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26 agosto 2022

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Evangelio Dominical: Primeros puestos

Evangelio Dominical: Primeros puestos

Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en el vigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C, correspondiente al domingo 28 de agosto de 2022.  La lectura es tomada del Evangelio según San Lucas 14, 1.7-14.

 

“El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” 

 

A Jesús le invitaban a comer aun sus enemigos. ¿Qué hacía en esos casos?

 

Jesús era un tipo popular, y lo invitaban a comer a su casa ricos y pobres.

 

Un sábado, después del servicio en la sinagoga, un fariseo rico invitó a Jesús y a otros amigos a comer a su casa. Pero Jesús notó que le estaban espiando para ver si cometía algún error.

 

Y en realidad fue Él quien encontró errores en ellos: Él se fijó que los convidados escogían los primeros puestos. Los primeros asientos son los que se encuentran más cerca del anfitrión. El jefe de casa se sienta a la cabecera de la mesa, y junto a él sus amigos cercanos e importantes, mientras que los demás se sientan al fondo del comedor.

 

Y Jesús, suavemente, sin acusaciones llamativas, sino de una forma sencilla y humilde trató de enseñarles algo, apelando al sentido común, y repitiendo lo que ya había dicho la Biblia sobre esto en el libro de los Proverbios (25:6-7).

 

¿Qué enseñanzas les dijo Jesús?

 

Son dos: la primera es de humildad, y va dirigida a los comensales:

 

-< Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que les convidó a ti y al otro, y te dirá: «Cédele el puesto a éste«. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba«. Entonces quedarás muy bien ante los comensales. Porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado” (v. 11). >

 

María en el Magnificat también profetizó este cambio entre poderosos y humildes: “Derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos” (1:51-53).

 

El Reino de Dios es un estado, en que las cosas están al revés de cómo están en el mundo terrenal. Pero, así como nos preparamos para vivir en un país extranjero, aprendiendo su lengua y adaptándonos a sus costumbres, así también hemos de prepararnos para el reino de Dios, aprendiendo y siguiendo sus reglas.

 

Jesús, hoy, y en todo el evangelio nos invita a vivir y elegir la difícil virtud de la humildad.

 

La humildad nos hace reconocer a Dios como el único primero, el único santo, el único bueno, el único Señor.

 

La humildad nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra caducidad y nuestro fin.

 

<Cuentan que Christian Herter, gobernador de Massachussets, estaba haciendo campaña para su reelección.

 

Un día, que dedicaba a levantar fondos para la campaña, pero que ni había desayunado ni comido, se puso en la fila para comer. Cuando llegó su turno, le sirvieron un solo pedazo de pollo.

 

-Perdone, señora, pero estoy hambriento.

 

-Lo siento, señor, pero sólo se da un trozo por persona.

 

Este señor, habitualmente sencillo y amable, quiso echar todo el peso de su oficio y de su prestigio y le dijo: «Señora, ¿sabe quién soy? Soy el gobernador de este estado».

 

Y ella le contestó: «Y usted, Señor, ¿sabe quién soy yo? Soy la encargada de repartir el pollo. Así que siga adelante en la fila, señor». (Félix Jiménez, escolapio).

 

En cambio, ¿cómo actuó Jesús?

 

Este gobernador hace todo lo contrario de lo que hizo Jesús: Jesús nunca buscó el primer lugar. Más bien:

 

  • Siendo de condición divina, se hizo hombre.
  • Siendo dueño de todo, se hizo esclavo.
  • Siendo el primero, se hizo el último.
  • Siendo inocente, se hizo culpable.

 

Pero, por humillarse, Dios lo enalteció, lo resucitó y le dio un nombre sobre todo nombre y todos proclaman “Jesucristo es el Señor”.

 

¿Cuál es la segunda enseñanza de Jesús hoy?

 

En esta comida en casa del fariseo, Jesús nos dicta además la lección de la generosidad:

 

<Y dijo al que lo había invitado: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.>

 

Jesús señala aquí a los cuatro grupos de gente que nos pueden devolver la invitación: amigos, hermanos, parientes y vecinos ricos.

 

Pero señala también a los cuatro grupos que NO nos invitarán de vuelta: los pobres, mancos, cojos y ciegos. Precisamente a estos tres últimos (los mancos, cojos y ciegos) se les prohíbe servir como sacerdotes a causa de sus imperfecciones físicas (Levíticos 21:17-23). Eran los marginados. Jesús nos invita a celebrar con ellos el amor y el perdón de Dios.

 

Jesús no apoya una caridad a distancia, como quien solo manda un cheque; en cambio, nos llama a invitar a los pobres y desconectados para que se sienten a nuestra mesa.

 

La comida es un gran momento de amistad, de conversar y de estar juntos.

 

Para Jesús es el momento de estar con los más necesitados, para que los marginados y excluidos se conviertan en parte de un grupo social reconocido.

 

La mejor inversión es en aquellos, que tienen verdaderas necesidades, y que no van a ser capaces de repagar los dividendos. Jesús promete que pagará el interés acumulado por medio de nuestras inversiones en los elementos más vulnerables de la humanidad. Él repagará lo que ellos no pueden pagar, y promete que Dios nos repagará en la resurrección de los justos.

 

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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)