Facebook   Twitter   Instagram   Youtube   Flicker

SIGNIS ALC

18 junio 2021

No hay comentarios

Evangelio Dominical: Tormenta

Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en el décimo segundo Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B, correspondiente al domingo 20 de junio de 2021.  La lectura es tomada del Evangelio según San Marcos 4, 35-41

 

¡Hasta el viento y las aguas le obedecen! 

 

¿Por qué había tormentas tan grandes en el Lago de Tiberíades?

 

Precisamente ese lago se llamaba también “Mar de Galilea” por sus fuertes tormentas. El lago está a 213 metros bajo el nivel del mar – rodeado de barrancos y montañas empinadas excepto en el Sur. (El monte Hermón, en el Golán tiene 2.236 metros; el monte Merón en Alta Galilea tiene 1.208 metros). “Como resultado de esta formación, a menudo soplan vientos fríos por sus cuestas e, inesperadamente, se levantan tormentas violentas sobre la cálida superficie del lago” (Lockyer, 402).  Las olas pueden llegar a sobrepasar más de nueve metros de altura.

 

Pero además la mentalidad israelita veía en el mar el lugar donde estaban escondidos los espíritus malignos, los demonios, las fuerzas ocultas que persiguen a los seres humanos.

 

¿Cómo eran los barcos de ese mar?

 

En 1986 el casco de un barco pesquero fue 1excavado de la orilla del Mar de Galilea.  Al ser fechado por carbón demuestra ser de la época de Jesús.  El barco medía 8 metros de largo, 2.30 metros de ancho, y 1.35 metros de alto – tenía cubierta de proa y de popa – y podría llevar aproximadamente 15 personas – cuatro de ellas remando.  Seguramente, sería un barco como éste en el que Jesús y los discípulos cruzaron el Mar de Galilea.

 

¿A quién se le ocurrió meterse en el mar: a Jesús o a sus discípulos?

 

Fue idea de Jesús. Él decide ir a la orilla oriental del lago, que no era de los judíos, sino de los paganos. Quería llevarles también a ellos la Buena Noticia. Allí curó después a un endemoniado (de Gerasa), quien quedó allá proclamando a Jesús como Salvador.

 

¿Y qué hacía Jesús durante aquella tormenta?

 

Dormir despreocupadamente. Pero sus discípulos le despiertan, y le dicen:

 

– ¿Maestro, no te importa que perezcamos? Mira la tormenta que tenemos.

Y levantándose, increpó al viento, y dijo al mar:

– “Calla, enmudece”. Y cesó el viento, y fue hecha gran bonanza. Y Él les dijo:

– «¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?».

 

El hecho de que Jesús calmara las olas era un signo del poder que Dios le había dado contra los malos espíritus que levantaron la tempestad. Era una forma de proclamar que era el Mesías. Pero la lección más importante de hoy es tener fe. El miedo surge cuando no hay fe.

 

¿Y qué es tener fe?

 

Fiarse de Jesús. El niño que tropieza y cae, ¿a quién acude? A sus papás: se fía de ellos, que le solucionarán todos los problemas. La fe se basa en el amor y produce milagros. Cuántas veces Jesús dijo a enfermos curados: “Tu fe te ha salvado”. Los discípulos aprendieron la lección y le pedían: “Auméntanos la fe”. “Nada te turbe. Nada te espante. Dios no se muda… Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta” (Sta. Teresa).

 

¿Tenemos también nosotros tormentas?

 

De sobra. Las tenemos dentro de nosotros mismos, por el egoísmo, el deseo de dinero, de riqueza, de honores, por la soberbia, por la corrupción. Es el camino del mal espíritu.

 

Tenemos que comenzar venciéndonos a nosotros mismos, para que el egoísmo no nos domine. Es lo que nos cuenta una leyenda árabe, titulada “El diamante”.

 

<Un rey tenía tres hijos y un diamante de incalculable valor. ¿A quién se lo daría? Los reunió: se lo daría al que realizase aquel día la acción más heroica.

 

En la noche uno contó que había matado a un famoso ladrón. El otro había vencido a diez hombres muy armados. El más pequeño contó:

 

–  Salí esta mañana y encontré a mi mayor enemigo dormido al borde de un acantilado. Lo hubiera podido echar hacia abajo. Pero lo desperté y le perdoné.

 

El rey se levantó de su trono, abrazó a su hijo menor y le entregó el diamante> (En Gómez Serrano, Pedro José (2008) “Pecado”, en Sal Terrae, Abril 2008, pp. 325-338).>

 

La mayor victoria que podemos tener es dominar nuestro egoísmo, nuestra sed de venganza, nuestra soberbia, que nos puede llevar a los mayores crímenes de explotación de los demás, de olvidarnos de los derechos y necesidades de los demás y de convertirnos en esclavos de nuestros peores instintos. Dominamos la tormenta, cuando sabemos perdonar, sonreír y dar vida a los demás, como hizo Jesús en todo su recorrido por la tierra.

 

¿Entonces, nuestro enemigo lo tenemos fuera o dentro de nosotros?

 

Está dentro y fuera. Las tormentas de fuera también son muy abundantes.

 

Tenemos tormentas dentro de la familia, entre hermanos, entre padres e hijos, dentro del matrimonio. Hay tormentas en el país por diferencias políticas.

 

Hay tormentas en el mundo con guerras, muertes y con crisis financieras.

 

Hay tormentas fuera y dentro de la Iglesia (es decir, dentro de la comunidad eclesial). Los cristianos predicamos contra el aborto, la eutanasia, etc. para defender la vida del débil no nacido y del desahuciado. Y se levantan polvaredas de quienes se llaman cristianos, pero valoran más su libertad egoísta que la vida de los demás.

 

La Iglesia ha sufrido y sufre muchas persecuciones por defender los derechos de los pueblos a la libertad, al respeto, a la vida. Éste es un evangelio para momentos difíciles.

 

¿Qué es mejor para la Iglesia: vivir amenazada o vivir adulada?

 

No se trata de ser masoquistas. Pero la Iglesia primitiva (es decir, los cristianos de los tres primeros siglos) crecieron a pesar de las persecuciones: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”. Puede ser que el mayor peligro de la Iglesia sea cuando todo le sale bien. La cruz lleva a la luz (Per crucem ad lucem). Aquí el enemigo es el comodismo, el callarse ante la injusticia, el bajar la cabeza para así recibir limosnas del poder.

 

Pero hoy día también hemos tenido mártires: Mons. Romero, los seis jesuitas de El Salvador,  Luis Espinal, jesuita asesinado en Bolivia  por denunciar las injusticias de un régimen totalitario,  Mons. Isaías Duarte Cancino en Colombia, luchador contra congresistas narcos.

 

Siempre le toca a la Iglesia (es decir, a los cristianos) el luchar contra la corriente, porque ‘camarón que se duerme, se lo lleva la corriente’.

 

Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Allí recibiremos fuerza para resistir las tormentas dentro de nosotros mismos a nuestro alrededor y contra la Iglesia. “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.”

José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)