Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama el cuarto Domingo de pascua, ciclo B, correspondiente al domingo 25 de abril de 2021. la lectura es tomada del Evangelio según San Juan 10, 11-18.
“Yo soy el Buen Pastor”
Jesús tuvo un gran éxito con las masas. Pero los escribas y fariseos lo odiaban a muerte. ¿Por qué esa diferencia?
Efectivamente. Las masas venían de lejos a escucharle: de Siria, de Jerusalén… Y decían admiradas: “Nunca nadie ha hablado como Él.”
El evangelio de Juan narra el ascenso en popularidad de Jesús con muchos milagros realizados desde las Bodas de Caná (Juan 2) hasta la Multiplicación de los Panes (Juan 6).
Pero, después de tanto prestigio popular, se produce un claro enfrentamiento entre Jesús y los líderes judíos. ¿Envidia? ¿Miedo a perder poder?
¿Miedo de que los fuera a reemplazar?
En este contexto Jesús les presenta la bella Parábola del Buen Pastor (Juan 10, 1-18).
¿Qué dice esta Parábola?
Hay que recordar que en tiempo de Jesús, los pastores, que tenían sus propios rebaños, los llevaban a pasar la noche a un gran redil, que era custodiado por uno o varios guardas. Por la mañana, cada pastor llamaba en el redil a sus ovejas, salían alegres con él, porque las conducía a los mejores pastos.
En este contexto Jesús explica la Parábola:
«Las ovejas escuchan la voz del Buen Pastor, y él las llama una por una y las saca fuera a pastorear. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño y ladrón, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños… El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir…
Yo en cambio he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa.» (Juan 10, 1-18).
¿Por qué eligió la figura del Buen Pastor?
Este es un título bíblico. En la Biblia se dice que Dios es como el Pastor de su pueblo (Ez 34; 36; Jr 23 y el famoso salmo 23).
Este título se aplicó primero a los jefes de Israel, como David, que debían actuar como un Pastor puesto por Dios. Pero, como muchos reyes de Israel no se preocuparon realmente de las ovejas, sino que se aprovecharon de ellas, Dios prometió que Él mismo vendría como Mesías a cuidar a su pueblo, a proveer a sus necesidades y a administrarle verdadera justicia (cf Ez 34,11-31).
Desde el profeta Miqueas (Miqueas 2, 12-13) comienza a abrirse paso en la mentalidad israelita la idea de un mesianismo de los pobres, en el que un «resto» del pueblo de Israel, cautivo en Babilonia, es el portador de las promesas mesiánicas del Reino (Sofonías 3, 11-13).
Y Jesús se reconoció en ese mesianismo pobre y no en el mesianismo triunfalista que esperaban otros sectores de la sociedad de su tiempo, como los líderes judíos y muchos otros.
De esta forma Jesús, al llamarse ‘el Buen Pastor’, reivindica para sí el lugar del Mesías y de Dios. Él es el pastor enviado por Dios para visitar y buscar sus ovejas perdidas. Es Dios revestido de amor que viene a recibir a todos los hijos pródigos. Y por extensión es el nuevo pastor del nuevo pueblo de Dios, de su Iglesia, de todos, aun de los que viven fuera, de los perdidos, de los que no tienen pastor. A todos los quiere salvar y cuidar.
¿Por qué los líderes judíos son como los ladrones y asalariados? Es una acusación muy grave.
Los ladrones y bandidos no pueden soportar a un buen pastor, porque un buen pastor no les deja cometer sus fechorías. La predicación y el ejemplo de Jesús amenaza su poder.
Los líderes judíos vienen a Jesús no para buscar la verdad, sino para entramparlo, desprestigiarlo y condenarlo. Buscan su destrucción. No les interesa el bien de Jesús ni el de sus seguidores. Lo que pretenden es que los seguidores de Jesús lo abandonen.
Jesús dice también que hay otras voces distintas a la suya. ¿Cuáles son estas voces?
La voz del dinero, de la corrupción, del sexo extramatrimonial, de la mentira, de los falsos amigos, de los miedos y apetitos, la voz de la rabia y la rebeldía, de la injusticia y de la muerte, la voz de los santeros…
Éstas son voces tentadoras, que desvían a la gente, y no hay que hacerles caso.
<Cuentan que Ulises, cuando regresaba a su patria Ítaca, preparó a su tripulación para evitar la música de las sirenas tapándoles los oídos con cera; deseoso de escucharlas él mismo, se hizo atar a un mástil para no poder arrojarse a las aguas al oír su música. (Odisea (XII, 39)>
¿Cuál es la verdadera voz?
La de Jesús, que nos ama y nos llama. Él es la Palabra. Este Hijo de Dios se hizo hombre (1,14) para dar a conocer a Dios-Padre (1,18) y darnos vida en plenitud (10,10), la vida eterna.
Él se preocupa de los más débiles, de los enfermos, de la oveja perdida, de cuando tenemos problemas.
Nosotros obtenemos la vida eterna creyendo en Jesús, y acogiéndolo en nuestra propia vida, teniendo una duradera y fructífera relación personal con él (15,1-17).
De esta forma nos capacita para convertirnos en hijos adoptivos de Dios (1,12-13). Él nos habla.
El comienzo de una amistad y de un amor está siempre en la escucha de una palabra, de un saludo, de una invitación.
La escucha es el abono que hace fértil una relación humana y también una relación divina.
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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)