Amaro La Rosa*.- La ética es algo que se vive en el comportamiento cotidiano del ser humano quien debe buscar siempre la verdad, pensando tanto en el bien de los demás como en su propio bienestar. Una clara expresión de este acertado punto de vista se encuentra en el antiguo proverbio que nos dice: «Haz el bien sin mirar a quién».
No hay razón alguna que justifique actuar en contra de los principios morales que son el sustento de la vida en sociedad, desde los primeros tiempos de la existencia humana. En tal sentido, en la edición inaugural del Diario de Lima, Jaime Bausate y Meza afirma «interesa mucho a todo ciudadano…ver por qué medios los hombres se han aproximado a la verdad o han caído en el error».
Escuchaba decir a una persona hace algún tiempo que «la ética no importa… es solamente un curso de relleno que se estudia en la universidad» (sic) y le respondía que estaba equivocado pues la ética es parte de la vida del ser humano. La vamos aprendiendo desde el hogar donde nuestros padres nos enseñan desde muy pequeños a diferenciar el bien del mal y nos dan las primeras lecciones de la ética cotidiana, de aquella que se enseña con el ejemplo y se muestra en el comportamiento de cada día y que es una muestra clara de cuánto nos hemos ajustado a lo que la sociedad espera de nosotros.
Si se enseña ética en la universidad no es solamente por cumplir, sino por la importancia que necesariamente tiene para el profesional o el técnico, tanto en las tareas que le competen en su especialidad como en la conducta que muestra. Es ético el profesional quien cumple plenamente con las exigencias de su carrera, que respeta a las personas que trata brindándoles siempre un trabajo de la mayor calidad.
Tiene un comportamiento ético el técnico que ofrece el servicio adecuado, cumpliendo con los plazos establecidos con el cliente y dándole las garantías indispensables. Aquí no tiene sentido la criollada de hacer las cosas a medias o a destiempo, porque al fin y al cabo esto repercute en la propia persona que actúa mal. Recordemos aquel antiguo refrán: «No escupas al cielo porque puede caerte en la cara». Es muy cierto en este sentido que cuando alguien pierde la credibilidad en su comunidad, será casi imposible que la recupere.
Pero no es solamente que la ética se aplique en el trabajo sino que forme parte del comportamiento diario. Respetándose a sí mismo y a los demás en cada uno de sus actos la persona es más humana.
En una sociedad en crisis, la ética y los valores suelen estar notoriamente afectados. De esto dan fe los múltiples testimonios de individuos quienes actúan en contra de los principios morales y los casos de personajes públicos comprometidos en evidente corrupción. En el intento de encontrar a los culpables de estos hechos y sancionarlos le cabe intervenir a la justicia. Sin embargo, lo más importante es el aporte que puede dar cada uno de nosotros para mejorar la situación, reforzando los valores que contribuyen a la mejor convivencia con quienes nos rodean, para empezar en nuestra vida personal.
De nada vale ser un profesional exitoso, admirado por muchos y a la vez tener un comportamiento desagradable, desconsiderado con los suyos, a quienes debería darles antes que a nadie el máximo respeto y amor. De nada vale la riqueza si se acumula en base a la deshonestidad. Si cada uno de nosotros en su pequeño mundo diario actuara respetando los principios éticos, seríamos respetados por nuestra comunidad pero también estaríamos contribuyendo decididamente a construir un mejor país, sin duda alguna.
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* Periodista. Coordinador Ejecutivo – Instituto de Investigación de la Universidad Jaime Bausate y Meza
Redacción:
La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo – Universidad Antonio Ruiz de Montoya