Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en el trigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C, correspondiente al domingo 6 de noviembre de 2022. La lectura es tomada del Evangelio según San Lucas 20, 27-38.
“El Dios de vivos”
Pregunta 1 – ¿Habrá vida eterna o no?
Escucha esta historia: < Un turista visitó a Hofetz Chaim, rabino polaco del s. XIX. Se quedó asombrado al ver que su casa sólo consistía en una habitación sencilla llena de libros con una mesa y un banco. Y le preguntó: – “Rabino, ¿dónde están los muebles?”
- “¿Y dónde están los de Vd?”, replicó el rabino.
- “¿Los míos? Yo solo voy de paso”, contestó el turista.
-“También yo”, replicó el rabino>. Una de las características del mensaje de Jesús fue la esperanza para después de la muerte, que aparece en los últimos libros de la Biblia.
Pregunta 2 – Pero Jesús dijo que sí había vida eterna. Los saduceos que no. ¿De parte de quién nos ponemos? ¿Quiénes eran los saduceos?
Los saduceos surgieron doscientos años antes de Jesús. Constituyeron un grupo aristocrático, al que se integraron sacerdotes, levitas, terratenientes y mercaderes. Era gente influyente y poderosa. Ligados al poder romano y a sus beneficios económicos, defendían que la recompensa de Dios sólo se obtenía en esta tierra, precisamente en forma de buena posición, de dinero y privilegios. Por ello decían que no necesitaban de ningún cielo en la otra vida ni de ningún Mesías. En cambio, el pobre, el marginado, el enfermo… son malditos de Dios. Eran enemigos de los fariseos, pero ambos se oponían a Jesús.
Pregunta 3 – Los saduceos quieren entrampar a Jesús con una pregunta sobre la resurrección. ¿Qué pregunta le hacen a Jesús?
Le hacen una pregunta tramposa sobre la otra vida, para hacer ver que no puede haber resurrección. Para ello citan la ley del levirato de Moisés (Deut. 25:5-6). Ella dice:
«Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano». La ley era para proteger a las viudas sin hijos (una mujer sin varón y sin hijos no era nadie).
Y aquí viene la trampa: “Pero si el hermano muere y la viuda se casa con otro hermano, y así hasta con siete hermanos, ¿de cuál de ellos será mujer en la otra vida?”
Y ya que es ridículo que la viuda tenga siete maridos en el cielo, los saduceos concluyen que un cielo así es imposible, y por lo tanto no hay resurrección.
Pregunta 4 – ¿Cómo responde Jesús?
Jesús asegura: hay resurrección. En la resurrección de Lázaro dirá enfáticamente:
“Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá”.
Y ahora añade: “Aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza” (v. 37). Cuando Moisés se encuentra con Dios en la zarza, ya habían muerto hacía mucho tiempo Abraham, Isaac y Jacob, pero Dios habló de ellos entonces, como si todavía estuvieran vivos.
Allí no habrá sexo para procrear. Lo de tener mujer es por razón de los hijos.
Hay resurrección, porque Dios es Dios de vivos. Dios nos ha creado para la vida y no para la extinción definitiva. Dios no nos echa a la vida como burbujas de jabón: ahora están, mañana no. Dios nos da la vida aún más allá de esta existencia terrena.
Sin embargo, es una resurrección distinta de la que los saduceos suponen. La vida eterna es distinta de la terrena. En ‘este siglo’ la procreación sexual es necesaria para mantener la raza humana, pues aquí la gente se muere, y hay que traer relevos. Pero en la otra vida nadie muere y nadie nace. Por eso allí no hace falta casarse ni levantarse de noche a atender el bebé, ni depender el hombre de la mujer ni viceversa. Seremos libres, como los ángeles, porque las relaciones son abiertas y sin ningún impedimento.
Pregunta 5 – Pero una vida así sin sexo, ¿no será aburrida y monótona?
Nada de eso. La vida en la resurrección estará llena de alegrías, que ahora no podemos ni comprender. Y serán mayores que las de aquí abajo. Así nos lo asegura S. Pablo:
“Ni ojo vio, ni oído oyó, ni corazón humano puede entender lo que Dios ha preparado a los que le aman”. (1 Cor 2:9). Así lo imaginó Jesús en tantas parábolas de bodas: La imagen del banquete de boda con la casa a rebosar fue la imagen central, cuando Jesús hablaba del futuro (Mateo 22, 1-14). El “cielo” será una fiesta sin fin.
Entonces los seres humanos verán a Dios con sus ojos, se repartirá la herencia, se oirán risas de fiesta, la familia de Dios se sentará a la mesa del Padre, se partirá el pan de la vida. Y todo cambiará: los últimos serán los primeros, los pobres dejarán de serlo, los hambrientos serán saciados. Según Jesús, todo lo anunciado comienza ya en la tierra, como un atisbo de lo que será en plenitud. Sólo el lenguaje del amor puede adentrarnos en lo que el cielo significa, porque la aspiración más radical que tenemos es poder amar y poder ser amado de manera plena, íntima y total. Y para esto el sexo no es imprescindible.
Tampoco hay reencarnación, donde se repitan las dependencias de ‘esta vida’.
Pregunta 6 – ¿Podemos prever lo que nos espera?
Es muy difícil preverlo. Aquí hay algunas comparaciones:
Una oruga en forma de gusanillo, un día se transformará en una bella mariposa de mil colores. Si lo supiera cuando es oruga, desearía esa transformación ya, sin esperar.
Tampoco el feto puede sospechar lo que le espera fuera.
Y el niño de dos años tampoco puede imaginarse lo que le espera dentro de 20 años.
Pregunta 7 – ¿Habla la Biblia de la resurrección?
La palabra ‘resurrección’ no aparece en el AT, pero los principios del concepto se encuentran allí: “Ya sin carne veré a Dios” (Job 19:26); “No entregarás mi vida al Abismo” (Salmo 16:10); “Dios me arrancará de las garras del Abismo” (Salmo 49:16); “El Señor aniquilará la muerte para siempre” (Is 25:8); “¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se alzarán, despertarán jubilosos los que habitan en el polvo! (Is 26:19); “Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua” (Dn 12:2).
La primera vez que se plantea la resurrección de los muertos y la inmortalidad individual, es en los libros de los Macabeos (2 Macabeos 12, 41-46; 14, 46). (1ª Lectura de hoy). Frente a la muerte de los guerrilleros israelitas, que combatieron por la liberación de su pueblo contra tropas extranjeras, el pueblo comenzó a intuir que los mártires de la liberación nacional serían resucitados por Dios. Aquellos héroes no podían estar definitivamente muertos, y que su resurrección era necesaria.
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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)