Frei Betto*.- El próximo martes los electores estadounidenses votan al sucesor de Obama. En realidad votan pero no eligen. Quien elige al presidente de los EE.UU.es el sistema financiero. Que será quien decida si el gobierno del mundo, hoy con sede en Washington, tendrá como principal aspirante al republicano Trump o a la demócrata Hillary.
En el 2014 la Corte Suprema de los EE.UU. decidió dejar libre el financiamiento de las campañas electorales por parte de empresas y bancos. Así ellos apuestan fuerte en el proceso electoral, confiados en que obtendrán una satisfactoria recompensa después de las elecciones. Como declaró uno de los magnates: «Quiero llamar por teléfono y tener la seguridad de que voy a ser atendido». Razón por la cual Hillary no toma partido contra la guerra, pues su tesorería de campaña engorda por los dólares de la industria bélica.
Hasta el 19 de octubre la campaña de Hillary había recaudado US$ 360 millones, y la de Trump US$ 147 millones, de los cuales 10 millones fueron sacados de su propio bolsillo.
Ni un loco arriesga su dinero. Si las empresas y bancos abastecen la caja de los candidatos es porque el elegido va a retribuir con el doble. En resumen, el gobierno de los EE.UU. tiene como prioridad no el bienestar de su pueblo sino las ganancias de los multimillonarios donadores para las campañas electorales.
El francés Alexis Tocqueville, después de viajar por los EE.UU, constató que el gobierno de aquel país «es más centralizado y enérgico que las monarquías absolutistas de Europa». Hay quien califica al gobierno estadounidense de «democradura»: él interviene en casi todos los países del mundo, y las revelaciones de Snowden comprobaron que sus servicios de seguridad pinchan teléfonos incluso de jefes de Estado, como sucedió con Dilma, del Brasil, y Merkel, de Alemania.
El gran motor de la economía de los EE.UU. es la industria bélica, lo cual explica el hecho de que desde 1776, cuando fue fundado, los EE.UU., con una historia de 240 años de existencia, han estado envueltos en guerras durante 219 años. O sea, ¡apenas 21 años de paz!
Hoy la gran preocupación de Washington está en el hecho de que el mundo ya no sea unipolar, como se esperaba al término de la Guerra Fría. La crisis económica del capitalismo coincide con el fortalecimiento de China, Rusia e India, que son también potencias nucleares. Y los EE.UU. saben que, si se declarara una guerra nuclear, estarán en desventaja porque su población es sólo de 319 millones (4.43% de la población mundial), comparada con la de China (1.400 millones) (19.3% de la población mundial).
Este otro dato hace que el Tío Sam ponga sus barbas en remojo: desde la Segunda Gran Guerra ellos no han vencido a ningún país. Fueron derrotados en Vietnam y salieron con el rabo entre las patas de sus fracasadas intervenciones en Iraq, en Afganistán y ahora en Siria.
Mientras sea el dinero el que dicte las reglas de la política no habrá democracia. El Brasil dio un paso importante al prohibir el financiamiento de campañas por parte de empresas y bancos. Rusia ahora prohibió la caja dos.
Para quien se interese por la actual coyuntura global, recomiendo el libro «El desorden mundial», de Luiz Alberto Moniz Bandeira.
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*Frei Betto es escritor, autor de «Calendario del poder», entre otros libros.
www.freibetto.org/ twitter:@freibetto.