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17 junio 2022

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Evangelio Dominical: Domingo de la Trinidad

Evangelio Dominical: Domingo de la Trinidad

Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en la solemnidad de Corpus Christi, ciclo C, correspondiente al domingo 19 de junio de 2022.  La lectura es tomada del Evangelio según San Lucas 9, 11b-17.

 

 “Dénles ustedes de comer” (Lc 9, 11b-17)

 

Este es uno de los milagros más espectaculares de Jesús. ¿Dónde ocurrió este milagro?

 

A unos tres kilómetros de Cafarnaúm, muy cerca del mar de Tiberíades, está Tabgha, que es la contracción de la palabra griega “Heptapegon”, que quiere decir “Siete Fuentes”.

 

Allí hay una iglesia, llamada “iglesia de la multiplicación”, que está edificada sobre la que ya existía allí hace 1.400 años. Los mosaicos que hay en el suelo, son los del antiguo templo y tienen un gran valor artístico y arqueológico. En uno de esos mosaicos se representa un cesto con cinco panes y dos peces a sus lados.

 

Recuerda aquel día en que caía la tarde y la muchedumbre seguía al pié de Jesús escuchándole. Sus discípulos le decían a Jesús que despidiera a la gente, para que fuera a los poblados vecinos a comer y descansar en la noche.

 

Pero Jesús arregló el problema de otra manera: quiso contar con la colaboración responsable de los discípulos y, multiplicando el pan y el pescado, que un muchacho llevaba para sí, hizo que lo repartieran de manera que 5.000 hombres, además de los niños y mujeres presentes, comieron hasta saciarse.

 

¿Qué relación tiene con la fiesta del Corpus?

 

El mismo Jesús comparó el comer el pan de la Multiplicación de los Panes con el comer su cuerpo. Esto ocurrió cuando los que habían estado en la Multiplicación de los panes le pedían más y más milagros.

 

¿Y el pan y el vino eucarísticos son como cualquier alimento?

 

Cuando comemos algún alimento, éste se transforma en nosotros mismos. Pero el alimento eucarístico hace al revés: nos transforma en Cuerpo de Cristo, nos convertimos en aquello que comemos.

 

¿Y por qué nosotros que comulgamos hasta diariamente, no experimentamos en nosotros ese cambio tan profundo?

 

Quizá esta historia te lo explique:

 

< En tiempo de la Guerra Fría un grupo de rusos y norteamericanos iban juntos en una expedición. Al llegar la hora de la comida, los rusos sacaron un trozo de pan negro ruso, sabroso pero duro para los dientes.

 

Un norteamericano ingenuo quiso probar el pan ruso, pero se le rompió el diente, y gritó:

 

  • “¡Vaya pan comunista!”. Y un ruso respondió:
  • “La culpa no es del pan, sino de esos débiles dientes capitalistas”.>

 

Si no experimentamos cambio después de la Comunión, quizá la culpa no es del pan eucarístico, sino de nuestros dientes débiles y rotos; es culpa de nuestra débil fe, de nuestro raquítico amor.

 

¿Y qué nos pide a cambio Jesús?

 

¡Nada! Es gratis. Aquí te va otra historia:

 

<Una familia del este de Europa decidió emigrar hace años a América. Sus familiares y amigos se reunieron para despedirles y como regalo de despedida les dieron pan y queso. Todos ellos eran pobres, pero la familia reunió pan y queso suficientes para que les durara durante toda la travesía.

 

Viajaron en un viejo barco de vapor recluidos en su camarote durante todo el viaje para no malgastar sus pocos ahorros. Todas sus comidas consistían en pan y queso.

 

La víspera del desembarco, el más pequeño de los hijos, un muchacho de nueve años, suplicó insistentemente a su padre que le dejara salir para comprarse una manzana, estaba ya enfermo de tanto pan y queso. El padre después de regañarle y, de mala gana, le dio unos céntimos para que subiera a cubierta y se comprara la manzana. Y le ordenó que volviera inmediatamente al camarote.

 

El muchacho salió, el tiempo pasaba y no regresaba, su padre preocupado por la tardanza fue en su búsqueda. Pasó por el comedor del barco y, cual no fue su sorpresa, cuando lo vió comiendo una cena suculenta. Pensando en el gasto, se indignó y empezó a echarle una reprimenda. Pero el muchacho le dijo: «Papá, es todo gratis. La podíamos haber comido todos los días. La comida está incluida en el pasaje».> (Félix Jiménez, escolapio).

 

¿Cómo se aplica esto a la Eucaristía?

 

Como en la historia del pan y del queso, muchos cristianos corren el riesgo de encerrarse en sus devociones: su rosario, sus novenas, sus cofradías, su grupo…y no enterarse de que hay un alimento gratis y más importante que todas las devociones: el Cuerpo de Cristo.

 

«Si no comen mi carne y no beben mi sangre, no tienen vida eterna».

 

Otros se la pasan recluidos en sus casas y en sus negocios, y nunca vienen a este magnífico comedor y no se enteran de que Jesús nos dejó un alimento gratis para vivir unidos a Él y a los hermanos.

 

El altar de la Eucaristía es la mesa de un restaurante dominical, donde se hace presente la entrega fiel de Jesús hasta la muerte, donde se celebra lo que Dios hace en nosotros y a través de nosotros. Es un restaurante abierto a todos para llegar sanos y salvos al final de nuestra travesía a un puerto, donde comenzamos una vida nueva llena de sorpresas y satisfacciones.

 

El Hijo de Dios nos amó tanto que nos dejó su cuerpo resucitado en las especies del pan y vino, oculto pero real, y entregado por ti.

 

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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)