Comentario dialogado sobre el Evangelio que se proclama en el décimo quinto domingo del Tiempo Ordinario, ciclo C, correspondiente al domingo 10 de julio de 2022. La lectura es tomada del Evangelio según San Lucas 10, 25-37.
“Anda y haz tú lo mismo”
Los letrados se la pasaban discutiendo cómo ganar la vida eterna. Y uno de ellos le pasó la pregunta a Jesús. ¿Qué respondió Jesús?
Jesús le responde con otra pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”
El letrado contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”.
Y Jesús le dijo: “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida”.
Pero el letrado pregunta:
“¿Y quién es mi prójimo (o mi compañero)? O sea: ¿A quién debo amar?”
Éste era uno de los puntos de discusión entre los judíos. Aceptaban que para agradar a Dios era necesario hacer bien a los demás, pero ¿quiénes eran esos ‘demás’?
El mundo de cada judío estaba dividido en ‘nosotros’ y ‘ellos’. Los esenios de Qumram sacaban fuera a los pecadores, que eran «los hijos de las tinieblas». Los Zelotes sólo aceptaban a los de su misma nación y etnia. El judío promedio pensaba que no podía amar al samaritano. Muchos israelitas excluían a los extranjeros. Otros, a sus propios enemigos personales.
La novedad de Jesús es considerar a todos como una gran familia, donde se atiende con prioridad al más necesitado, y se ama hasta a los enemigos.
¿Cómo se lo explica Jesús?
Jesús lo aclara con esta parábola:
<Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo dejaron medio muerto. Bajó primero un sacerdote, y después un levita, y al verlo dieron un rodeo y pasaron de largo. Pero un samaritano se detuvo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas con aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura lo llevó a una posada. Al día siguiente le dijo al dueño:
– “Cuida de él y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta”.
Pregunta Jesús: – ¿Cuál de esos tres se portó como prójimo? El letrado contestó:
– “El que practicó la misericordia con él”. Jesús le dijo: -“Anda, haz tú lo mismo”. >
En esta parábola los representantes del poder político y religioso (el sacerdote y el levita, hombres del culto) no se dejan mover a compasión. Inclusive, si “descendían” a Jericó, es que ya habían cumplido su trabajo en el templo por un período de tiempo, y regresaban a su hogar. El poder político y religioso no son garantía de amor y de atención al necesitado.
Se dejan llevar por la comodidad y el no molestarse por los demás.
En cambio aquel samaritano, que para los judíos era el excluido, el hereje, el enemigo, el odiado, él es el que califica como ‘próximo’, como ‘compañero’, como ‘mi pana’.
La parábola del Buen Samaritano es una joya de humanismo. Al samaritano se le estremecen las entrañas; nosotros diríamos: el corazón; se siente movido a compasión.
¿Con quién te identificas en esta parábola?
Algunos se sienten como el hombre herido en la parábola, y estarían felices de tener al lado un Buen Samaritano que les trajera alivio.
Otros se identifican con el samaritano, listo para ayudar a quien más lo necesite.
Otros más, con verdadera humildad, reconocen que muchas veces han dado un rodeo para no encontrarse con el hermano herido al lado del camino.
La pregunta ya no es: «¿cuál es mi prójimo?», sino «¿cómo puedo ser yo el prójimo de una persona necesitada? ¿cómo puedo estarle cerca?».
¿Cuál es el mensaje central de la parábola?
Jesús elimina la división y polarización social.
Y establece que el servir al débil es más importante que toda ley y costumbre del Templo. La religión para Jesús es servir al más necesitado. El amor debe estar por encima de todo. Y debe llegar a todos sin diferencia ninguna.
Así también lo cuenta esta historia de ‘Los tres huéspedes’:
<Tres hombres con largas barbas blancas estaban sentados a la puerta de una casa. La dueña les invitó a entrar y comer algo. Ellos se negaron entrar, pues no estaba el esposo.
Al anochecer, cuando llegó el esposo, ellos aceptaron, pero añadieron:
– “Los tres no podemos entrar en la casa a la vez».
– «¿Por qué?», les preguntó la mujer curiosa. Uno de ellos le explicó:
– «Nosotros nos llamamos Riqueza, Éxito y Amor. Dile a tu esposo quién de nosotros quiere que entre en su casa.»
El esposo inmediatamente quiso que entrara la Riqueza, para que llenara la casa de riquezas. Su mujer, en cambio, quería invitar al Éxito. Pero su nuera, que estaba escuchando todo, saltó diciendo:
– «¿No sería mucho mejor invitar al Amor, y así nuestra casa se llenará de amor?”
Por fin, los tres se pusieron de acuerdo e invitaron a entrar al Amor.
Cuando el Amor se levantó y se dirigió hacia la casa, los otros dos también se levantaron y le siguieron. Sorprendida la señora, preguntó a la Riqueza y al Éxito:
– «Sólo invité al Amor, ¿por qué quieren entrar también ustedes?»
Y los dos respondieron:
– «Si usted hubiera invitado a la Riqueza o al Éxito, los otros dos se habrían quedado afuera; pero como invitó al Amor, adonde él va, vamos también nosotros. > (Félix Jiménez, escolapio).
Cuando hay verdadero amor con el necesitado, lo demás le viene en seguida.
El amor cristiano tratará de ayudarle, comenzando por lo más esencial, en aquello que le sirva más para su felicidad integral, pero sin desviarse de la ruta de la Bandera de Cristo, en la que interesan menos las riquezas y los honores.
El evangelio repite mucho la palabra «hacer»; y es que el evangelio de Jesús, además de ser el libro del ‘saber’, es el libro de ‘hacer’ el bien, de ser prójimo de todos.
Y Dios, como las madres, lo da todo y no pide nada a cambio.
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José Martínez de Toda, S.J. (martodaj@gmail.com)