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El coraje de ser Madre

Por: Guillermo Siles Paz, OMI*.- El mes de mayo es el mes de la madre en varios países de América Latina e inclusive en Europa. La imagen de la madre es la que resalta de varias formas. Tal vez los latinos somos los más expresivos y sabemos decir lo que sentimos. Sin embargo creo que la madre en si tiene muchos valores y cualidades que difícilmente podemos refutar.

Todos nacimos de una madre, de una mujer que asumió el desafío de aceptarnos en su vientre, de llevarnos durante nueve meses y de pasar todas las incomodidades a raíz de este estado. Durante este tiempo ha logrado comprender los misterios de la vida, la profundidad de una relación. Si bien es cierto, el cordón umbilical nos une, pero este se vuelve como la red de comunicación perfecta, porque en este periodo de gestación nos habló, nos contó historias, e inclusive nos expresó sus temores. Cuantas madres gestantes, dialogan entre sí, de las travesuras que hacemos en el vientre.

Un día llegamos y nacemos, abrimos los ojos y ahí está ella, sosteniéndonos en sus manos. Aunque siempre el parto es doloroso y de muchos sufrimientos, Ella ignora todo porque al sentirnos, le llenamos de alegría y felicidades. Nada recuerda de lo que pasó en el parto, solo siente la belleza de ser madre de un nuevo ser. Nosotros desde ahí nos miramos permanentemente, aceptamos todo lo que nos propone, la inquietamos con nuestros llantos y enfermedades, pero también la divertimos con las primeras expresiones, originales y divertidas que tenemos.

A medida que avanza la vida estamos siendo formados por ella, que aunque tenemos al padre, o a la escuela o los otros familiares, ella pone el orden, el norte, el horizonte. Ella sueña para nosotros el hombre o mujer que debemos de ser. Nos inculca valores, nos previene de los peligros, nos defiende y evita que te dañen, pero en sí, nos encamina a mirar el futuro con serenidad y constancia.

A medida que crecemos recibimos todo de ella. Es como una escuela andante, sabe de todo y aprende todo. Nos ayuda a resolver los problemas, a mirarnos críticamente y a ser fiel en lo pequeño y en lo grande. Pero además a transmitirlo con la sencillez y la ternura. Su espíritu de emprendimiento le hace visionaria, calculadora y expansiva. Te lo transmite para que tú también los puedas practicar.

Cuando llegamos a su corazón, es lo más hermoso y bello. Nadie me lo puede negar que el corazón de una madre es lo más sagrado. Es como el amor de Dios encarnado. El corazón de una madre es como un manantial de donde fluye el amor, ternura y misericordia. Es lo más sensible que tiene, de ahí surge tanta sencillez, profundidad, calidez y sabiduría. Para una madre todos sus hijos somos iguales, nadie es más ni nadie es menos. Todos tienen el mismo valor, son únicos y propios. Si dedican a uno en especial, es porque también su amor es especial. Cuantas veces los hijos tratamos de apartar a uno de los hermanos de su cariño, pero ella en su paciencia te escucha y te comprende, pero no te da la razón, ella en su silencio te dirá que conoce a sus hijos y a todos los ama por igual.

Pero muchas veces los hijos hemos sido objeto de dolor y tristezas, o cuantas veces hemos hecho llorar a una madre. Tal vez la encontramos en su impotencia de resolvernos algo preferencial. Ella pronto lo olvida, porque sabe aceptar sus errores. La actitud de una madre siempre es positiva y de construcción de valores en sus hijos; quiere la perfección de la persona, quiere que sea en todo momento modelo de vida, de objetividad y de marcar la diferencia. «No te eduque aquí», te lo repartirá en varios momentos. Aun así, algunos hijos, la harán sufrir, la abandonarán, la ignorarán porque nosotros somos personas con miradas distintas.

Todos los días uno se prepara para tomar el espacio que le corresponde en su vida. La madre se constituye en la persona que te preparó para volar y para hacerte una persona autónoma. Sin embargo aunque te dió las herramientas te induce a mirar la vida desde sus ojos.

Un día llega su partida y parece que todo se derrumba. No es fácil de aceptar que ella nos deje. Aunque sabemos que es la ley de la vida. Yo lo viví, hace unos días mí madre se fue a la casa del Padre Eterno, muchos diríamos que no era el momento, pero aunque estés preparado, el dolor, la tristeza y la nostalgia te invaden. La voluntad del altísimo se impone, pero sientes como si te arrancarántodo de ti.

Cuando una madre se va, el silencio se apodera. Pero cuando pasan las horas comprendes que todo lo que te dejó está ahí en tu vida, en tu ser. Por eso es bello pensar en las madres porque ellas siempre van sellando en nuestros corazones todo lo que somos. Dios nos lo dio para comprendamos su grandeza.

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* Sacerdote y periodista