodigo, la oveja perdida, el buen samaritano y cuantas más, nos demuestra el sentimiento de Jesús. ¿Está nuestro corazón lleno de este sentimiento de paz, de amor, de compasión de ternura? Entonces nuestro corazón en paz será la mejor medicina y salud para nuestra vida.

Si por el contrario dejamos meter en nuestro corazón el egoísmo, la envidia, el rencor, el pesimismo es como echar leña al fuego que nos consume y nos destruye, es sembrar cizaña que no dejará crecer la buena semilla que Dios quiere sembrar en nuestro corazón para hacer nuestro corazón semejante al de Él y por ello nos dice “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrareis vuestro descanso” (Mt.11,29).

La salud viene de la tranquilidad del corazón, la paz y el espíritu. O como dice el apóstol Santiago “porque donde hay envidia y ambiciones habrá desorden mientras que la sabiduría que viene del espíritu es rectitud, paz tolerancia y comprensión, está llena de compasión y produce buenas obras.” (Sgo 3,16)

Para tener los mismos sentimientos que tuvo Jesús en su corazón, el sabio apóstol S. Pablo nos da unos consejos en su carta a los filipenses: “Tengan un mismo amor y un mismo espíritu un único sentir y no hagan nada por rivalidad o por vanagloria. No busque nadie sus propios intereses sino más bien el beneficio de los demás.

Tengan unos con otros las mismas disposiciones que tuvo Cristo Jesús”. (Flp.2,2-5)

Nuestro mundo y nuestro pueblo necesita unir sentimientos que sintonicen en la misma frecuencia al ritmo de un corazón que late con impulsos que solo busquen la paz, el amor y la esperanza. No podemos imaginarnos la fuerza del espíritu, esa energía espiritual que es capaz de hacer milagros cuando se unen los sentimientos de las almas y los cuerpos en una misma dirección de bien por los demás, olvidando banderas o intereses, dejando que fluya de nuestro corazón humano la compasión para cuidarnos unos de otros, para no dejarnos engañar por el padre de la mentira que pretende dividirnos en discusiones inútiles olvidándonos de nuestro primer deber que es servir y amar, paz en el corazón, en el alma y en el espíritu.

Nuestro mundo y nuestro pueblo hoy necesita la luz de la verdad de Dios en su palabra y escuchar en lo profundo de nuestro corazón la voz de la conciencia. “Porque tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y me visitaste, desnudo y me vestiste, forastero y me acogisteis en la cárcel y me fueron a ver…. ¿Cuándo lo hicimos? Siempre que lo hicieron con algunos de estos más pequeños y necesitados mis hermanos, lo hicieron conmigo” Mt.25,35-45)

No olvidemos Jesús se hace presente en los más pequeños y necesitados, aquellos que no cuentan para el mundo, pero cuentan para Dios. La Caridad primer mandamiento. Amar a Dios y al prójimo donde está Dios.

* Monseñor Rafael Cob García, Obispo vicario apostólico del Vicariato de Puyo, Ecuador.