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Francisco quiere una Iglesia fuera de las iglesias

Frei Betto*.- La semana pasada en Nova Iguaçu (RJ), se reunieron agentes pastorales, miembros de Comunidades Eclesiales de Base, seguidores de la Teología de la Liberación, participantes en el Movimiento Fe y Política y miembros de movimientos sociales para profundizar en la propuesta del papa Francisco de «una Iglesia en salida».

El número de católicos en Brasil disminuye. La encuesta Datafolha de diciembre de 2016 arrojó que, en dos años, la cantidad de fieles se había reducido en nueve millones. En esa fecha, solo un 50% de los entrevistados se declaró católico.

El papa Francisco está consciente de la crisis del catolicismo. Por eso propone una «Iglesia en salida». Eso significa derribar los muros clericalistas que confinan la Iglesia a los templos; flexibilizar las leyes canónicas (por ejemplo, admitir las segundas nupcias de los divorciados); y modificar los parámetros ideológicos (que consideran al catolicismo connatural al capitalismo).

Ese proyecto de Francisco choca con la «restauración identitaria» o, en palabras del teólogo y primo mío João Batista Libanio, «la vuelta a la gran disciplina», defendida por Juan Pablo II y Benedicto XVI. Esta proponía la lectura de los documentos del Concilio Vaticano II a la luz de Vaticano I, el predominio del Derecho Canónico, el Catecismo de la Iglesia Católica, el desaliento a las Comunidades Eclesiales de Base, la aceptación de la liturgia tridentina, la valorización de los movimientos papistas y la desconfianza hacia la sociedad (tenida por relativista y nihilista).

Para el proyecto de «restauración identitaria», el papel de la Iglesia es salvar almas. Para el de la «Iglesia en salida», liberar a la humanidad de la injusticia y la desigualdad. Las personas se salvan salvando a la humanidad de todo lo que le impide ser la gran familia de los hijos y las hijas de Dios. De ahí la propuesta de Francisco de incentivar a los movimientos sociales a luchar por tres T: tierra, techo y trabajo.

El primer proyecto quiere una Iglesia centrada en la liturgia y los sacramentos, la noción de pecado, la sumisión de los laicos al clero. Siente nostalgia por los tiempos cuando la Iglesia Católica dictaba la moral social; merecía la reverencia del Estado, que la cubría de privilegios; y hoy, sus seguidores se sienten incómodos ante la secularización de la sociedad y los avances de la ciencia y la tecnología.

¿Pero cuántos jóvenes bautizados en la Iglesia Católica se preocupan hoy por la noción de pecado? ¿Cuántos temen ir al infierno al morir? ¿Cuántos se mantienen vírgenes hasta el matrimonio?

El proyecto de Francisco es el de una Iglesia descentrada de sí y centrada en los graves desafíos del mundo actual: preservación de la naturaleza, combate a la idolatría del capital, diálogo entre las naciones, acogida a los refugiados, misericordia con las personas, protagonismo de los movimientos populares, centralidad evangélica en los derechos de los pobres y excluidos.

Benedicto XVI renunció al reconocer el fracaso del proyecto de «restauración identitaria», todavía apoyado por un importante número de obispos, padres y religiosas que se sienten incómodos por las orientaciones del papa Francisco, a quien algunos critican abiertamente.

El nuevo modo de ser católico propuesto por Francisco se corresponde con lo que decía santo Domingo, el fundador de la Orden religiosa a la que pertenezco: «El trigo amontonado se pudre; esparcido, fructifica». Salir de la sacristía hacia la sociedad; entender el mundo como dádiva de Dios; descubrir la presencia de valores evangélicos en personas y situaciones desprovistas de fe o religiosidad; procurar el diálogo ecuménico e interreligioso; estar menos en la iglesia para hacerse más presente en el Reino de Dios, categoría que, en boca de Jesús, se contraponía al reino del César, y que significa el mundo en el que la paz sea fruto de la justicia y no del equilibrio de las armas.

La meta es el Reino de Dios, en el cual «Dios sea todo en todos», como anunció el apóstol Pablo (I Corintios 15, 28). El camino para alcanzarlo incluye a los movimientos sociales, las instituciones de la sociedad, las herramientas políticas. Y la Iglesia funciona como una «gasolinera» que nos abastece de una fe y una espiritualidad capaces de estimularnos como militantes de la gran utopía: el mundo que Dios quiere para que sus hijos e hijas vivan con dignidad, libertad, justicia y paz.

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* Frei Betto es fraile dominico , teólogoperiodista y escritor brasileño.  Es autor, entre otros libros, de Parábolas de Jesus – ética e valores universais (Vozes).

http://www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.