José M. Rojo G.* – Es un magno acontecimiento que nos debe tener en ascuas a todo el continente, no puede dejar de ser noticia cada día. Son hermanos nuestros que huyen de condiciones de muerte en sus propios países, en ese fatídico Triángulo Centroamericano. Y son hermanos que están arriesgando todo para buscar un lugar donde esperan vivir mejor –ellos y/o sus hijos-.
Son menos que los africanos que tocan a las puertas de Europa pero la situación es similar. En uno y otro caso, nuestra comprensión, nuestro apoyo y nuestra solidaridad siempre serán pocos. No olvidemos: tenemos, como ellos, miles de emigrantes propios y pedimos para los nuestros –con todo derecho- el mejor de los tratos posible.
Va “lo penúltimo” de la noticia:
“La caravana migrante sigue avanzando hacia la frontera con Estados Unidos. Ya son menos (unos 5.000), porque algunos han decidido regresar a su país o quedarse en México.
En el Triángulo formado por Guatemala, El Salvador y Honduras se produjeron el año pasado 13.129 homicidios, cuya causa principal está en las redes del narcotráfico y pandillas juveniles de delincuentes (“maras”), exportadas a Centroamérica desde Estados Unidos en los años 80, que han ido creciendo gracias a la impunidad que les otorga la indiferencia, y a veces a la colusión, de gobiernos corruptos que han hecho del poder un negocio, sin importarles sus ciudadanos.
Desde hace varios años, entre 200 y 300 hondureños salen cada semana de su país hacia Estados Unidos, empujados por la pobreza, la insalubridad, la falta de empleo, de servicios públicos y la violencia.
En los primeros nueve meses de este año, 41.760 hondureñas y hondureños fueron detenidos en México por la policía migratoria, de los que 37.000 fueron deportados. Ahora han elegido la caravana como estrategia: En ella se sienten más seguros, apoyados por organizaciones humanitarias. Así son menos vulnerables a la policía migratoria mexicana y se protegen colectivamente de las mafias que controlan el tráfico de migrantes.
Donald Trump, con su acostumbrado lenguaje grosero y mentiroso, criminaliza a la caravana, llamando pandilleros a quienes huyen de las pandillas, relacionándolos con la criminalidad y asegurando que se trata de una «invasión» a su país… Además, ha endurecido la ley para dificultar la solicitud de asilo en Estados Unidos, a lo que les da derecho la Constitución.
Es incierto el futuro de la caravana, pero a esos miles de personas les pesa más la esperanza”.
Y a nosotros también nos pesa más la esperanza de que se busquen condiciones de vida digna en todos y cada uno de los países, en este caso en ese fatídico triángulo que forman esos tres pequeños países centroamericanos.
* Sacerdote, colaborador de Radioevangelización