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28 octubre 2022

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Evangelio Dominical: Zaqueo

Evangelio Dominical: Zaqueo

Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en el trigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C, correspondiente al domingo 30 de octubre de 2022.  La lectura es tomada del Evangelio según San Lucas 19, 1-10.

 

“Doy la mitad de mis bienes a los pobres” 

 

Uno encuentra obstáculos en la vida. ¿Cómo reaccionar ante ellos?

 

<Cuentan que un rey mandó colocar una gran piedra en medio de un camino, por el que transitaba bastante gente, para ver quién la quitaba. El rey observaba a sus súbditos. Pero todos, ricos, cortesanos y pobres, al verla, daban un gran rodeo y seguían su camino.

 

Un día un campesino llegó con su carga al hombro, vio la piedra que estorbaba a todos, dejó su carga en el suelo y, después de muchos intentos, logró echar la piedra fuera del camino.

 

Cuando volvió a coger su carga, vio una bolsa donde había estado la piedra. La bolsa contenía muchas monedas de oro, y una carta del rey que decía que las monedas de oro eran para el que quitara la gran piedra. Y aprendió aquel día que cada obstáculo en el camino de la vida es una oportunidad para mejorar nuestra situación>. (Félix Jiménez, escolapio)

 

<Ha habido campeones mundiales, por ejemplo, Boris Becker, número uno en tennis, que ganó Wimbledon dos veces, y una vez como el jugador más joven. Pero era un hombre infeliz, que inclusive intentó el suicidio. “No tenía paz interior”, decía después.>

 

  1. Oswaldo Sanders dice en su libro De cara a la soledad: “El millonario es de ordinario un hombre solitario, y el payaso es a menudo más infeliz que su audiencia”.

 

Quizá esto fue lo que le pasó a Zaqueo, que era pequeño de estatura, y se subió a un árbol para ver mejor a Jesús, cuando pasara.

 

Pregunta 2 – ¿Quién era Zaqueo?

 

Zaqueo era un supervisor de publicanos” (v. 2).

 

Los romanos contratan a publicanos, como Zaqueo, para recoger impuestos en pueblos o regiones particulares. Zaqueo a su vez subcontrata la recolección de impuestos a otros publicanos menores. El sistema se presta al abuso y a la corrupción. Los judíos desprecian a los publicanos y los consideran como mercenarios y ladrones.

 

“Y habiendo entrado Jesús, iba pasando por Jericó” (v. 1).  Jericó es una ciudad de tierra caliente, adinerada y un centro de comercio.  Ocupa un lugar estratégico junto a la carretera a Jerusalén y un cruce del Río Jordán.  Sus habitantes exportan dátiles y bálsamo.

 

Zaqueo era rico, tenía poder, pero oyó hablar de Jesús. Quería ver a Jesús, ese hombre del que todos hablaban bien, que hacía signos maravillosos, que hablaba con autoridad, que era el nuevo profeta.

 

Quizá se sentía culpable de lo que robaba, veía obstáculos a su felicidad. Estaba insatisfecho. Le daba pena. Era un pecador público y pequeño de estatura. ¿Cómo acercarse a Jesús, que viene por aquel camino repleto de gente, que lo acompaña?

 

 “Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí” (v. 4).

 

Pero la sorpresa de Zaqueo es que es el mismo Jesús quien lo está buscando. Porque, al llegar bajo el árbol, Jesús se detiene, levanta la cabeza y le dice a Zaqueo:

 

Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me aloje en tu casa”.

 

¿Quién busca a quién?

 

Aparentemente Zaqueo es el que busca a Jesús. Pero al final Jesús también busca a Zaqueo.

Zaqueo descendió aprisa, y le recibió gozoso.

 

¡Qué sorprendido y honrado se debe sentir Zaqueo! Jesús es muy popular, y da categoría a cualquier hogar que visite. ¿Por qué le honraría a él, un pecador público conocido de todos?

 

Efectivamente, todos murmuraban de Jesús diciendo que “había entrado a comer en casa de un pecador”. La gente común ve a Jesús como su amigo. Pero no quiere que él honre a un hombre considerado como su enemigo.

 

Pero Jesús se sienta a comer con la familia y los amigos de Zaqueo. Todos conversan.

 

¿Cómo reacciona Zaqueo?

 

Zaqueo reflexiona. La aceptación desprejuiciada e incondicional del pecador Zaqueo por parte de Jesús le habló más claramente a su corazón que el mejor discurso de Jesús.

 

Y Zaqueo le dice espontáneamente a Jesús:

 

  • “He aquí, Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, lo restituiré cuatro veces más”.

 

En otra ocasión Jesús le había pedido a un joven rico que vendiera sus posesiones y que se las diera a los pobres.

 

A Zaqueo sólo le pide hospitalidad; pero Zaqueo, de su propia voluntad, ofrece mucho más.

 

Y Jesús acepta la buena voluntad de Zaqueo, y comenta:

 

 “Hoy ha venido la salvación  a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham(v. 9).  La salvación de Zaqueo beneficia a su familia y a su comunidad, cuando da dinero a los pobres y restituye a quienes ha defraudado.

 

“Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.

 

Ahora proclama que su misión central es buscar y salvar a los que están perdidos. Y para ello es Jesús quien toma la iniciativa.

 

¿Qué cosas perdidas salvó Jesús?

 

Lo cuenta en varias parábolas: la oveja perdida (15:3-7), la dracma perdida (15:8-10) y el hijo pródigo (15:11-32). Y cuando encontraron lo perdido, hubo gran regocijo.

 

Lo bueno de Zaqueo es que trató de quitarse de encima lo que estorbaba a su conciencia. Fue limpiando su camino de obstáculos. Quizá esta actitud de superar obstáculos fue lo que llamó la atención de Jesús.

 

Jesús nos dice: “Vengan a mí los que estén agobiados y yo los consolaré”.

 

Y en el Apocalipsis (3, 20) repite: “Estoy a la puerta llamando y cenaremos juntos”.

 

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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)