Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama el segundo Domingo de Pascua, correspondiente al domingo 24 de abril de 2022. La lectura es tomada del Evangelio según San Juan 20, 19-31.
“Hemos visto al Señor… Señor mío y Dios mío”
Aquí se aparece Jesús por primera vez a los Apóstoles. Es un gran acontecimiento. ¿Dónde y cuándo ocurrió esto?
La escena se desarrolla en Jerusalén, probablemente en el Cenáculo, la sala de la Última Cena.
Es el día en que resucitó Jesús: en la tarde de Pascua, el mismo día en que los discípulos vieron la tumba vacía y que María vio a Jesús.
Era el primer día de la semana judía, que ahora es el domingo. ‘Domingo’ en castellano viene de la palabra latina ‘Dominus’, que quiere decir ‘Señor’. El domingo es el día del Señor.
¿Cómo se encuentran los discípulos cuando se les aparece Jesús?
Están con las puertas cerradas.
Las mujeres les dicen que han visto a Jesús resucitado, pero no las creen.
Tienen miedo a los judíos. Saben que los fariseos los pueden buscar para acusarlos de ser los amigos del Crucificado y de haber robado su cadáver (Mateo 28,13).
Pero Jesús amorosamente se manifiesta también a ellos.
¿Y cómo se aparece Jesús?
En esta situación de angustia viene Jesús, y con toda sencillez les consuela (ejercitando el oficio de Consolador) de esta forma:
– Se puso en medio de ellos:
– Les dijo: «¡Paz a Ustedes!«:
– Les mostró las manos y el costado, donde se veían las cicatrices de la Pasión, llenándolos de alegría.
– Les confía la misma misión que Él había recibido del Padre: proclamar al mundo que Dios es amor, y que nos debemos amar unos a otros: “Como el Padre me envió, así les envío a ustedes”.
– Y para confirmar todo esto, hace un gesto simbólico: sopla sobre ellos diciendo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les serán perdonados, y así obtendrán la vida”.
Esto de soplar sobre una persona, ¿qué significa?
Ocurrió también nada menos que para la creación del hombre. Dios sopló sobre el rostro de barro de Adán, y así le dio el aliento de vida material y espiritual (Génesis 2,7).
Y ahora Jesús vuelve a re-crear al hombre en sus discípulos. Les da vida. Les perdona sus pecados, y los envía a dar vida al mundo.
¿Estaban todos los Apóstoles ahí?
No. Faltaba uno: Tomás.
Esto resultó un contratiempo y, paradójicamente, una oportunidad bendita para la débil fe de Tomás.
Porque cuando sus amigos le contaron la aparición de Jesús, Tomás no les creyó. Les dijo que no fueran tontos, que él no se tragaba ese cuento.
Tomás quería pruebas, quería ver en Jesús las verdaderas marcas de su Pasión. «Si no meto mi mano en el agujero de sus clavos, si no meto mi dedo en su costado…” Y no hubo forma. Tomás tenía la cabeza muy dura.
¿Qué hace Jesús con este Tomás incrédulo y testarudo?
Le consuela. Cumple exactamente con lo que Tomás pedía. Se ve que lo conocía bien.
Jesús viene de nuevo al domingo siguiente. Saluda a todos como de costumbre: “Shalom”, que significa “La paz esté con ustedes”.
Frutos de la consolación (según S. Ignacio): a) Fe. Y entonces se dirige inmediatamente a Tomás y le dice: «Pon tu dedo aquí. Mira mis manos. Pon tu mano en mi costado. Y no seas incrédulo sino creyente».
Y resulta que el que antes dudó más, pronuncia ahora la mayor y mejor confesión de fe en el Señor resucitado: «¡Señor mío y Dios mío!». Para él Jesús se convierte en «mi» Señor y en «mi» Dios.
b) Esperanza: Y Jesús le contesta: «¿Porque has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
c) Caridad. Por lo que hizo después.
¿Qué hizo después Tomás?
<Cuenta una hermosa leyenda que Tomás fue a predicar el evangelio a la India. Y el rey Vecius le dio dinero para que le edificara un palacio.
Pero Tomás distribuía el dinero entre los pobres y les anunciaba la muerte y resurrección de Jesús. Los ricos traían sus riquezas y las distribuían entre los demás. Y muchos se hicieron cristianos.
Y le dijo al rey:
– «Tu palacio está hecho de personas, que ya no son pobres y ahora creen en Jesús. Dios vive en ellos. Tu gente es un magnífico palacio.»>
Algo parecido ocurrió con los primeros cristianos en Roma y en otros sitios.
De esto precisamente habla la Primera Lectura del Domingo de hoy. Dice así:
<La multitud de los que habían creído era de un solo corazón y de una sola alma. Ninguno decía ‘mío’ a lo que poseía, sino que todas las cosas les eran comunes… No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que eran propietarios de terrenos o casas los vendían, traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles. Y era repartido a cada uno según su necesidad.> (Hechos 4, 32-35)
Nuestra situación es distinta. Somos millones de personas en cada país. La mayoría es pobre. El simple dar limosna no resuelve el problema de la pobreza, además de ser humillante.
Se requiere educar al pueblo, dar empleo productivo, crear estructuras de mercadeo.
Se requiere crear empresas y empleo, destinar recursos para que aumente la productividad, poner a la disposición de todos buenos hospitales, escuelas, liceos, universidades…
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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)