Monseñor Rafael Cob*.- La Navidad que soñamos rompe el distanciamiento físico con el acercamiento espiritual. Este año pareciera que la navidad viene acompañada de una realidad contraria a la que soñamos, una navidad contradictoria. Navidad es alegría pero nuestro mundo está lleno de tristeza, la Navidad es encuentro y cercania, Dios con nosotros, pero en esta pandemia nos aconsejan distanciamiento y en muchos lugares se imponen leyes para aislar y confinar, ¿cómo vivir una Navidad con ambiente de pandemia?.
Nuestro mundo como entonces espera un nuevo nacimiento, por encima de la adversidad y la realidad reinante, el virus no puede apagar la esperanza y el amor navideño. El Dios de la vida y de la historia hizo una promesa que el pueblo de Israel esperaba contra toda desesperanza, la llegada del Mesías, y Dios que siempre cumple su palabra también cumplió su promesa, y la palabra se encarnó y habitó entre nosotros, y nosotros hemos visto su gloria, la luz brilló en las tinieblas.(Jn 1,14.) Y hoy como ayer esperamos con fe a ese Dios que viene a salvarnos en la Navidad.
Celebraremos la Navidad con mayor esperanza que otros años, con mayor amor que otros años, llegará la luz del sol naciente a disipar las tinieblas que envuelve la amenaza de los rebrotes del coronavirus. En la noche saldrán las estrellas que cuajaran el firmamento para contemplar su gloria. No dejaremos de cantar los villancicos, a través de los medios radiales y de comunicación, sonará cada día el mensaje de los ángeles en la primera Navidad. Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, (Lc2,14) seremos mensajeros de paz como aquellos ángeles de la primera navidad, diremos a los demás ¡¡Alegraos nos ha nacido el Salvador¡ porque Dios viene y quiere nacer en tu vida. Con vacuna y sin vacuna, el que salva y sana es el amor de Dios, amemos de corazón, no compres sucedáneos de alegría, Jesús es alegría, paz y amor. Si tienes a Jesús lo tienes todo, ábrele tu corazón y nacerá dentro de ti, será Navidad y tu sueño se hará realidad.
Sembraremos árboles de paz y haremos ramos de flores, que serán signo de alegría, la corona del adviento nos guiara cada semana con su luz y su color, la esperanza se fortalecerá porque la madre naturaleza, a pesar del pecado de Adán y de Eva seguirá alimentando a sus hijos con sus frutos , con su pan y con su vino, volverá la florida primavera y alegraran los campos y la lluvia fecundara las semillas del surco . Tocaremos las campanas en la noche buena para anunciar que Dios ha mandado al Salvador. Y el niño de ternura estará en nuestros belenes y pesebres recordando que Dios, a pesar de nuestros pecados, se hizo niño, ternura y confianza, para derribar los temores, para acercarnos a él, para ser vida para el mundo y justicia para esta tierra. Seguiremos soñando con un mundo diferente, donde todos sean respetados sin distinción de raza, credo o lengua.
Veremos en las ventanas y colgados de los tejados y balcones, las luces de colores que anuncian que estamos en ese tiempo mágico de la Navidad, que todo lo puede cambiar. los niños harán en su casa el pesebre y escribirán sus sueño para pedir al Niño Dios que termine la Pandemia y reine la paz, que quieren volver a la escuela donde no vean al maestro en la pantalla sino junto a su pupitre mirando sus ojos para leer en ellos lo que Dios sueña, en ellos, los ángeles ven el rostro de Dios, (mt.18,10) y los papás cantarán con sus hijos y rezaran en familia, pondrá las figuras del misterio divino de la encarnación del Hijo de Dios, Jesús, María y José, no faltaran los pastores ni los ángeles, y como no, la estrella de los magos del Oriente que nos oriente como entonces a donde está el que ha nacido.
Seguiremos soñando con una Navidad en la que habrá muchos regalos a pesar de la pobreza o la falta de camas en el hospital. Se hará más grande la solidaridad con los pobres y necesitados, y en las familias donde la pandemia se llevó al papá o a la mamá, al abuelo o a la abuela, al amigo o al compañero, que contaba las historias, no dejaran de estar presentes, no se quedara su silla vacía, habrá una fotografía de él y todos nos uniremos en oración encenderemos una vela, en su lugar, a pesar de las distancias estaremos unidos , leeremos la palabra de Dios, escucharemos al profeta de la esperanza que dice: «estoy comenzando un mundo nuevo ¿no lo notáis? brotará agua en el desierto y ríos en lugares desolados» Is.43,19)
Quizá no supimos comprender que la llamada a la conversión que nos pregonaste, Juan y los profetas y después tú mismo, creímos que era para otros no para nosotros, que no era para ayer o mañana y no para cada día. La conversión del corazón del mundo, de este mundo que no hemos sabido cuidar, que no hemos sabido querer, se endureció, pensamos que teníamos todas las cartas para responder a todas las preguntas y situaciones, nos hemos dado cuenta que no, que nos engañamos creyendo en una navidad de comida y tambor, de dulces y licor. No supimos prepararte la casa donde nacieras, las familias se han ido dando cuenta tarde, que solo el amor verdadero es el que salva, no las apariencias, que la fidelidad por encima de las pruebas y tormentas exige el perdón para tener paz. Que tú eres la mejor medicina para toda enfermedad, caminar juntos y remar hacia aguas más profundas, mar adentro, soñar que un mundo nuevo ha de venir y no tardará.
Navidad para soñar, solo se puede soñar cuando hay esperanza, y hay esperanza cuando hay ideales y razones para vivir. Dios nos hizo para vivir no para morir. Dios envió a su Hijo para que todos tengan vida y vida en plenitud: Jn.10,10. Y desde que Jesús nació todo recobra su sentido y todos tenemos motivos para soñar. La fe en Cristo no es una fe vacía sino una fe activa y creativa, que se mueve y está en camino, una fe misionera y en salida, una fe llena de compromiso, que no huye ante la amenaza sino que se queda con nosotros, y Jesús se hizo alimento en la eucaristía y sigue soñando con sus hijos. En cada misa, Jesús desciende del cielo a la tierra y es Navidad.
Por eso porque vivimos, porque soñamos, porque creemos y porque amamos, podemos decir: ¡¡ FELIZ NAVIDAD!! Sigue soñando. Detrás de cada sueño de amor está Dios.
* Monseñor Rafael Cob Garcia, Obispo Vicario Apostólico de Puyo, Ecuador