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La caravana de la dignidad

José María Rojo García*.- De diversas formas estamos informados; pero no sobra un buen resumen proporcionado por mi amigo WFR, ante una noticia de suma importancia en el continente. ¿Creen ustedes que por gusto la gente se pone en marcha con tanto sacrificio? ¡¡Pongámonos en sus zapatos!! (si es que los llevan). Todo nuestro respeto, solidaridad y cariño con esas gentes, esos hermanos y hermanas. Nos preocupan sobremanera los menores que pueden morir en el intento de buscar un futuro mejor.

«Eran unos 2.000 los que salieron de San Pedro Sula el 13 de octubre, caminando hacia Estados Unidos. Las autoridades guatemaltecas y mexicanas dicen que los dejarán pasar, pero si tienen sus papeles en regla (nadie los tiene). Y Donald Trump amenaza a esas autoridades con suspender su ayuda económica si ellas no frenan esa marcha; y también amenaza con mandar al ejército a «defender la frontera sur» de Estados Unidos …
Por el camino se les fue uniendo más gente. La frontera de Guatemala estaba cerrada, pero la abrieron pacíficamente y pasaron.
Reciben el apoyo de los pobres como ellos; les llevan agua, café y algunas tortillas de maíz; también les ayudan las ONGs, organizaciones religiosas, la Cruz Roja… Duermen en albergues improvisados, o en la calle. El 35% son menores de edad. Hay muchas mujeres, no pocas embarazadas, y personas mayores. Caminan junto a la carretera, y a veces los camioneros les dejan subir a sus vehículos unos kilómetros.
Honduras ocupa en extensión la cuarta parte que España (112.492 kilómetros cuadrados), y tiene poco más de nueve millones de habitantes, de los que el 66% viven en situación de pobreza. Tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo: 46 por cada 100.000 habitantes.
La mayoría de los hondureños viven acorralados por los asesinatos, las violaciones de mujeres y niños, la violencia de las pandillas juveniles (que les cobran extorsiones por el mero hecho de vivir donde viven), el narcotráfico, la corrupción, la impunidad, el miedo, la inseguridad… Y la miseria, que también es terriblemente violenta.
Todo empeoró desde que en 2009 se produjo un golpe de estado contra el gobierno constitucional (ante el cual la comunidad internacional miró para otro lado). Desde entonces, más de 600.000 hondureños han salido de su país. Es un estado ausente, donde predominan el desempleo y la falta de oportunidades; donde los pobres no cuentan si no es para aportar mano de obra barata en las plantaciones de oligarcas millonarios e insensibles, donde no hay oportunidades casi para nadie.
Huyen de la violencia y de vulneraciones graves de sus derechos humanos, sin que su Estado tenga capacidad de protegerlos… La violencia y la pobreza causan en Honduras más víctimas que la guerra declarada en otros países. Necesitan y merecen protección…
A su paso por Guatemala algunos decidieron volver a su país, pero otros más se agregaron (muchos aún continúan saliendo de Honduras…), y también se sumaron algunos guatemaltecos, salvadoreños, nicaragüenses…
El viernes 19 salieron de Guatemala. Y ahí, en el puente sobre el río Suchiate (frontera entre Guatemala y México), se produjo uno de los momentos de mayor tensión, cuando ya los caminantes habían hecho 700 kilómetros. Los policías federales mexicanos recibieron con gases lacrimógenos a los primeros que llegaron. Quedaron durante horas amontonados en un puente de 20 metros de altura sobre un río caudaloso… Algunos han solicitado refugio al gobierno mexicano; otros se tiraron al río y pasaron; algunos más cruzaron el río en «barcas» de neumáticos…
Y la caravana sigue, a veces hostigada por los agentes mexicanos. El gobierno mexicano los ha cuantificado en 4.500; otros dicen que son unos 7.000. El camino aún es largo, lleno de riesgos e incertidumbres. Están decididos a cruzar México (entre 2.000 y 4.000 kilómetros, dependiendo por dónde vayan); algunos calculan que lo harán en 40 días. Y luego, enfrentarse a la respuesta de Donald Trump en la frontera estadounidense, donde no han de esperar sensibilidad alguna con su dramática causa.
En cualquier caso, vaya nuestra, admiración, cariño y solidaridad con este grupo humano que, pese a sus pies doloridos y su agotamiento, están dando al mundo un ejemplo de decisión, coraje y dignidad.»

Señor Trump, ¿no decía usted «América primero»? ¡Ellos son y se sienten América! Y, efectivamente, reclaman respeto a su dignidad y el derecho a una vida digna.
* José M. Rojo G., sacerdote, colaborador de SIGNIS ALC