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SIGNIS ALC

16 noviembre 2021

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Gobernabilidad: ¿quedar bien con todos?

Gobernabilidad: ¿quedar bien con todos?

Desde 1978, año en que empezó el último período democrático, la realidad ecuatoriana ha vivido muchos eventos que nos muestra un país, a momentos, “ingobernable”. En estos últimos cuarenta y tres años hemos cambiado la Constitución tres veces y hemos tenido al menos 18 presidentes, algunos con horas en el gobierno, otros días, algunos por meses y pocos por años.  Con los dedos de una mano contamos los gobernantes que fueron elegidos y gozaron con el respaldo de los gobernados hasta culminar su mandato.

 

A la gobernabilidad se la entiende como “la buena relación entre gobernantes y gobernados” y se la asocia a: Gobierno, Gobernanza, Democracia y Ciudadanos. Esta relación involucra al Estado, los partidos políticos, los movimientos sociales, sindicatos, organizaciones gremiales, barriales, etc. y supone factores como economía, medioambiente, salud, educación, seguridad…

 

Muchas veces se considera que la gobernabilidad depende únicamente del gobierno central o seccional y deja de lado a los actores sociales, políticos, económicos, culturales y hasta éticos, por lo que las relaciones se deterioran rápidamente. Incluso se piensa que la gobernabilidad está solo en el ámbito político, y ahí es donde la gobernabilidad se desdibuja y deteriora, porque la política, tal como se practica en Ecuador, es una lucha sin cuartel por el poder, en la que aparecen: corrupción, impunidad, populismo, autoritarismo, demagogia, violencia, como muestras de la parcialidad con que los gobernantes y los gobernados reaccionan y no piensan en el bien común.

 

Es por esto que los gobiernos de turno han tenido que acordar, negociar, asociarse, imponerse o someterse… a los diferentes grupos de poder político o económico para lograr gobernabilidad, legitimidad y reconocimiento, con el fin de alcanzar cierta estabilidad, dejando de lado la solución de los verdaderos problemas del país.

 

Las elecciones de gobernantes, tanto a nivel nacional como local, generalmente han dejado al país dividido y contrapuesto. Los gobernantes de turno consideran que tienen la razón en oposición a los gobernados y esto genera inmediatamente la ingobernabilidad. La posibilidad del encuentro se ve lejana, sin horizonte, no porque no exista, sino porque está nublada de escándalos, corrupción, impunidad, violencia, inseguridad, narcotráfico, denuncias, revancha, amenazas de marchas, muerte cruzada, etc…  A veces se percibe un país a la deriva, sin rumbo cierto.

 

El gobierno de G. Lasso ganó aceptación con el proceso de vacunación del covid 19, pero pierde con la presentación de proyectos de ley que afectan algunos derechos de las mayorías; habla de inversión extranjera, pero el presidente reconoce que tenía fondos en paraísos fiscales; en la COP26 ofreció ampliar la zona de resguardo de las Islas Galápagos, pero está en planes la explotación petrolera y minera; instala un radar de extrema utilidad, pero por falta de resguardo, permite su destrucción; militariza las ciudades pero la violencia no cesa y en las cárceles menos; ofrece transparentar sus cuentas en la Asamblea pero no va; abre las puertas a un diálogo con dirigentes indígenas y sociales, pero posterga la solución a los problemas…

 

Parecería que su círculo político, el más cercano y que asesora la toma de decisiones, está desconectado con el país, de sus problemas y necesidades, y tiene aparentemente su propia y privada agenda. La oposición política, enquistada en la Asamblea, está a la expectativa de cualquier error del ejecutivo para armar un espectáculo que impide agendar una propuesta seria ante la grave crisis en el país.

 

La gobernabilidad es imposible si no se reorientan los planes, las acciones y las políticas públicas hacia la población más necesitada. El gobierno, por haber sido elegido democráticamente, tiene la obligación de gobernar y trabajar por el bien de todos y dando ejemplo de integridad ética. Los ciudadanos también tenemos responsabilidades y obligaciones desde lo personal, desde la casa, desde lo local y societario, con el compromiso de vivir con valores positivos y comunitarios, siendo buenos ciudadanos, respetando y defendiendo al otro y a las leyes, construyendo un país justo, democrático, participativo e incluyente.

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Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe.