“En el corazón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, está el reconocimiento de que la educación de calidad para todos es una base necesaria para proteger nuestro hogar común y fomentar la fraternidad humana…, y compromete a todos los gobiernos a garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, como asimismo promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida, y esto para todos”. Papa Francisco en el Simposio para el lanzamiento de la Misión 4.7 y del Pacto Mundial sobre la Educación (dic. 2020).
Hay desarrollo sostenible de los pueblos solo si hay una educación de calidad para todos sus habitantes. Y para ello se debe garantizar, como política de Estado, más allá del gobierno de turno, una educación universal, inclusiva e incluyente, de calidad, reflexiva y personalizante, desde una clara visión ética y una actitud crítico-creativa.
Se afirma, con razón, que los padres y madres de familia son los primeros responsables de la educación de sus hijos, pero el desarrollo y complejidad de las ciencias y tecnologías hace cada vez más imposible que solamente la familia forme, eduque, instruya y capacite a las personas para un desempeño social y profesional eficiente frente a las exigencias del propio desarrollo individual y social. De ahí que el Estado, por delegación de las familias, tiene como una de sus primeras e irrenunciables tareas, la de garantizar una educación de calidad. Y este es un objetivo primario, ahora incluso Constitucional, que no siempre se ha cumplido.
Anecdóticamente cuando se habla de la educación se habla como de uno de los gastos más onerosos de los recursos públicos. Pero no, no es un gasto, es una de las más importantes inversiones que la sociedad hace para asegurar su presente y futuro.
Por esto, el gobierno, en cualquiera de sus niveles de gestión, nacional, regional o local, tiene la obligación impostergable de priorizar y garantizar los medios humanos y financieros necesarios para para que la educación tenga un funcionamiento óptimo y un desarrollo integral.
Otra realidad perjudicial: la educación pública en muchos casos es de menor calidad que la privada. Ante esta situación, el Estado y la sociedad deben cuidar celosamente para que la enseñanza sea de alta calidad, pues por su universalidad, deber ser la que garantice la igualdad de oportunidades para toda la población… No hay pobreza más grande, que una pobre educación para los pobres.
En este contexto, estamos llamados a trabajar arduamente para evitar que haya establecimientos educativos, sean públicos o privados, de primera, de segunda o tercera y por último otros de ínfima o ninguna calidad.
Soñamos una educación de calidad, gratuita y universal, donde haya opciones por especialidades, orientación, metodologías, vocación, pero nunca categorizadas como buenas o malas como existe hoy. Esta exigencia es para todos los niveles, comenzando por inicial hasta el post grado. La libertad de enseñanza es un derecho que hay que respetar, en ningún caso el Estado puede desatender la educación privada para que se maneje a su total arbitrio, tiene la obligación de formular un plan global para toda la educación, caso contrario hay el peligro de abusos y engaños lucrativos y de marketing, como desgraciadamente, ha sucedido y sucede hoy.
Es imperioso señalar que la educación en Ecuador debe estar abierta a la ciencia y a la técnica, como también al desarrollo de las ideas y comprensiones culturales universales. Sin embargo, el modelo de educación debe trascender en la historia de nuestro país, en la realidad concreta de nuestros pueblos, desde su pasado, presente y futuro, desde sus aspiraciones y desafíos.
Para el Papa Francisco la educación es un acto de “esperanza” que debe estar enmarcado y responder con precisión al Plan Nacional de Desarrollo a corto, mediano y largo plazo. Sólo entonces, tendremos itinerarios sociales globales con objetivos claros, concretos, articulados, inclusivos y equitativos para que nuestros niños y jóvenes tengan un futuro promisorio y el país supere la barrera tercermundista, con justicia y paz.
Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz | Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe.
carta No. 142– 24 de julio 2022