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La naturaleza de Trump

Frei Betto*.- Quien siembra un limonero espera recoger limones. Sin embargo nuestra sociedad, movido por la óptica analítica, y no por la dialéctica, se acostumbró a examinar los hechos por sus efectos y no por sus causas.

El mismo sistema ideológico en el que vivimos cuida de encubrir las verdaderas causas. Así, hay países pobres porque su pueblo no es emprendedor; los musulmanes son potenciales terroristas; los presos comunes, irrecuperables: los homosexuales, pervertidos; los negros, ineptos para las carreras científicas, etc.

Trump sorprendió a muchos. Sobre todo a sus aliados. Nadie esperaba que su primer puñetazo en la cara a los gobiernos de América Latina fuera precisamente en gestiones que se exponían de rodillas ante la casa blanca: México y Argentina. Si hubiera sido en la cara del gobierno de Venezuela no habría sorprendido.

Trump puso una zancadilla a sus mas fieles aliados, como ahora lo hace con los gobiernos europeos al amenazar con abandonar la OTAN y cerrar las puertas de los Estados Unidos a los refugiados.

¿Trump está loco? ¿Pondrá fuego al mundo, como hizo Hitler en Europa y Nerón en Roma? De ningún modo. Loco es quien rompe el dinero, y Trump sabe cómo multiplicarlo. Él es fruto genuino del sistema capitalista, cuyo valor primordial es la competitividad y no la solidaridad. Y prepara su administración para consolidar los más queridos «valores» de ese sistema que practica la idolatría del dinero: supremacía de los blancos; fortalecimiento de los privilegios de los ricos; anulación de derechos sociales, como la salud; libertad a la CIA para secuestrar sospechosos en cualquier parte del planeta, torturar y mantener cárceles clandestinas, etc.

Si quien planta un limonero recoge limones, quien planta esa perversa noción de que ser rico en un mundo mayoritariamente pobre (la renta del 1% de la población mundial supera la del 99%) es un derecho natural, legitima la desigualdad y la violencia. Para asegurar ese «derecho natural», se pone en movimiento una poderosa máquina de propaganda. Es un hecho que muchos no ricos albergan explicita o disimulada envidia de los más ricos.

La propaganda es avasalladora. Tiránica, como analizo Hannah Arendt. Nos inculca la idea de que solo los ricos son felices, pues tienen acceso al lujoso y refinado mercado de bienes supérfluos. ¿Acaso vemos con frecuencia en la televisión propaganda de quien comparte sus bienes, defiende los derechos de los negros y de los homosexuales?

El sistema no tiene el menor interés en las personas, salvo si son potencialmente consumidoras. Lo que importa es el lucro y la acumulación de riquezas. Si un país es pobre es por su falta de cultura y de creatividad. Con lo cual se escoden de bajo de la mesa las verdaderas causas: siglos de colonialismo, de tiranía al servicio de los países metropolitanos, de extorsión de los recursos naturales y explotación de la mano de obra.

Un ejemplo de esto es el Brasil, en el cual los portugueses hicieron de todo para evitar que fuera una nación de letrados. La primera impresora desembarco aquí en 1808, con Don Juan VI, mas de tres siglos después del comienzo de la colonización. Y la primera universidad fue inaugurada en 1913.

Trump es un emperador que se cree revestido de cabellos de oro. Su país viola impunemente la soberanía de innumerables otros a través de sus empresas y bases militares. ¿Cuántas bases militares extranjeras existen en los Estados Unidos? El dólar es la moneda patrón internacional. Si los Estados Unidos tosen la economía global agarra la gripe.

Lo bueno de Trump es que ahora él exhibe las garras afiladas del Tío Sam. Éste ya no intenta esconder su verdadera naturaleza bajo la fachada de un buen viejito. Clark Kent se despojó finalmente de su cara de buena gente. Quien creyó en la humanización del capitalismo quizás se convenza de que serrar los dientes y las garras al tigre no le anula su natural ferocidad.

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* Frei Betto es escritor, autor de «Paraíso Perdido. Viajes al mundo socialista», entre otros libros.

www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.