Por: Beatriz García Blasco*.- Son la periferia de la periferia. Aquellos peruanos en los que (casi) nadie piensa. Y no hablamos de los pueblos indígenas en conjunto que, a pesar de haber sido ignorados históricamente por el Estado, hablan con voz propia en diversos espacios y reivindican la atención que merecen en la coyuntura actual. Existen peruanos aún más ignorados. Tanto, que parte del país no sabe que existen. Oficialmente se les llama Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial (PIACI).
El Estado reconoce 17 pueblos (cuatro con pertenencia étnica no identificada) en aislamiento, y seis en lo que se engloba bajo el paraguas del ‘contacto inicial’. Los primeros son quienes no tienen relaciones sostenidas con la sociedad nacional o, por diversos motivos, las han descontinuado. Viven, por tanto, aislados. Más complicado es acotar el segundo término: contacto inicial. Según el Ministerio de Cultura son algo más de 2.000 personas. Un colectivo numéricamente pequeño, pero cuya realidad es sumamente diversa.
Sin embargo, al trazar políticas públicas y promulgar normas, el Estado ve a los pueblos en ‘contacto inicial’ como algo homogéneo, cuando cada uno de esos grupos tiene casos diferentes. Unos viven dentro de reservas, otros no; unos cerca a grandes ciudades, otros no; unos tienen 30 años de contacto, otros 60; unos tienen influencia directa de proyectos extractivos donde están en juego intereses nacionales, otros no; unos tienen un carácter sociable y curioso, otros son mucho más introvertidos y gustan de más lejanía y aislamiento.
Ante tanta diversidad, ¿cómo actuar en un momento como este? Hay que considerar que las políticas de los últimos años han estado, principalmente, dirigidas a los pueblos en aislamiento, bajo el principio de ‘no contacto’. Poco se ha hecho para acompañar el proceso de contacto de quienes, desde hace décadas, ya lo tienen. Legislar, en conjunto, sobre pueblos en aislamiento y contacto inicial ha provocado que, en la práctica, quienes interrelacionan (en algunos casos mucho más de lo que se cree) sean tratados prácticamente como ‘aislados’.
Esa dinámica explica que la Resolución Ministerial Nº 109-2020-MC del 25 de marzo, que aprueba acciones en el marco de la Emergencia Sanitaria relativas a poblaciones indígenas, englobe, una vez más, a los aislados y a los contactados casi en el ‘mismo saco’. Un caso evidente es el de los nahuas. Son unas 400 personas y viven al interior de la Reserva Territorial Kugapakori Nahua Nanti y Otros (RTKNN), a orillas del río Mishahua, frontera geográfica entre Ucayali y Cusco. ¿Cómo actúa el decreto sobre ellos? La norma indica que «se suspende la emisión de autorizaciones excepcionales de ingreso a las Reservas Indígenas y Territoriales», con la salvedad de «la realización de actividades orientadas a garantizar la salud y seguridad» de los pueblos en contacto inicial.
Es decir, para tratar de evitar el contagio de los nahuas (algo que, sin duda, sería trágico), así como de la otra población en contacto inicial de la reserva, los matsigenkas del Alto Camisea, el Estado indica que hay que aislarlos al máximo y, para ello, se endurecen los controles de ingreso. Controles que, desde antes, ya eran estrictos y han dificultado muchas veces la rápida atención de las municipalidades y microrredes de salud que atienden a ambas poblaciones. Es decir, la consigna es la misma que para todos los pueblos amazónicos: aislarse. Pero existe una diferencia: para el resto de pueblos vulnerables, el Estado trazó, con más o menos acierto, estrategias de ayuda como el reparto de víveres a través de gobiernos locales.
En Sepahua, distrito donde se integra la comunidad nahua de Santa Rosa de Serjali, la Municipalidad ha estado semanas esperando la autorización del Ministerio de Cultura que permita, con estrictos protocolos sanitarios, apoyar con alimentos a esa población. ¿Por qué la demora? Porque se trata como aislados a quienes no solo tienen contacto de décadas, sino que interactúan constantemente con otras comunidades y ciudades y tienen una gran dependencia del mercado. Por si fuera poco, presentan altísimos índices de desnutrición y anemia, así como numerosos casos de tuberculosis y mercurio en sangre, por citar las enfermedades más comunes.
No se les puede tratar como aislados, porque no lo son. ¿La propuesta? Algo paradójico, que el Estado sea, de una vez por todas, verdaderamente intercultural.
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* Comunicadora del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP).
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