La importancia de proteger al migrante, de crear espacios de encuentro, de “convertir” las mentalidades, de crear conciencia, porque “si cerramos las puertas de nuestros países encerramos también a nuestra sociedad”. Así lo afirmó el Cardenal Tagle presidente de Caritas Internationalis, en el miércoles 27 de setiembre durante el lanzamiento de la campaña “Share de Journey”, “Comparte el camino”, una iniciativa que quiere sostener a las familias obligadas a migrar: un tres por ciento de la población mundial, doscientas cuarenta y cuatro millones de almas que necesitan de ser acogidas, protegidas, y respetados en su dignidad, según los últimos datos del 2015.
“Testigo de esperanza y del amor que una comunidad humana fuerte puede ofrecer al migrante”, – tal como se refirió a ella el Cardenal Antonio Tagle-, y firme y enérgica defensora de los derechos de los migrantes, la hermana Norma Pimentel, de la orden de las Misioneras de Jesús, directora ejecutiva de Caridades Católicas del Valle de Río Grande durante los últimos diez años y encargada de la rama benéfica de la Diócesis de Brownsville, situada en la costa oriental de los Estados Unidos, y confinante la de Matamoros, de México, explica ante los micrófonos de Radio Vaticana en qué modo la iniciativa «Comparte el Viaje», busca reforzar la sensibilización pública sobre el tema de la migración.
“La manera es invitándoles a conocer, a tener relación con una madre, con una criatura, que está ya en nuestra comunidad y que necesita protección y ayuda. Es dar a conocer la historia de esas personas, conocer quiénes son: personas que son como tú y yo, que necesitan de un cierto cuidado. Mientras más podamos ayudar al pueblo a conocer estas realidades será como ellos se van a abrir y les va a quitar el miedo a acercarse al migrante, algo que Dios mismo nos está pidiendo: que podamos cuidar los unos de otros”, asegura.
México, con 12 millones de migrantes, es el segundo país del mundo con mayor número de diásporas. En lo que respecta nuestra América Latina, en este momento se está viendo un flujo creciente de personas que migran desde Venezuela y de otros países hermanos, buscando cubrir necesidades básicas de casa, alimentos, medicinas. ¿Qué se puede hacer para acoger al migrante como hermano, dotado de su dignidad, en vez de verlo como “mano de obra barata”? es decir, según usted, ¿qué se necesita para evitar la explotación?
La explotación del ser humano es algo está ocurriendo mucho porque se ve la facilidad para explotarlos. Es muy “conveniente” no pagarles lo que se debe, “usarlos” en modo incorrecto: es común deshumanizarlos. Entonces es nuestra responsabilidad como líderes de nuestras comunidades, señalar y denunciar eso. No debemos tolerar ese comportamiento, todos tenemos la responsabilidad de denunciar eso. Como líderes debemos ser responsables en tomar iniciativas para corregir esas situaciones y evitar que las personas vulnerables, como son los migrantes, fáciles de explotar, se les haga eso; algo que los deshumaniza. Es nuestra responsabilidad, de cada uno de nosotros como miembros de una comunidad, parar eso.
Tal como declaró también el cardenal Tagle, Presidente de Caritas Internationalis, la historia misma de la humanidad es una historia de migración: ¿qué podemos hacer para construir puentes y no muros entre los países?
Los muros los construimos en nuestros propios corazones, y así damos lugar a que se construyan los muros reales en las fronteras. Pero cuando comenzamos a quitarnos esos miedos, que nos prohíben entender la realidad de nuestro prójimo, sentimos esa responsabilidad y vemos al ser humano como persona, entonces, necesitamos enfocarnos en la realidad que somos una raza humana y como tal, debemos estar presentes los unos para los otros, y buscar la forma de protegernos como seres humanos, cuidarnos todos y no crear muros que dividen. Debemos ver la forma de unirnos, especialmente si somos personas de buena voluntad, que buscamos el bien para todos.
En ese sentido hermana, usted tiene contacto con realidades concretas, están realizando un gran trabajo en las fronteras. ¿Puede darnos un ejemplo de acogida, y de cómo esta acogida da frutos no sólo al migrante, sino también en la comunidad que lo recibe?
Nosotros por la gracia de Dios estamos en la frontera, y tenemos la oportunidad de recibir a estas personas, de ayudarles, darles bienvenida, y de hacerles sentir y darse cuenta de que el mundo es bueno, que hay personas buenas, y que ellos son personas que nos importan.
Entonces, el granito de atención que damos a la persona es algo que ellos no van a olvidar: que los hemos recibido con amor y compasión, y que para nosotros ellos son algo bueno. Ese encuentro les ha transformado, y ellos, en su caminar no olvidarán eso. No van a tener dolor o rencor porque alguien los maltrató, porque hemos logrado “tocarlos” en un modo especial y se van muy agradecidos. Creo que eso es muy importante en su caminar.
¿Desea dar un mensaje a la comunidad de América Latina?
En América Latina en donde tantas personas se ven forzadas a huir, necesitan unirse como comunidad para fortalecerse, y para poder permanecer en sus comunidades, en donde vivirán con su cultura, con sus familias. Buscar la manera de ayudarse unos a otros, eso es lo mejor. Porque si se arriesgan a los viajes, se exponen a muchos peligros, en cambio uno encuentra más paz en la propia comunidad, si logran encontrar la manera de resolver los problemas que están sufriendo. Buscar también la ayuda del extranjero, es decir, de personas como nosotros que estamos queriendo ayudarles, para alcanzar esos deseos y no se verse forzados a emigrar, sino que salgan por opción libre, no necesariamente por el peligro que están viviendo.
Fuente: (Griselda Mutual – Radio Vaticano)